¿Quién asesinó en Burgos a la familia Barrio?: sospechas entre parientes, amenazas y una herencia millonaria
Rodrigo Barrio fue durante años el principal sospechoso de matar a sus padres y a su hermano, antes de que en 2011 la investigación diera un giro de 180 grados
Madrid - Publicado el - Actualizado
8 min lectura
Rodrigo Barrio tiene 16 años el 7 de junio de 2004. Como solía ser costumbre, el joven pasaba sus vacaciones junto a su familia: su padre, Salvador Barrio, de 53 años, su madre Julia de 47, y su hermano pequeño Álvaro de 12. No obstante, ese año el padre de Rodrigo decidió que el joven se quedaría en el internado de los hermanos gabrielistas de La Aguilera, en Aranda de Duero, por lo que el fin de semana del 5 y el 6 de junio sería solo un descanso de dos días, antes de que el joven tuviera que tomar el autobús el domingo para volver al centro.
Salvador Barrio, el padre de la familia, había conseguido amasar una pequeña fortuna dedicándose al mundo del campo, concretamente a cultivar cereal y girasol. Ese mismo fin de semana estaba comenzando las gestiones para comprar una nueva máquina cosechadora por el coste de 120.000 euros, aunque nunca llegaría a adquirirla. Pero además de empresario del campo, ejercía como alcalde pedáneo de La Parte de Bureba, una localidad de la provincia burgalesa. Se trataba de una familia conocida, pero a la que los investigadores no ligaron ningún conflicto ni animadversión por parte de sus vecinos. Ese domingo acostaron temprano a Álvaro y se fueron a dormir, dispuestos a descansar antes de arrancar una nueva semana de verano.
Entrada la madrugada, alguien se acercó hasta la vivienda. Llevaba guantes y unas zapatillas deportivas. En algún momento de ese domingo había subido hasta el ático para prepararse, llegó hasta la puerta de la casa y entró mientras los Barrio dormían. Los agentes no encontrarían al día siguiente ningún tipo de golpe, desperfecto o cualquier rastro de que alguien hubiese intentado acceder a la fuerza. Debió hacerlo como lo haría cualquiera: llamando. La principal hipótesis es que aquella figura era un conocido de la familia Barrio. La otra teoría era que tuviera sus propias llaves.
Al día siguiente nadie podía contactar con los Barrio durante toda la mañana. Pasadas 20 horas de que alguien entrara en el domicilio, los familiares accedieron a la casa para confirmar sus peores temores. El cuerpo de Salvador, el padre, estaba en el suelo de la cocina, junto a la mesa, y había recibido 50 cuchilladas en todo el cuerpo. La madre, Silvia, estaba sobre la cama del matrimonio, y había otros siete navajazos, al igual que su hijo pequeño, Álvaro, que había muerto en mitad del pasillo, víctima del mismo número de puñaladas que su madre. No obstante, no era la única similitud entre las muertes: a los tres les habían asestado un último navajazo en el cuello. El asesino quería asegurarse de que ninguno de ellos sobrevivía al ataque. Unas horas después, Rodrigo volvió a montarse en el coche.
La herencia de Rodrigo Barrio
Cuando los agentes registraron la casa encontraron varias huellas de una zapatilla deportiva Dunnlop de la talla 42 pero, aunque estaban manchadas con la sangre del suelo de la cocina, no había rastro de ellas fuera del domicilio, por lo que el asesinó debió quitárselas al salir. Las pruebas de ADN eran prácticamente insuficientes y la meticulosidad de quien cometiera los crímenes hacía cada vez más difícil la investigación. Pero un detalle llamó a todos poderosamente la atención: Rodrigo recibiría de la muerte inmediata de sus padres y su hermano una herencia directa de un millón de euros.
Así comenzó la conocida como la 'operación Caín', tal y como la denominó la policía. El nombre no se trataba de algo casual, sino que la principal hipótesis de los agentes era que el joven había orquestado el crimen bajo un trastorno del 'príncipe destronado'. Un informe de la instrucción contra Rodrigo saldría a la luz en un juicio contra su propia familia años más tarde en el que un análisis psicológico aseguraría que tiene “una inteligencia superior, que tiende a aumentar las cosas y manipulador”.
En 2007, y con Rodrigo en mayoría de edad, los investigadores terminarían por detenerle como principal sospechoso del asesinato de sus padres y su hermano y procedieron al registro de su casa, donde encontraron varios indicios. El primero de ellos fueron las llaves del coche de su padre, las cuales podría habérselas llevado aquella noche de la casa. La segunda fue un anillo de su madre, del que no dio constancia tras el crimen y que Julia llevó en el cuello hasta el momento del crimen. Por último, la policía localizó unos dibujos en el que aparecían varias personas aguillotinadas de la forma más macabra. Sin embargo, ninguna de ellas fue considerada por el juez suficiente para un procesamiento judicial.
