Madrid - Publicado el - Actualizado
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La decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como la capital de Israel no solo ha provocado la indignación en el mundo musulmán. Entre los cristianos árabes la noticia ha sido recibida con gran ansiedad, ya que les deja expuestos a las represalias de los fundamentalistas, acostumbrados a buscar en este blanco fácil una venganza por cualquier decisión de un gobierno occidental. Oriente Próximo ha experimentado en las últimas décadas una sangría de población cristiana sin apenas precedentes históricos. Esta minoría queda atrapada entre dos fuegos cada vez que estalla un conflicto en la región, motivo por el cual el Patriarca caldeo de Irak ha acusado al presidente de EE.UU. de «prender fuego a una región ya de por sí inflamada». En términos parecidos se han expresado otros responsables de las Iglesias orientales, como el papa copto de Egipto, que suspendió hace unos días una reunión prevista con el vicepresidente norteamericano.
Los propios cristianos de los países occidentales viven muchas veces de espaldas a la realidad de sus hermanos de otras regiones que sufren persecución, faltando a su deber de solidaridad. Con ello pierden al mismo tiempo la oportunidad de enriquecerse con un testimonio de fe y de perseverancia que resalta especialmente en fechas como la Navidad, en las que, a pesar de sus privaciones, estos cristianos ofrecen todo un ejemplo de fe en contraste con la frivolidad de la que, algunas veces, no se libran los cristianos en Occidente.