La memoria de Miguel Ángel Blanco

El 11 de julio de 1997 fue asesinado el concejal del PP en el ayuntamiento vizcaíno de Ermua, Miguel Ángel Blanco. La banda terrorista ETA había decretado su muerte, precedida de un chantaje insoportable y de una cruel y tensa espera. ETA sabía que el impacto causado por el asesinato de un joven concejal se multiplicaría exponencialmente si conseguían asustar a la sociedad española. El secuestro y las horas posteriores tenían la intención de presionar al Gobierno generando miedo y angustia en los ciudadanos. ETA se equivocó, como siempre, una vez más. La sociedad española, y especialmente la vasca, reaccionó como lo hacen las sociedades vivas y libres, cerró filas y dio vida a un gran movimiento cívico que se conoció como “Espíritu de Ermua”.

La memoria de Miguel Ángel Blanco ha sido conmemorada año tras año, desde 1997 hasta hoy, pero aquel viento de conciencia y de libertad no significa ya lo mismo. Lamentablemente, los actos de homenaje han sufrido en demasiadas ocasiones los vaivenes de la política. Este año también ha sido así, por ejemplo en el ayuntamiento de Zaragoza, donde se ha ausentado el representante de Podemos. Tenemos que preguntarnos por qué las víctimas de ETA generan desconfianza en determinadas fuerzas políticas, por qué hay partidos incapaces de ponerse cordialmente y sin recelo del lado de las víctimas.

Ojalá hoy un nuevo “Espíritu de Ermua” forzara socialmente a todos los partidos políticos españoles a suscribir un acuerdo que evitara para siempre la banalización del mal que la banda terrorista ha representado en la más reciente historia de España y que mostrara aquella misma unidad que España experimentó entonces en medio de un gran dolor.