Madrid - Publicado el - Actualizado
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El número de muertos por los atentados en Sri Lanka este domingo continúa aumentando, son ya casi 300. Ha sido una auténtica masacre que ha golpeado varios hoteles y tres iglesias en las que se estaba celebrando la Pascua. Los cristianos han sido el objetivo preferente de esta masacre que, por el momento, nadie ha revindicado. Lo sucedido en Colombo, una vez más, nos recuerda que en demasiados rincones del planeta la asistencia a misa es un ejercicio de la libertad religiosa de alto riesgo. Lo que ha sucedido el pasado fin de semana en Sri Lanka ha sucedido en varias ocasiones en Egipto, es frecuente en algunos pueblos del norte de Nigeria. En el norte de Iraq se llevó a cabo un auténtico genocidio con los seguidores de la cruz. Por no hablar de Corea del Norte o de la India. El cristianismo es la religión más perseguida del planeta.
Antes de estos ataques, los cristianos en Sri Lanka habían sufrido la presión de elementos del budismo violento. El budismo es la religión mayoritaria en el país y algunas de sus organizaciones han impedido a los cristianos enterrar a sus muertos en cementerios públicos, han demolido y cerrado iglesias y han ejercido violencia física. La comunidad cristiana, ahora duramente golpeada, ha trabajado intensamente en favor de la reconciliación entre la mayoría budista, los independentistas tamiles del norte (en su mayor parte hinduistas) y la minoría musulmana. Todos pueden reconocer el valor del testimonio de estos mártires, que con la fidelidad a su fe han dado su vida por el bien de su pueblo.