Cada vez hay más madres de 40 que de 25 años: ¿Qué nos lleva a ser padres tan mayores?
En la última década el número de mujeres que superan la cuarentena al tener su primer hijo se ha incrementado cerca de un 20%, lo que nos sitúa en el doble de la media europea
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Cada vez hay más madres de 40 que de 25 años en España y también menos niños. Los nacimientos han caído un 24% menos respecto a hace 10 años, según los últimos datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística. En paralelo, un retraso cada vez mayor de la maternidad. ¿Qué nos lleva a ser padres tan mayores? Según los expertos consultados por COPE, influyen tanto factores económicos como sociales y el resultado es que la natalidad está en el mínimo histórico.
Parte del desplome se debe a la edad a la que son madres las mujeres españolas. Más del 10% tienen su primer hijo a los 40 años o más, el doble que la media europea, según Funcas. Entre 2013 y 2023 el número de madres que superan la cuarentena se ha disparado casi un 20%, lo que provoca que actualmente nacen más bebés de mujeres de esta edad que de madres que no llegan a los 25, cuyo número ha caído un 26% en la última década.
Diferentes factores detrás de la maternidad tardía
Estos datos demuestran un cambio de tendencia en cuanto a la maternidad, que puede explicarse por las circunstancias socioeconómicas, la precariedad laboral, las dificultades de acceso a la vivienda o el cambio de preferencias entre los jóvenes, entre otras razones. España ya hace tiempo que encabeza el ranking europeo del país en el que hombres y mujeres tienen el primer hijo más tarde, que ahora está en torno a los 32 años de media. “El hecho de que tengamos tanta dificultad para reunir las condiciones para decidirnos a ser padres hace que la gente vaya apurando cada vez más a edades avanzadas”, afirma Albert Esteve, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Hay un retraso generacional de la fecundidad debido a razones culturales, de estilo de vida, en los primeros años, y después a razones económicas en la década de los 30. Luego ya es la suerte de que haya mujeres que más allá de los 40 años todavía puedan concebir, porque sabemos que muchas de ellas no alcanzan ni a tener el primero”, explica.
María José López Álvarez, directora del Observatorio de Conciliación de la Universidad de Comillas, coincide en que la precariedad laboral que hay entre los jóvenes de nuestro país retrasa decisiones vitales como la de ser madre. Sin embargo, señala que en algunos de los estudios que se han publicado en los últimos años, los jóvenes siguen manifestando que tienen en su proyecto vital tener hijos. “Creo que no es tanto que sociológicamente ahora haya otros proyectos vitales que no contemplen el tener hijos, sino que hay dificultades y complicaciones que hacen que al final se tengan los hijos tarde y se tengan menos de los que se desearía”, apunta.
“Cuando ya tienes todo solucionado es tarde”
“La maternidad se está demorando hasta un punto en el que ya cuando te lo puedes plantear prácticamente es tarde”, confiesa Tania, que este año cumple ya los 40 años. Hasta hace bien poco no pudo ni siquiera pensar en ser madre, al no encontrar una estabilidad laboral, en su caso dificultada por ser autónoma, ni tener una seguridad en su vida y con su pareja para empezar a formar una familia. “Cuando ya tienes todo esto prácticamente solucionado, que ya puedes acceder a comprarte una casa, has podido ahorrar, tienes estabilidad laboral, te va bien... tienes 38 años. Te dicen que ya tienes una edad que lo mejor es que vayas ya a fecundación in vitro”.
“Cuando eres joven y tu cuerpo está preparado para poder ser madre no hay una forma en la que socialmente puedas llegar a ello”, alerta Tania, que considera que hacen falta más medidas sociales para lograr una estabilidad laboral y una vivienda antes. “Noto que la juventud cada día se alarga más, los 30 son los nuevos 20, los 40 los nuevos 30, pero la mujer y su biología no le permite alargar más la maternidad por mucho que mentalmente nos sintamos jóvenes”.
Virginia ha terminado siendo madre por primera vez a los 39 años. Al igual que Tania, la precariedad de su puesto de trabajo provocó que un embarazo fuera impensable hasta bien entrada en la década de los 30. “Empecé a intentarlo a los 33 pero nos cruzamos con la infertilidad”. En el caso de su marido debido a un cáncer y, por su parte, porque sufre de ovarios poliquísticos y problemas de tiroides que dificultaban mucho conseguir un embarazo. El coronavirus les paralizó el tratamiento, lo que provocó que no pudieran empezar con él hasta pasada toda la pandemia y retrasar aún más la llegada de su primer hijo.
