Richard Speck: nueve enfermeras, un misógino y una noche de violaciones y masacre

El 13 de julio de 1966 fue la noche en la que Richard Speck escribió una de las páginas más terroríficas del crimen de Estados Unidos

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Paco Delgado

Madrid - Publicado el - Actualizado

11 min lectura

John E. Douglas, junto a su compañero Mark Olshaker, recogían en el libro “Mindhunter: Dentro de la unidad de élite de crímenes en serie del FBI” el encuentro con un recluso de la prisión de Stateville y una anécdota que David Fincher trasladaría a la serie de Netflix "Midnhunter". Un preso anónimo que les contó la historia de otro hombre que se encontraba dentro de la misma institución penitenciaria: el célebre Richard Speck, condenado a pasar de 400 a 1.200 años en prisión por el asesinato de ocho mujeres el 13 de julio de 1966. Según especificaba el testigo en el libro de Douglas, a Speck se le conocía como “Birdman”, el “hombre pájaro”. Un mote que obedece al personaje de Burt Lancaster en la película “El hombre de Alcatraz” o, como se titulaba originalmente en Estados Unidos: “Birdman of Alcatraz”.

En el largometraje, estrenado en 1962 y dirigido por John Frankenheimer, Robert Stroud es un preso que cumple una condena de cadena perpetua, mientras descubre una nueva vocación en el cuidado de animales heridos. Según el testigo que habló con los autores de “Mindhunter”, Speck recibió el nombre después de que adoptara a dos pájaros heridos que habían entrado por la ventana de su celda. “Era un gorrión que entró por una de las ventanas rotas, tenía algo roto y él le cuidó hasta que volvió a ponerse bien”, relata el preso en el libro.

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Tal fue la nueva relación que forjaron el pequeño animal y Speck que le ató una pequeña cuerda a una de las patas para que se quedara con él. Le adiestró para que se quedara posado en su hombro y lo convirtió en su particular mascota y su amigo durante un breve tiempo en la cárcel. “Llegado el momento, un guardia le avisó de que no podía quedarse con él en la celda, el preguntó 'ah, ¿no puedo?'”, continuaba el relato. Speck miró desafiante al carcelero, se acercó lentamente hasta un ventilador que había en una esquina de la sala y lanzó al pequeño gorrión a las aspas. “El guardia, horrorizado, le dijo que creía que le gustaba el pájaro”.

“Me gustaba, pero si no puedo tenerlo, nadie más puede”.

La diferencia entre dos padres

Richard Speck nació en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, poco antes de que su familia se trasladase hasta Monmouth, Illinois. Allí se crió junto a sus otros 7 hermanos (uno de ellos murió con apenas 20 años) en una familia ampliamente numerosa, pero particularmente Speck estaba unido a su hermana pequeña Carolyn y a su padre Benjamin, un hombre sobrio, granjero, y que en esos años trabajaba como empaquetador para una empresa local. Sin embargo, la tragedia sobrevino a la familia de Richard cuando su padre falleció de un ataque al corazón cuando el pequeño tenía solo 7 años.

Ante la dificultad de sacar una familia adelante, la madre de Richard no tardó en casarse de nuevo pero, en esta ocasión, encontró a la antítesis del que había sido su padre. Mary Speck contrajo matrimonio en 1949 con Carl Lindberg, un vendedor de seguros, alcohólico, con problemas de ira y con un registro de 25 años de antecedentes criminales.

Imagen de un puequeño Richard Speck, durante su infancia en Monmouth, Illinois

Imagen de un puequeño Richard Speck, durante su infancia en Monmouth, Illinois

Según cuentan los familiares y el propio Speck, cuando era un niño recibió toda una serie de golpes en la cabeza: se dio con la barra de un toldo, se estrelló con la bicicleta, se cayó de un árbol, sufrió un accidente tras golpearse con un martillo carpintero y, cuando tenía apenas tres años, quedó inconsciente al no llegarle el riego de la sangre a la cabeza. Es difícil conocer si de verdad todos estos fueron accidentes fortuitos pero, en cualquier caso, Richard vivió la mayoría de su infancia y adolescencia entre la soledad social y el temor a su padrastro. Tampoco consiguió sacarse el título de graduado en el instituto, a pesar de haberse resistido a mudarse a Texas con su madre y su padrastro para quedarse en su pueblo, junto a su hermana Sara, e intentar graduarse en Monmouth. Nada de ello sirvió y Richard nunca se graduó.

Años de alcoholismo y detenciones

Ya a la tierna edad de 12 años Speck comenzó con el consumo de alcohol y drogas, una actitud que mantenía casi a diario. Su profesor de octavo curso le definía de esta manera en clase: “Era un gruñón, pero no era contestón. Evidentemente le habían enseñado a no contestar. Pero era un solitario, sin ningún amigo en clase. Parecía estar como perdido, como si no supiera que estaba pasando a su alrededor. Creo que nunca la vi sonreír, y tampoco fui capaz de enseñarle nada. No creo que nadie hubiera llegado hasta él, parecía como si estuviera perdido en la niebla”.

