La necesidad de la trascendencia

La fragilidad que experimentamos ante una tragedia disminuye cuando otros nos ayudan y cuando somos ayudados

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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La tragedia de Valencia nos ha hecho conscientes de nuestra debilidad, de lo poco que somos. Podemos y debemos hacer los análisis de las causas de la tragedia y de cómo se podrían haber reducido los efectos. Pero los análisis son insuficientes. La tragedia nos invita, casi nos obliga, a hacernos preguntas. Son más necesarias que nunca. Sin preguntas, el dolor pudre las heridas y la vida se deshumaniza.

Las Administraciones públicas deben ser ágiles. La solidaridad con los afectados es una primera respuesta, una primera victoria: un modo de mostrar y mostrarnos que hay algo más fuerte que el golpe ciego del infortunio. La fragilidad que experimentamos ante una tragedia disminuye cuando otros nos ayudan y cuando somos ayudados. Muchos han dedicado desde el primer momento sus mejores esfuerzos a rescatar, dar comida y techo a quien lo necesitaba. Estamos ante una carrera de fondo porque los daños son muchos. La compasión que nos provocan los afectados es una reacción hermosa, que necesita ser sostenida en el tiempo. Pero sabemos que la solidaridad no es suficiente.

Necesitamos saber si todavía es razonable decir que la vida es justa y positiva. Estamos acostumbrados a que se nos regale la vida, a que las estaciones y la biosfera nos sean favorables. No aceptamos que un azar destructivo tenga la última palabra sobre nuestra existencia. Queremos que la creación esté ordenada, que se repare el daño y se restaure lo mucho que se nos ha quitado. Sin la hipótesis de la transcendencia estamos condenados a la resignación, a renunciar a nuestro deseo de reparación.

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