Cuando por fin llegó el bebé fue una felicidad absoluta, pero Virginia se ha encontrado en este tiempo con las dificultades que lleva el poder conciliar su vida familiar con la laboral o la preocupación por no tener cerca a su madre o a su círculo más cercano para ayudarla en el momento en el que el niño se ponga enfermo. “Era también uno de los miedos por los que antes ni me había planteado ser madre, porque con mi trabajo era imposible”.
La falta de conciliación, uno de los escollos para decidir formar una familia
Para María José López Álvarez, la conciliación es sin duda uno de los factores a la hora de decidir si tener hijos o no. Incide, sobre todo, en “la falta de conciliación desde el punto de vista de las mujeres, porque todavía hay una brecha de género muy importante en el tiempo que se dedica al cuidado no remunerado. Esa falta de reparto igualitario de las tareas domésticas y de todo lo que tiene que ver con la crianza de los hijos repercute muy negativamente, sobre todo, en las mujeres”. Por lo tanto, considera que todo lo que se haga para favorecer la conciliación supone una ayuda y un impulso a la hora de tomar la decisión de tener hijos.
“Creo que desde las administraciones públicas hay que poner en marcha más iniciativas de apoyo económico a las familias y a las empresas para que se pueda conciliar”, opina la directora del Observatorio de Conciliación de Comillas. En lo que respecta a las empresas, bajo su punto de vista, habría dos aspectos en los que todavía se puede seguir avanzando. Uno de ellos es la corresponsabilidad. “La ley ya establece muchos permisos intransferibles para que sean disfrutados tanto por el padre como por la madre, pero es necesario que en las empresas se incentive y se sensibilice a los trabajadores, sobre todo, en sectores muy masculinizados para que esos permisos se disfruten de manera igualitaria y se favorezca esa corresponsabilidad”, destaca López Álvarez.
El otro aspecto sería la flexibilidad en cuanto a horarios, a la distribución de la jornada laboral, o la posibilidad de acceder a teletrabajo, que para la profesora de Derecho del Trabajo es una cuestión todavía pendiente. Reconoce que hay empresas que lo tienen más complicado que otras porque la mayoría de empresas de nuestro país son pymes y “en una organización de tamaño reducido implementar estas medidas a veces puede ser más complicado, pero también es verdad que hay que buscar soluciones organizativas que permitan a las madres acceder a estas medidas de flexibilidad que son fundamentales para sostener la crianza de un hijo”.
Fomentar la emancipación para adelantar la maternidad
En cuanto a medidas gubernamentales, según Albert Esteve, no hay prácticamente ningún país que por ahora haya conseguido grandes resultados para evitar la caída de los nacimientos a través de medidas políticas. “Alemania consiguió subir unas décimas, se ve que hubo políticas con incentivos y ayudas económicas a las familias. Todo eso puede ayudar, pero esas políticas tienen que darse en las edades clave, no pasados los 40”.
A medio o largo plazo, para remontar la fecundidad lo esencial es mejorar los niveles de emancipación de los jóvenes, tal y como apunta el doctor en demografía. “Muchas de las políticas que se hacen, por ejemplo, de conciliación están muy bien, pero no son de fomento de la natalidad, porque actúan sobre parejas que ya han tenido hijos. Hay que trabajar unos años antes y que a partir de los 24-25 años la gente ya empiece a pensar en vivir de manera independiente, a desvincularse del nido paterno y al cabo de 3, 4 o 5 años pueda emerger esa necesidad de tener hijos”.
En cualquier caso, todas estas soluciones son fundamentales para intentar que los niveles de fecundidad actuales puedan subir, o al menos conseguir mantenerlos, ya que los datos, según Esteve, no invitan a un gran optimismo. “Nosotros tenemos una fecundidad de 1,16, pero hay países que están bajando por debajo del 1, como Corea del Sur, que ya tienen un 0,78, y no es descartable un escenario así”, subraya el demógrafo. Y es que el incremento de población de nuestro país, que el INE situó el año pasado rozando los 48,6 millones de habitantes, fue un espejismo que se compensa con los datos de la inmigración. En 2023 nacieron 6.629 bebés menos que en 2022, lo que supone que el número de nacimientos se ha reducido en un 2% solo en el último año.