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Según recoge el libro “El crimen del siglo” de Dennis Breo, su primer delito lo cometió apenas con 14 años, cuando incendió parcialmente un parking de coches. Casi inmediatamente después de que su padrastro terminara abandonándoles, Richard entró a trabajar en una fábrica de la conocida marca de bebidas 7-Up, época en la que conoció a una joven de 15 años llamada Shirley Malone, a la que dejó embarazada en apenas tres semanas y con la que terminaría casándose y teniendo una hija. No obstante, eso no le mantuvo fuera de los problemas.

El mismo día que nació su hija, Speck estaba en prisión cumpliendo una sentencia de 22 días por pelearse en una bar. En los años posteriores continuaría con delitos como atracos a ultramarinos o el asalto con cuchillo a una mujer en un parking. Las salidas y entradas en prisión las combinaba con un consumo reiterado de alcohol y drogas y el eventual divorcio de su mujer. Análisis décadas posteriores barajaban la posibilidad de que, como fruto de los golpes en la cabeza que sufrió en su infancia, Speck sufriese de unas jaquecas que solo podía mitigar con un alcoholismo que desataba su conducta violenta. En 1967 el Doctor Ziporyn teorizaría con la posibilidad de Richard sufría de síndrome orgánico cerebral y que sus conductas violentas eran resultado de sentirse traicionado por mujeres.

Fotografía de Speck tras una de las ocasiones que ingresó en prisión durante su juventud en Dallas, Texas

Fotografía de Speck tras una de las ocasiones que ingresó en prisión durante su juventud en Dallas, Texas

Verano de 1966

Durante el mes de abril, y después de haber pasado los últimos tres meses entre las tabernas de Chicago, el cuñado de Richard, Gene, pensó que una buena oportunidad laboral para el hermano de su mujer sería en la Marina de Estados Unidos, donde él mismo había servido años atrás. Richard fue designado a la tripulación del Clarence B. Randall. Sin embargo, una apendicitis el primer mes a bordo le devolvió a tierra, concretamente al Hospital St. Joseph, donde conoció a una enfermera de 28 llamada Judy Laakaniemi. No tardó en volver a bordo del buque, donde persistió en una constante actitud de enfrentamiento con sus superiores y episodios de embriaguez constantes.

El 15 de junio de 1966 fue oficialmente retirado del Clarence B. Randall. En lugar de volver a casa de su hermana, Richard tuvo otra idea: viajar hasta Houghton, Michinga, donde se reencontraría con Judy, la enfermera del St. Joseph, que en ese momento se encontraba en proceso de divorcio. No obstante, solo dos semanas después, Judy Laakaniemi le dio a Richard Speck 80 dólares y el ex marinero, rechazado, volvió de regreso hasta Chicago, a casa de su hermana.

Gene llevó de nuevo a su cuñado hasta el Sindicato Nacional Marítimo (NMU), a darle de alta, para que se le asignara a cualquier empleo temporal que surgiese. Frente a las oficinas del sindicato había un recinto de cinco casas adosadas, destinadas a enfermeras en prácticas en el Hospital Comunitario de Chicago.

Fotografía de las víctimas de la mascacre del 13 de julio, semanas antes del incidente

Fotografía de las víctimas de la mascacre del 13 de julio, semanas antes del incidente

La noche de los crímenes

El 13 de julio Richard Speck estaba furioso. Tras una semana esperando en la oficina de recepción del sindicato marítimo, solo había conseguido que le asignaran un único trabajo. Un encargo que, en el momento de llegar al muelle, resultó que no era para él. La frustración se apoderó de él y se dirigió a la taberna más próxima al NMU, donde conoció a una mujer de 53 años a la que acompañó a su casa, violó y robó una pistola de 15 dólares que había encargado por correo. Richard estaba, como se suele decir coloquialmente, sin blanca. Y borracho.

Gloria Davi, Patricia Matusek y Nina Schmale, tres de las ocho enfermeras asesinadas por Richard Speck

Gloria Davi, Patricia Matusek y Nina Schmale, tres de las ocho enfermeras asesinadas por Richard Speck

Se acercó hasta el numero 2319 de la calle 100th de Chicago, donde vivían Gloria Davy, Patricia Matusek, Nina Jo Schmale, Pamela Wilkening, Suzanne Farris, Mary Ann Jordan, Merlita Gargullo, Valentina Pasion y Corazon Amurao. Todas eran estudiantes de enfermería, dos de ellas de origen filipino. Speck llamó a la puerta, vestido todo de negro, con la pistola que había robado a la mujer de 53 años y un cuchillo. Amurao, de 21 años, fue quien abrió la puerta. Richard le dijo que se calmase, que sólo quería el dinero que tuviesen. Speck llevaba tatuado en el brazo la frase “Nacido para alzar un infierno”.

Speck solo encontró en el cuarto unos 90 dólares. Las ató a todas los pies y cabeceros de la cama con perfectos nudos marineros, dada la experiencia en el Clarence B. Randall. Las amenazó con el cuchillo y las fue maniatando conforme las ocho jóvenes llegaron a la habitación. Una a una, las arrastró hasta el cuarto contiguo, donde las violaba, acuchillaba y estrangulaba. En un vídeo filtrado a la prensa en 1996, Richard relataría: “No es como en la televisión. Tardas más de tres minutos y se requiere mucha fuerza para estrangular a alguien”.

