La reivindicación de un enfermo de esquizofrenia: “Yo merezco la pena”

Luis tiene esquizofrenia paranoide, algo que se vio agravado por consumo de alcohol y drogas. Ahora se recupera gracias a su empeño y el de su entorno

La reivindicación de un enfermo de esquizofrenia: “Yo merezco la pena”

Miguel Palazón

Publicado el - Actualizado

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Este 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental. Para Luis Ramírez, es una “fiesta”. Este vecino de Tarancón (Cuenca) sabe bien de lo que habla. Enfoca esta jornada de reivindicación con positividad porque afirma estar en su momento más dulce, a sus 40 años, tras ser diagnosticado de esquizofrenia paranoide refractaria –crónica- y haber sufrido brotes psicóticos importantes desde los 18 años. A todo ello se une una adicción al alcohol y a algunas drogas que lo empeoraron todo. Esa es su cicatriz, con la que ya convive con una sonrisa y una energía ejemplares.

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La cicatriz de Luis se crea a los 18 años. Aquel joven era un consumidor habitual de alcohol, cannabis y cocaína. Recién estrenada su mayoría de edad sufre su primer episodio psicótico: “Voy por la calle, escucho pasos que me siguen y me vigilan. Me dieron un poco de medicación y se paró”.

Aquello parecía haber sido un episodio aislado. Luis siguió haciendo su vida, entró a trabajar como dependiente en una ferretería industrial y se casó a los 26 años. Que siguiera haciendo su vida también incluía el alcohol y las drogas. Hasta que, tres meses después de pasar por el altar, esa vida se vino abajo.

Porque a pesar de que se había prometido dejar de consumir una vez se casara, lo siguió haciendo. Su adicción le llevó a tener que acudir a una clínica de desintoxicación en Portugal, donde estas terapias son más baratas que en España, durante seis meses. Una vez se ‘limpia’, vuelve a casa y aplica, por fin, lo que le han recomendado: una vida tranquila, de casa al trabajo y al revés. Nada más.

A los 32 años Luis y su esposa tienen una bebé. Un parto complicado por el que su mujer tuvo una larga recuperación. A la niña los cólicos nocturnos le duraron cuatro meses, y Luis perdió el hábito del sueño. Como resultado de este desajuste, vuelve a padecer alucinaciones y vuelve a consumir. En resumen: toca fondo.

A partir de entonces su mujer, su familia y él mismo deciden tomar cartas en el asunto. Luis se muda a vivir con sus padres porque a su esposa le es imposible cuidarle. Además, acude a Narcóticos Anónimos, en Madrid. Cada día, su familia le lleva y le trae.

Un año y medio después descubre lo que le ha terminado por salvar la vida: la Asociación Nueva Luz de Tarancón. “Ahí veo la luz, despego, estoy en mi sitio, con gente que le pasa lo mismo que a mí. Me encuentro conmigo mismo”, cuenta.

Y en su pueblo. Porque este es un factor importante en todo esto. Si una enfermedad mental está aún estigmatizada en nuestra sociedad, en una localidad de 15.000 habitantes, más. Luis iba al psiquiatra y a sus reuniones de desintoxicación fuera de Tarancón porque no quería que nadie le viera entrar o salir de ese tipo de sitios allí. Por miedo al rechazo, a que le llamaran loco, a las humillaciones, “que las viví”, recuerda.

Encontrar la asociación le permitió salir de una rutina insana. Desde el aseo personal hasta la terapia que allí realiza, todo es clave. Pero él resalta, por encima de todo, a sus compañeros: “Es más importante lo que te dicen los compañeros que están pasando o han pasado lo mismo que tú, que la propia psiquiatra que sabe las herramientas que tienes que usar en el manejo de las emociones. Que te lo diga una persona que lo ha sufrido, lo ha hecho y le ha funcionado te anima”.

Su hija, su motivación

A día de hoy Luis señala que está en la etapa más dulce de su recuperación. Gran parte de culpa la tiene su hija, que ahora tiene 7 años. “Es mi motivación, por ella he aguantado el tirón”. Un tirón que, en ocasiones, con la enfermedad mental que él sufre, le lleva a ideas suicidas: “A veces te dan ganas de quitarte de en medio porque eres una carga para tus padres, solo estás sufriendo, con síntomas. Te quieres morir, te duele el alma”, dice.

Su hija, su familia, la asociación, la ayuda profesional. Esos son los cuatro pilares que basan la recuperación de Luis que, sin embargo, sigue tratándose. Porque su esquizofrenia es crónica. Con todo, él es el principal motor de su propia recuperación: “Me he encontrado conmigo mismo. He pasado de ser arrogante a ser humilde y buena persona, a saber pedir perdón y a reconocer que he hecho barbaridades”.

Y aunque en algún momento pueda tener un episodio psicótico, estos se han convertido en eventuales. Luis sabe gestionarlos. Y lo más importante: ha aprendido a quererse: “Me di cuenta de que si le hacía caso a mi cabeza enferma iba mal. Yo merezco la pena”. Esta última frase la tiene puesta en su frigorífico, para que no se le olvide.

Si yo me lo creo, mis hermanos y mi familia lo creen. Primero los conquistas a ellos, y luego al resto de la sociedad, donde estoy incluido”, indica. Él participa en esa sociedad de la que habla, dando charlas en colegios a chavales sobre su experiencia personal. Porque "esto le puede pasar a cualquiera".

Además, Luis hace una reivindicación: quien tiene un resfriado no va con un cartel en la calle en el que pone “constipado”. Tampoco los enfermos mentales. “Somos más que eso”.

Este miércoles Luis celebrará su día, su “fiesta” particular con un acto oficial en Toledo, con el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page. Y la vida seguirá para él, luchando como hasta ahora: por supuesto, sin alcohol ni drogas. Tampoco estrés. Y por si acaso algún día se pone más “nervioso” de lo normal, ya está su hija para calmarle: “Venga, papá, fúmate un cigarro o dos que ya se te ha colado la enfermedad”. Y a seguir.

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