El soberanismo reconoce su fracaso… con la boca chica

A las confesiones de Puigdemont sobre el fracaso del proceso soberanista han seguido las declaraciones del presidente del Parlament o del líder de ERC hablando abiertamente ya de buscar un candidato alternativo a la Generalitat. Con todo, se trata de un repliegue táctico más que de un convencimiento sincero. La realidad parece no hacer aún suficiente mella en el soberanismo pese a la avalancha de evidencias. Ayer se conoció el dato del fuerte descenso del turismo en Cataluña, un 14 % en diciembre, mientras en España el sector alcanza récords históricos. Muy significativo fue también el cierre de filas de los embajadores con el Rey durante la recepción del miércoles, en la que, en nombre de todos, el nuncio del Papa expresó de forma rotunda el apoyo de la comunidad internacional a la unidad de España.

Que el nacionalismo catalán reconozca ahora que un prófugo de la justicia no puede seguir siendo presidente es un signo positivo, pero queda demasiado lejos de lo que se necesitaría para volver a encauzar la situación. Para eso hará falta todavía tiempo, paciencia y mano izquierda. Sin olvidar la firmeza en la defensa del Estado de Derecho. No solo porque cualquier vacilación solo hace que el siguiente desafío sea mayor, sino sobre todo porque lo que está en juego es preservar la legalidad y la democracia en España.