Madrid - Publicado el - Actualizado
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Una de las grandes apuestas del Papa Francisco es el Pacto Educativo Global para construir el futuro del planeta a partir de una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora. Previsto para el próximo mes de mayo, el magno encuentro que movilizará a millares de jóvenes y de instituciones docentes, científicas, políticas y de la sociedad civil, se ha pospuesto para el mes de octubre. Frente a la miopía ideológica que reduce la libertad educativa, como sucede ahora en España, esta convocatoria promueve un diálogo global para un nuevo camino educativo adecuado a los cambios tecnológicos. El objetivo es “renovar la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de una escucha paciente, de un diálogo constructivo y de la mutua comprensión”, en palabras del Papa.
Para hacer frente a los retos de este momento, Francisco propone una alianza educativa entre todos los habitantes de nuestra “casa común”, que suscite paz, justicia y acogida entre todos los pueblos, así como el necesario diálogo entre religiones. Es un proyecto ambicioso y de largo alcance, para cuyo éxito se requerirá la implicación leal de numerosos actores gubernamentales y de la sociedad civil. El gobierno español ya ha manifestado su voluntad de participar en este Pacto, algo que debería venir acompañado de un ejercicio de responsabilidad en su propia casa, propiciando un gran acuerdo nacional sobre la educación en España. Por desgracia, el nuevo proyecto de ley nace sin diálogo y con el lastre de la imposición ideológica. Una contradicción más del Ejecutivo de Sánchez.