El famoso historiador que desenterró los cadáveres de 29 niñas para convertirlas en muñecas
La casa de Anatoly Moskvin es una de las escenas más espeluznante de la historia del crimen europeo: “Las abandonasteis en el frío, yo les di calor”
Madrid - Publicado el - Actualizado
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“Era el atractivo de la 'fruta prohibida'”, así se refería en 2008 el historiador ruso Anatoly Moskvin sobre la prohibición del estudio de las implicaciones ocultistas de la esvástica durante el gobiernod e la URSS en el Siglo XX. En su texto, “La cruz sin la víctima”, Moskvin celebraba la aparición y renacimiento de las sociedad ocultistas durante la década de los 90. “Ese tiempo ha pasado, afortunadamente para bien, y ningún tema de investigación tiene restricciones ahora”, comentaba.
El experto comenzó a granjearse a principios de los años 2000 una alta notoriedad en la localidad de Nizhny Novgorod, donde comenzó a desarrollar actividades relacionadas con el estudio de los cementerios municipales. Junto a colegas de profesión, Moskvin empleó elementos estadísticos y de estudio sobre las causas de las muertes de las personas enterradas en la región con el objetivo de extraer una mayoría sobre las causas del fallecimientos de los cuerpos. Así, pasó a denominarse a sí mismo como un “necropólogo”, una pintoresca rama bautizada por Moskvin y que estaba intrínsecamente relacionada con las aficiones ocultistas del propio historiador.
Anatoly se especializó en el estudio de la cultura celta, así como estuvo relacionado con el conocido comúnmente como el luciferismo gnóstico. Se trata de un movimiento que concibe a Lucifer separado de la figura de Satán y más como una suerte de Prometeo, portador de luz, que de el mismísimo ángel caído. Así, su posición parecía estar más próxima si cabe al “ocultismo libertario”, una corriente de pensamiento que aboga por la búsqueda sin paliativos del conocimiento, más allá de tabúes morales o de convenciones sociales. Así, la intención de Moskvin era adquirir el conocimiento a través de lo que los propios muertos podías decirle. Además, Anatoly era profesor de la universidad pública de Moscú, además de hablar hasta 13 idiomas, entre ellos el español y el latín.
Por todo ello, en el año 2011, la policía de Nizhny Novgorod comenzó a realizar pesquisas relacionadas con avistamientos en el cementerio local. Algunos familiares de fallecidos habían denunciado que las tumbas habían sido mancilladas y perturbadas. En tales circunstancias, los agentes echaron mano del historiador, experto en cementerios locales, para resolver el misterio. Lo que no imaginaban eran encontrar en el domicilio de su propio experto un total de 29 niñas que acababan de ser desenterradas y embalsamadas para decorar el salón: eran las muñecas de Anatoly Moskvin.
Un encuentro casual en un entierro
Según especificaba el propio profesor ruso, su fascinación por los cadáveres y los cementerios tiene una fecha concreta y unos orígenes marcados. Fue cuando apenas tenía 11 años, en 1979, y volvía a casa tras un día de colegio normal. En ese momento, un grupo de personas que celebraban un funeral por una niña de 12 años de su mismo centro escolar le asaltaron y le llevaron a rastras hasta donde iban a enterrar a la pequeña. En ese momento, uno de los adultos que ayudaba a llevar el ataúd le forzó agarrándole de la cabeza y le obligó a darle un beso en la frente a la joven inerte.
“Le besé una veza, pero luego otra vez, y otra vez y otra vez”. Así lo relataba el historiador en la revista “Necrología”, en la que el también profesor universitario era un asiduo colaborador, debido a sus intereses en los cementerios locales. No obstante, lo que marcó a Moskvin no fue que le obligarán a besar un cadáver, sino la propia reacción de la madre de la niña. “La madre de la pequeña, de luto, me puso un anillo de boda en la mano antes de ponérselo también a ella”. Así, según relata el historiador, quedó simbólicamente casado con la recién fallecida.
“Mi matrimonio con Natasha Petrova fue muy útil, me ayudó a desarrollar un profundo interés en ceremonias mágica”, detallaba en el mismo artículo el profesor universitario. Un incidente que le llevó a crecer con una obsesión hacia los cadáveres y su uso como canal de conocimiento.
Un salón lleno de muñecas
El artículo de “Necrología” fue publicado a finales de la década de los 2000, en el mismo año en el que llegaron las primeras denuncias de vandalismo contra las niñas enterradas en Nizhny Novgorod. Durante esos mismos diez años, Moskvin vivía todavía con sus padres, a pesar de haber cumplido ya los 45 años. Cómo él mismo declararía unos años después a la policía, se mantenía virgen y no había tenido ninguna pareja sentimental al considerarse a sí mismo como “asexual”.
Por ello, cuando la policía descubrió los 29 cadáveres ataviados como muñecas de porcelana decorativa, acudieron a interrogar a los padres. Estos, tanto durante el interrogatorio como el jucio, alegaron que desconocían el origen macabro de las figuras siniestras que poblaban el salón familiar. Alegaban que siempre habían visto la obsesión de su hijo por las muñecas como un hobby repentino y extraño, fruto de una personalidad ya de por sí bizarra, y al que no dieron más importancia. Por ello, ¿cómo logró Moskvin apropiarse de los cadáveres y disfrazarlos dentro del mismo domicilio que sus padres?