En cualquier caso, de todas las pesquisas que siguieron los pasos de Rodrigo con respecto al crimen. Tras su detención pasó apenas unas horas en el centro de menores ya que, aunque tenía casi 20 años en ese momento, en el momento del crimen en 2004 apenas tenía 16. Los fiscales y la jueza tacharon las investigaciones de la policía de “meras hipótesis y conjeturas”. “Son un castillo de supuestos indicios levantado con cimientos de barro”, subrayaban y calificaban el auto como “elaborado como una necesidad ciega de buscar respuestas”. Siguió imputado en el caso hasta 2010.
Acusaciones entre los Barrio y Dos Ramos
Tras la muerte de los Barrio, Rodrigo se marchó con sus tíos a su tierra natal en Ourense. Allí estuvo bajo la tutela de Benito Dos Ramos, su tío y hermano de su madre, y con el que sorprendentemente terminó enfrentándose años más tarde. En 2011 Rodrigo Barrio, que ya vivía en casa de la familia de su padre en la localidad de Verín, denunció tanto a sus tías Teresa y Concepción Dos Ramos como a sus maridos, Ramón Sandoval y Pedro Solé, a su otro tío Benito Dos Ramos y a su primo Daniel Solé por amenazas.
Según declaraba el joven en la denuncia, sus familiares se habían acercado a increparle mientras trabajaba en su casa. De acuerdo a las declaraciones de Rodrigo Barrio, le llamaron “asesino” y le aseguraron que “no le tenían miedo” y que le iban a “cortarle el cuello”. Además, según el hermano mayor de los Barrio, le recriminaban que les había “arruinado la vida”. “Todo son falsedades, elucubraciones y no sé porque ese empeño en que yo soy el asesino”, relataba el denunciante tras sentarse en el banquillo. Por su parte, los familiares replicaban: “Si no fue él, por qué no se interesa en buscar al asesino de sus padres y hermano”.
Las pintadas de “Angelillo”
La investigación por la muerte de los Barrio se queda en un punto estancado hasta el 25 de agosto de 2011, cuando Ángel Ruiz, de 52 años, atropella con su coche a Rosalía Martínez Gandía. El conocido como “Angelillo” había atravesado hasta dos carriles para atropellas a la anciana por una sencilla razón: una disputa por aplastar con su tractor unos girasoles de la mujer, de 84 años. Ángel había amenazado al hijo de Rosalía por 'chivarse' del incidente y, antes de que llegara a los juzgados, optó por vengarse atropellando a su anciana madre. A priori puede parecer un hecho completamente aislado con respecto al triple crimen de Burgos de 2014, salvo por el detalle: lo que la Guardia Civil encontró en su casa.
Ángel Ruiz era un tipo problemático de la zona de Parte de Bureba y de comportamiento errático y conflictivo. Una de sus peculiares costumbres era robar llaves de propietarios y guardarlas en un gran cajón de su casa. Todo un tesoro en el que los agentes, sí, encontraron las del despacho de Salvador Barrio. En ese momento los investigadores comenzaron a tirar del hilo y descubrieron que 'Angelillo' no sólo había matado a Rosalía atropellándola con su coche, sino que había contratado a un sicario búlgaro llamado Shibil Angelo Shibilov para cometer un asesinato en Bilbao. La ejecución nunca se produjo, pero sí se conoce que el extranjero desapareció tras tomar el vuelo desde Bulgaria a España. Con estos indicios, la policía consideró que, si había matado antes, lo podría haber hecho también con Salvador, Julia y Álvaro Barrio.
Pero el hallazgo más sorprendente llegó cuando descubrieron que Ángel Ruiz había sido el autor de unas pintadas que aparecieron en el panteón familiar de los Barrio en el día del entierro. En él aparecían pintorrajeadas frases como “te lo mereces”, “cabrón” o “hijo de puta”. Además, el funeral tuvo que ser interrumpido durante varios minutos porque alguien estaba acelerando a propósito el tractor para molestar con el ruido. Esa persona también resultó ser “Angelillo”. Según su propia versión al ser detenido en 2004, hizo las pintadas a consecuencia de una disputa por la construcción del panteón de los Barrio, para lo que tuvo que cortarse la rama de un árbol que el padre de Ángel había plantado.
Una historia con dos protagonistas principales: el hijo de la familia y un individuo violento que acosaba a los Barrio hasta en el día de su entierro. Ambos tenían acceso a una posible llave de la casa, pero solo uno de ellos continúa en el ojo de la justicia tras haber sido a 18 años de cárcel por el asesinato de una mujer de 84 años. Según ha podido saber COPE, la investigación se encuentra bajo secreto de sumario desde 2017 y todavía poco se sabe de si finalmente procesarán a alguno de los dos sospechosos.
Según la defensa de la familia de Julia Dos Ramos, existen algunos indicios que siguen apuntando hacia Rodrigo: ¿Por qué asegura que pasó el último domingo con su familia y que su madre le hizo un bocadillo si un vecino les vio paseando sin Rodrigo por el parque? ¿Por qué negó que tuviera el segundo manojo de llaves del garaje? ¿Por qué siguen la pista de Ángel Ruiz si la huella del zapato coincide con la de Rodrigo y no con la suya? Una serie de preguntas que todos los implicados esperan que se resuelva antes de que el crimen prescriba y los Barrio nunca encuentren justicia.