Madrid - Publicado el - Actualizado
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El de ayer es ya uno de los días más tristes de la reciente historia de España. El Gobierno autonómico de Cataluña promovió manifestaciones y concentraciones callejeras con la apariencia de un referéndum de autodeterminación. Era un pretexto para la declaración de la independencia que se quiere aprobar en las próximas horas. Para este referéndum, contrario a la ley y a las decisiones de los tribunales, se cambiaron las reglas poco antes de comenzar, no se utilizó censo, ni urnas, ni papeletas fiables. Los máximos responsables del Gobierno autonómico y del Parlament han llevado a cabo un irresponsable desafío al Estado para materializar un proyecto ideológico que fractura la sociedad, quiebra el orden Constitucional y pone en peligro la convivencia. Especialmente irresponsable fue la actuación de los Mossos, que desobedecieron la orden dada por la justicia para frenar la consulta.
La desobediencia de la policía autonómica dio paso a la actuación de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, que tuvieron que actuar en circunstancias muy difíciles, con escenas que servirán para alimentar el victimismo de los que promueven la independencia. Cataluña está ahora más fragmentada y polarizada que el sábado. El llamamiento realizado por los obispos cobra especial fuerza en estas horas: la verdadera solución del conflicto pasa por el diálogo desde la verdad y dentro de la Constitución, evitando decisiones y actuaciones irreversibles y de graves consecuencias.