Madrid - Publicado el - Actualizado
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Convocados por los obispos, los católicos se movilizan este lunes en EE.UU. para evitar la deportación de los llamados “dreamers”, cerca de 2 millones de jóvenes que llegaron siendo niños. Un programa aprobado por Barak Obama les permite trabajar y estudiar sin miedo a las autoridades migratorias, pero Donald Trump revertirá la situación el 5 de marzo a menos que los demócratas aprueben una partida de 25.000 millones de dólares para su muro con México. Desde la Casa Blanca llegan mensajes erráticos en torno a una propuesta que va contra los intereses del país, pero desata fuertes pasiones en buena parte del electorado republicano. Tampoco están libres de contradicciones los demócratas, como muestra el récord de deportaciones durante la presidencia de Obama, al tiempo que el partido se erige en defensor de la población latina.
Se trata en realidad de problemas muy similares a los de este lado del Atlántico. El miedo a perder votos hace que los partidos no afronten la cuestión migratoria con racionalidad y humanidad, por miedo a dar alas a las fuerzas populistas. Para encauzar la situación hace falta una participación mucho más activa de la sociedad civil, en la línea de los obispos de EE.UU. Para avanzar se necesita también responder a las ansiedades de quienes asisten con perplejidad a los cambios de la globalización y temen, no sin razones, quedarse en la cuneta, mientras a su alrededor se disparan la desigualdades sociales.