El fumador pasivo, el gran olvidado

Diecisiete años sin fumar te convierten en exfumador. En realidad eres exfumador cuando superas seis meses sin encender un cigarro. Lo que he conseguido al llevar 17 años sin someter a mi boca, garganta, esófago, estómago, pulmones… ( y no sigo), al humo directo es evitar enfermedades cardiovasculares o pulmonares o algo peor.

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Doctor Granda: "Está demostrado que los fumadores pasivos presentan enfermedades y sintomatología por vivir con fumadores"

Raquel Pérez Polo

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Evitar hasta cierto punto porque sigo sometida al humo del tabaco esperando al autobús, me veo obligada a atravesar una cortina de humo al entrar o salir de mi empresa porque todos los fumadores se concentran en la puerta, puede que no pueda esquivar el humo de los de la mesa de al lado en una terraza y … Como todo exfumador soy intolerante (¿por qué debo ser yo que no echo humo la que se aparte y no muestra ese respeto quien fuma? Los fumadores deberían ponerse en el lugar del no fumador o visualizar otras situaciones como una persona con gastroenteritis le vomitara encima ¿le gustaría? No me digas que una cosa no tiene que ver con la otra) y lo que es peor, soy FUMADOR PASIVO.

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El fumador pasivo, ¿mito o realidad?, se pregunta la doctora Isabel Nerín del Departamento de Medicina y Psiquiatría de la Unidad de Tabaquismo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza y nos responde sin dar un solo resquicio a la duda: "Se dispone de evidencia científica suficiente acerca de los efectos perjudiciales del tabaquismo involuntario. En adultos es causa de cáncer, enfermedad respiratoria y cardiovascular. En niños incrementa el riesgo de enfermedades respiratorias y de muerte súbita en lactantes". A lo largo del artículo, la doctora Nerín puntualiza que "en la historia del consumo de tabaco ha habido muchos mitos. Y es cierto que uno de ellos ha sido el llamado “tabaquismo pasivo”.

Si costó décadas concienciar a los fumadores de los perjuicios del tabaco y su relación, por ejemplo, con el cáncer de pulmón, ¿cómo iba a ser fácil convencer de que el “fumador pasivo” sufre las mismas consecuencias? Tres lustros tardó el epidemiólogo japonés Hirayama en demostrar la relación del cáncer de pulmón y otras enfermedades en mujeres no fumadoras que convivían con varones fumadores, recuerda en su artículo la doctora Nerín, que destaca como este médico japonés “fue duramente criticado por investigadores financiados por la industria del tabaco, que argumentaron errores estadísticos en su trabajo para invalidar sus resultados” aumentando así el mito del fumador pasivo.

Y así durante años hasta que “la medicina basada en la evidencia” reconoció que el “tabaquismo pasivo”, “tabaquismo involuntario”, “aire contaminado por humo de tabaco”, “humo de segunda mano” como gusta utilizar en la sociedad anglosajona o “humo ambiental de tabaco”, da igual como lo llamemos, “incrementa el riesgo de muerte súbita en los niños, aumenta las infecciones respiratorias y de oído, asma y alteraciones en el desarrollo pulmonar. La exposición en adultos tiene efectos inmediatos sobre el sistema cardiovascular y es causa de enfermedad coronaria y cáncer de pulmón. La evidencia científica indica que no existe un nivel seguro de exposición. Millones de personas, niños y adultos, están expuestas al humo del tabaco en sus hogares o en el lugar de trabajo. Sólo la limitación completa para fumar en espacios cerrados protege a los no fumadores. Las separaciones entre fumadores y no fumadores en un mismo espacio y los sistemas de ventilación no son efectivos para proteger a los no fumadores”, concluía el informe del Departamento de Salud Pública de EE.UU. sobre la exposición involuntaria al humo del tabaco en 2006.

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El humo que genera el cigarrillo, el humo que expulsa el fumador y las partículas de ese humo que se adhieren a muebles, ropa, paredes, todo suma dice la doctora Teresa Vargas, neumóloga del Hospital Nuestra Señora del Prado de Talavera de la Reina, “el fumador pasivo está expuesto a dos tipos de humo: el que se genera directamente desde la punta del cigarrillo, que contiene una mayor cantidad de sustancias peligrosas para la salud que las que inhala el propio fumador, y el que es exhalado por el individuo que fuma. Además se expone también alas partículas nocivas que quedan adheridas a las superficies y que son muy difíciles de eliminar. Todo ello se sabe que aumenta fundamentalmente el riesgo de cáncer de pulmón y de infarto e ictus en los fumadores pasivos así como las exacerbaciones en enfermos con patologías respiratorias crónicas. En la mujer embarazada puede retrasar el crecimiento del feto y aumentar el riesgo de muerte súbita del lactante. En los niños puede producir afecciones respiratorias. A corto plazo puede producir tos, irritación de ojos, cefalea o dolor de garganta”.

Que un no fumador sepa que puede acudir a lugares libres de humo será un buen principio para combatir el tabaquismo en un futuro no muy lejano, espera el doctor Carlos Jiménez, presidente electo de la SEPAR, “lo normal sería que un 3 por ciento, un 4 por ciento de la población consuma tabaco, pero lo importante es que los fumadores sepan que van a recibir ayuda médica si quieren dejar de fumar y que los no fumadores sepan que pueden acudir a lugares públicos libres de humo”.

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