Europa, ni fuerte ni unida
"En un mes habrá relevo en Berlín, mientras que en Francia se espera un gobierno escasamente operativo, con un Macron que bastante va a tener con resistir"
Madrid - Publicado el
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La visita del canciller Olaf Scholz a París ha tenido un claro tono de despedida. En un mes habrá relevo en Berlín, mientras que en Francia se espera un gobierno escasamente operativo, con un Macron que bastante va a tener con resistir. De ahí que resultaran tan poco convincentes las apelaciones de ambos líderes a una Europa fuerte y unida como respuesta al terremoto que se ha producido al otro lado del Atlántico. Donald Trump ha regresado a la Casa Blanca reclamando Groenlandia, apoyando a los movimientos ultras del Viejo Continente y amenazando a sus socios con romper lazos económicos y militares. El presidente de turno del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, ha preferido buscar el lado bueno a la situación, que a su juicio incentiva a Europa a aumentar su gasto en defensa y a revisar su “exceso de regulación”. Mientras el primer ministro polaco tendía
puentes, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, hablaba sin paños calientes desde Davos de una “crisis existencial” en Europa, aludiendo a los sombríos pronósticos de crecimiento, que pueden empeorar en función de la política arancelaria de Estados Unidos y de la magnitud de su guerra comercial con China. Asumiendo como inevitables los peores escenarios, Friedrich Merz, el favorito en las elecciones alemanas, aconsejaba a sus empresas retirarse de China. Se aproximan turbulencias, mientras Europa asiste como invitada de piedra a los acontecimientos. Y lo que es más grave, sin una visión compartida entre los Veintisiete sobre cuál debe o puede ser hoy su papel en el mundo.