Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
A juzgar por los meandros por los que circula el Gobierno de Sánchez para mantenerse en el Poder, da la impresión de que el presidente del Ejecutivo ha encontrado un instrumento idóneo, sin necesidad de acudir a las urnas. Todo consiste en darle la vuelta a la vieja expresión popular de “hecha la ley, hecha la trampa”, para convertirla en su contraria: “vista la trampa, hagamos la ley”. Es lo que pretende hacer con la exhumación anunciada del cadáver de Franco, que Sánchez no quiere que siga en la basílica del Valle de los Caídos por una curiosa razón de “urgente necesidad. Algo parecido ocurre con la llamada y nunca explicada “solución política” para resolver el “problema político” del separatismo catalán. Por lo que se ve, esa “solución” consiste, de momento, en dar cuerda a los independentistas y no molestarse demasiado por la escalada de ofensas al Estado, ni siquiera por la ausencia de la Generalidad del Consejo de política fiscal, donde se elabora la solidaridad económica entre las regiones, en la medida que prepara un trato especial para Cataluña, a costa del bolsillo de todos los españoles.
Dentro de esta estrategia, destinada en realidad a ganar tiempo, Sánchez prepara ya una colosal trampa-ley para que el Congreso apruebe su nuevo proyecto de techo de gasto que ahora negocia con Podemos. Como este proyecto deberá ser ratificado por el Senado, donde el Partido Popular tiene mayoría absoluta y se opone a un aumento de impuestos y del déficit, la idea es acudir a un nuevo decreto-ley que soslaye este trámite y convertir así al Senado en una especie de caja tonta sin validez legislativa. La verdad es que las auténticas razones de urgencia de Sánchez para escudarse en las trampas de la ley, son tan simples como utilizar el poder como arma ideológica hasta que vea claro su futuro electoral, que pasa, paradójicamente, por la debilitación de Podemos