Imágenes de la habitación de las enfermeras tras la noche de 13 de julio de 1966

Imágenes de la habitación de las enfermeras tras la noche de 13 de julio de 1966

Mientras mataba una a una a sus amigas, Amurao consiguió zafarse de los nudos y arrastrarse debajo de la cama, donde permaneció escondida, espectadora del horror, hasta que se hizo de día y el asesino se hubo marchado por la puerta trasera. No solo fue Amurao quien avisó a la policía, sino que sería quien terminaría metiendo a Speck entre rejas.

Evaluación psiquiátrica y juicio

La policía no tardó en identificar al culpable del múltiple asesinato. Además de la descripción que había brindado la enfermera filipina, tenían restos biológicos del sospechoso por todas partes. Aún así, la policía le tendió una trampa: anunció una falsa oferta de empleo para un marinero en Nueva Orleans, ciudad que el propio Speck había confesado en el momento del crimen que era su destino y el motivo por el que quería el dinero de las enfermeras.

Retrato robot con el que la policía localizó a Speck y dibujo de la declaración de Amurao en el juicio

Retrato robot con el que la policía localizó a Speck y dibujo de la declaración de Amurao en el juicio

Un plan que no dio sus frutos, ni siquiera rastreando la llamada desde el hostal en el que había dormido los últimos días: ya se había marchado. La captura fue más sencilla: detuvieron a Richard Speck en el hospital al que le trasladaron tras intentar suicidarse. El sospechoso mantuvo en todo momento que no recordaba nada de aquella noche y se declaró demente y no apto para el juicio, algo que el juez rechazó de pleno, pero al que asignó una terapia de dos sesiones a la semana desde mediados de julio hasta febrero de 1967, todas ellas a cargo del Dr Ziporyn.

Ziporyn no solo mantuvo la teoría de las secuelas cerebrales de los golpes, sino que Speck padecía del síndrome Madonna Whore, que exponía que los hombres nacidos tras la Segunda Guerra Mundial mantenían dificultades para encontrar el punto medio entre la mujer santa (Madonna) y la prostituta (whore). En la misma época algunos expertos barajaron la posibilidad de que padeciera el síndrome Jakob: un exceso de cromosoma Y que podría provocarle aversión a las mujeres y que, aseguraban, se manifestaba en su acné facial.

Speck, durante una de las evaluaciones psiquiátricas previas al juicio

Speck, durante una de las evaluaciones psiquiátricas previas al juicio

No solo los análisis determinaron que el cariotipo de Speck era 46, XY (no padecía el síndrome), sino que el juez desestimó la teoría de Ziporyn de que estaba demente en el momento de los asesinatos. De hecho, tanto la defensa como la acusación acordaron no tomar en consideración el testimonio del psiquiatra durante el juicio ya que, en los meses en los que había tratado al sospechoso, había recibido su permiso para publicar su biografía, y estaba a punto de salir a la venta.

Sentencia y años en la cárcel

Durante las primera semanas después de su arresto, Speck confesó al Dr. Leroy Smith haber cometido los crímenes, pero lo hizo bajo los efectos de un sedante y no era válido en un juicio. “No nos hace falta, tenemos un testigo visual”, aseguró John Stamos, fiscal del condado de Cook. Y no se equivocaba. El juicio se celebró en abril de 1967 y duró lo que tardó Corazon Amurao, superviviente de la masacre, en señalarle en el juicio y en desplegarse las pruebas biológicas en la escena. El jurado popular sentenció a Richard Speck a la silla eléctrica.

Corazon Amurao, superviviente de la masacre, a su llegada a los juzgados para testificar

Corazon Amurao, superviviente de la masacre, a su llegada a los juzgados para testificar

No obstante, tras varios años de pruebas médicas intentando probar la existencia del síndrome Jakob y tras presentar un largo recurso en la Corte Suprema de Illinois, la condena de Speck pasó de pena de muerte en 1967 a una condena de 400 a 1.200 años de cárcel. Fue un golpe de suerte. Solo cuatro meses antes, la misma corte sentó precedente al declarar inconstitucional la pena de muerte contra William Furman en el estado de Illinois.

Así pasó Speck a convertirse durante décadas en el Birdman de la prisión de Stateville. Allí, en 1978, reconocía por primera vez públicamente, y a través de una entrevista para el periódico Chicago Tribune que era el autor de la masacre. “No albergo ningún sentimiento sobre aquella noche. Dijeron que había sangre por todas partes. Yo no lo recuerdo. Fue como si nada... Estoy verdaderamente arrepentido. Por esas niñas, por sus familias, por mí. Si volviera allí otra vez, lo convertiría en un simple atraco”.

Al pueblo de Estados Unidos, solo decirles que sigan odiándome. Sé que eso mantiene su moral alta. Y, la verdad, yo no sé que haría si no fuera así”.

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