Según explicaba el propio detenido, estos se marchaban cada mes de agosto a una casa de verano a pasar las vacaciones, dejando a Anatoly solo en el piso. Un mes que el experto en cementerios aprovechaba para desenterrar las tumbas y apropiarse de los cuerpos. “Veíamos las muñecas y ni pudimos sospechas que dentro había cuerpos”, aseguraba la madre de Anatloy, Elvira, de 76 años. “Creíamos que era su hobby, hacer muñecas tan grandes, y no vimos nada malo en ello”.
La transformación de cadáver a muñeca
Haciendo uso de sus conocimiento históricos, Anatoly momificaba los cadáveres antes de maquillarlos y hacerlos pasar por decoración para el apartamento. Posteriormente, las vestía con ropas de tallaje infantil, medias y botas altas para dar sensación visual de que en realidad son muñecas. Además, algunas de ellas las maquillaba con un pinta labios rojo que empleaba en la mayoría de ellas.
No obstante, había un detalle más allá de lo que podía verse a simple vista que a Moskvin le gustaba esconder dentro de sus “compañeras”: una caja de música oculta detrás de las costillas. Incluso el historiador llegó a organizar supuestas “fiestas del té” con las muñecas, a las que colocaba en posiciones que recordaban a las de un niño jugando, como la de un gateo.
Tal y como después relataría a la policía, su intención nunca era mantener relaciones sexuales con ellas, sino que su intención era, como él mismo confesaba, “cuidar de ellas mientras la ciencia avanzaba lo suficiente como para devolverles a la vida”. Según las crónicas de los diarios rusos locales, el historiador había intentado en alguna ocasión adoptar a una hija, pero su condición de soltero habría jugado en su contra. Así, los agentes encontraron, además de la treintena de cadáveres, pruebas de que Moskvin había atacado, al menos, 150 tumbas.
Todos los cadáveres tenían entre 3 y 15 años y, junto a ellos, había documentos informativos relativos a la resurrección de personas, así como archivos sobre la identidad de las fallecidas, así como fotografías y vídeos que el propio Moskvin habían hecho dentro de su hogar.
El testimonio de un madre: “Había un agujero en el ataúd”
El cuerpo que más tiempo habría pasado dentro de el 'piso de las muñecas' habría sido el de la pequeña Olga Chardymova, que falleció en 2002 y a la que, al poco de su entierro, había sido raptada por el profesor universitario. Cuando apenas tenía 10 años, la pequeña Olga le anunció a su madre una importante decisión: ya era lo suficiente mayor como para cruzar la calle. Pero su inocencia le costó la vida: un drogadicto la llevó a rastras hasta su casa, en el mismo edificio, para robarle los pendientes. La resistencia de la niña provocó que le golpeara la cabeza con una barra de metal. La pequeña pasó los siguientes nueve años en casa de Anatoly, vestida como una muñeca de porcelana.
Tras el juicio, Natalia Chardymova, la madre de la niña, confesaba en una entrevista recogida por el diario Daily Mirror: “Se me acercó durante el juicio, directo hacia mí. Perdí el aliento. Sencillamente me quedé plantada, con la boca abierta como un pez. Me quedé mirando a su madre, que estaba temblando y sollozando”. No obstante, Natalia mantiene que sintió compasión hacia los progenitores de quien había vivido casi una década con el cuerpo de su hija. “Al final ella es una madre, pero en lo más hondo de mi corazón no puedo creer que tanto su madre como su padre no supieran nada. Solo hay que mirar a las fotografías que tomó la policía en la casa, es un desastre. No me creo que no oliese o no hubiera nada sospechoso en estas 'muñecas'”.
“Yo la tuve 10 años y él 9”, concluía.
Una sentencia controvertida
El psiquiatra que siguió el caso de Moskvin aconsejó durante el juicio, celebrado en febrero de 2013, que el sospechoso no fuera considerando como “competente mentalmente” para afrontar un procedimiento judicial. Por ello, la sentencia fue enviar a Anatoly a un centro psiquiátrico, donde permaneció cinco años hasta que sus propios médicos instaron a las instituciones que liberaran al secuestrador de cadáveres para que siguiera con el tratamiento desde su casa. Algo que encendió la ira de las familias de las niñas, en especial del padre de Olga, Igor Chardymova.
“Nuestras leyes son demasiado blandas, el castigo debe ir, de alguna manera, en consonancia con lo que ha hecho la persona, y este hombre descansará en su clínica hasta que, tememos, digan que está curado y le dejen volver a su cementerio”, comentaba en una entrevista conjunta con su esposa. “Ojalá me lo hubiese encontrado junto a la tumba de Olga, pero su hubiese hecho lo que tendría que haber hecho, ahora sería yo quien estaría en la cárcel”.
Y es que el miedo de los padres de las niñas radica en las palabras del propio Anatoly Moskvin a los agentes en el momento de su detención: “No las enterréis muy hondo, que en el momento en el que salga voy a volver a por ellas”. No obstante, la fiscalía lanzó un recurso contra la liberación del preso, que aún a día de hoy permanece en prisión.
Pero más escalofriante si cabe es la justificación del propio especialista durante el juicio, en el que señalaba a los padres como culpables por no querer resucitar a sus propias hijas. “Abandonasteis a vuestras niñas, yo las he traído a casa y les he dado calor”.