Línea Editorial: "Kissinger, un maestro de la diplomacia"
"La aportación de Kissinger a las presidencias de Nixon y Ford está llena de éxitos, como el acercamiento a China o la estabilización de Oriente Medio, pero también de fracasos"
Madrid - Publicado el
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La era de hegemonía norteamericana, incontestable desde el final de la II Guerra Mundial, ha visto el surgimiento de grandes figuras diplomáticas, responsables de establecer las reglas del juego de las relaciones internacionales. Ninguna de esas figuras ha suscitado las pasiones generadas por Henry Kissinger, que acaba de fallecer a los 100 años, con un legado de apenas ocho años en la Administración, decenas de publicaciones de referencia para comprender el mundo actual y una increíble habilidad para cultivar la propia figura, manteniéndose como analista de referencia hasta el último día de su vida.
La aportación de Kissinger a las presidencias de Nixon y Ford está llena de éxitos, como el acercamiento a China o la estabilización de Oriente Medio, pero también de sonados fracasos, como la responsabilidad de haber empujado a Camboya a las garras de los Jemeres Rojos, una guerrilla criminal. Más allá de estos episodios o de su indiscutible brillantez como politólogo, Kissinger será seguramente recordado como un moderno Maquiavelo, el representante de una visión amoral de la política en la que únicamente importa el interés propio. Es una visión, más que exagerada, injusta y falsa. La caricatura parte de la concepción de que intereses y valores son excluyentes, cuando su fortaleza aumenta precisamente al estar alineados, no sin serias contradicciones a veces, para las que la diplomacia, elevada al rango de ciencia por figuras como Henry Kissinger, debe encontrar la solución mejor o, si acaso, la menos mala posible.