Trabajadores del Samur Social de Madrid presionan a mujeres sin recursos para abortar
"Entré en pánico. Les dije que no quería abortar, pero ellos insistieron", cuenta María a COPE. Le dijeron que si no abortaba, se quedaría sin ayudas
Madrid - Publicado el - Actualizado
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"Entré en pánico. Les dije que no quería abortar, pero ellos insistieron". Lo dice María, nombre ficticio, una mujer peruana indigente embarazada de gemelos a la que trabajadores del Samur Social presionaron para abortar. Acudió a los servicios sociales para pedir ayuda y le dijeron que no tenía otra opción. La llevaron a la Clínica Dator, le hicieron la tarjeta de la Seguridad Social y le pidieron que no dijera que era para hacerse un aborto. En COPE hemos podido hablar con ella.
Tiene 37 años. Llegó a España hace cuatro meses con su novio. Vivía en una habitación alquilada. Al mes de llegar a Madrid se enteró de que estaba embarazada. El novio entonces la abandonó y ella se quedó sola y sin trabajo. La obligaron a dejar la habitación por impago, y se quedó en la calle. Sola, asustada y sin dinero acudió a la sede del Samur Social para pedir comida y un techo donde dormir. Solo le pudieron proporcionar un sillón para pasar la noche. María estaba muy débil y se desmayó. Dijo que estaba embarazada.
La llevaron al Hospital Infanta Leonor donde le confirmaron el embarazo. Entonces los asistentes sociales le dijeron que lo mejor era que abortase. Si abortas, le dijeron, te mandamos a un albergue. Si no abortas, te tendrás que marchar. Ella dijo que no quería, que quería tener al bebé, que tendría que haber algún recurso que le ayudara. Ella solo quería tener un techo y poder tener a su hijo. Le dijeron que todas las ONG’s estaban completas.
La llevaron a la clínica Dator. Allí le explicaron que la intervención sería sencilla. Que le introducirían un aspirador. Entonces, explica, entró en pánico. Le explicaron que para hacerle el aborto gratuito tendría que sacarse la tarjeta de la Seguridad Social. Eran ya las 8 de la tarde, y aún así la llevaron hasta un ambulatorio para hacerse la tarjeta sanitaria. Le advirtieron que no dijera que se sacaba la tarjeta para abortar sino para hacer el seguimiento del embarazo. Ya en el coche ella volvió a manifestar que no quería someterse a un aborto, y le dijeron que no se preocupara, que algunas compañeras, asistentes sociales, habían abortado y que no pasaba nada.
En la angustia, María buscó ayuda por internet y encontró la Fundación Madrina. Entonces dijo a la asistente social que se iba a la Fundación. Le dijeron que si salía del Samur Social ya no podría volver. Se quedaría sin ayudas. Le insistieron en que no tenía ninguna garantía de que en la ONG le fueran a ayudar. Le dijeron que iban a intentar comprar un pasaje de avión para que pudiera volver a su país, pero que todo sería más fácil si abortaba. Aún así, prefirió marcharse y pedir ayuda en la Fundación Madrina.
María está embarazada de cuatro meses. Espera gemelos. Vive en un piso de acogida que le ha proporcionado la Fundación Madrina, a la que dice, estará toda su vida agradecida. Allí recibe formación y asesoramiento para encontrar trabajo. Pero sobretodo, cariño, apoyo y escucha. Cuentan con atención médica y psicológica.
Conrado Giménez, presidente de la Fundación Madrina dice que son muchas las chicas que llegan en esas condiciones, presionadas para abortar. No solo desde el Ayuntamiento, también de la Comunidad o los ambulatorios. Cree que responde a la ideología de algunos trabajadores y no a un protocolo de la institución. Apela a que a las mujeres se les ofrezca la posibilidad de tener a sus hijos. La Fundación Madrina no recibe subvenciones ni de la Comunidad ni del Ayuntamiento de Madrid. Solo con aportaciones de particulares.