Una guerra de consecuencias imprevisibles

Es dudoso que las operaciones de las últimas horas contribuyan a la seguridad de Israel y, desde luego, no van a traer de vuelta a los rehene

Carros de combate del Ejército de Israel en la frontera con el Líbano
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Línea Editorial del 1 de octubre

Redacción digital

Madrid - Publicado el

1 min lectura

Los peores pronósticos se cumplen en Oriente Próximo. Israel ha iniciado una invasión del Líbano y bombardea Damasco, la capital de Siria. Da la sensación de que Netanyahu quiere provocar una guerra total en la región con consecuencias imprevisibles. No es descartable que se quiera hacer con las aguas del río de Litani, en el sur del Líbano y controlar la franja desde la que Hezbolá amenaza a las ciudades hebreas norteñas. El Líbano es un país que, a pesar de vivir en una crisis permanente, proporciona un elemento de equilibrio y ahora puede quedar arrasado. La población cristiana está viendo ya como sus pueblos se ven invadidos por refugiados chiitas.

Es dudoso que las operaciones de las últimas horas contribuyan a la seguridad de Israel y, desde luego, no van a traer de vuelta a los rehenes. A la larga tendremos más terrorismo, más guerra de guerrillas, más sangre y sufrimiento durante muchos años. Como dice hoy un periódico de Jerusalén, “la muerte y la destrucción no son objetivos en sí mismos, ampliar la guerra acabaría con el ejército hundido de nuevo en el atolladero libanés”. Pero Netanyahu no quiere acordarse de las consecuencias nefastas de las tres guerras anteriores: 1978, 1982 y 2006. Israel debería trabajar en estrecha colaboración con sus aliados occidentales y árabes para promover acuerdos diplomáticos y alternativas sensatas para la vida en Oriente Medio.

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