La semilla del odio no ha sido desarraigada
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La brutal agresión a un joven estudiante de Historia de la Universidad del País Vasco, por defender la unidad de España, nos coloca en la realidad de una sociedad en la que no se han eliminado las raíces de la violencia contra quienes piensan diferente. Aunque ETA ha dejado de matar, sus ideas siguen operativas a través de grupos que actúan fuera de la ley. El esfuerzo de reconciliación que se lleva adelante en el País Vasco queda en entredicho con actos de esta naturaleza.
Según han relatado algunos testigos presenciales, este joven, que había asistido a un acto organizado por una plataforma civil en defensa de la unidad de España, fue brutalmente agredido por un grupo de quince encapuchados. Es una agresión que nos hace recordar los tiempos en que dominaba un régimen de terror que hacía imposible la convivencia.
Ninguna sociedad sana se puede permitir el mínimo desliz de violencia física y psicológica contra quien propugna ideas políticas diferentes, en este caso, además, amparadas por la Constitución. La libertad ideológica y de expresión es uno de los termómetros más evidentes de la salud de un pueblo que no puede permitirse volver a épocas pasadas. Quienes han agredido a este joven estudiante usan el odio como forma de hacer política y revelan que falta mucho para que la ideología de ETA sea desterrada del tejido de la sociedad vasca.