Morir, perder a un ser querido o quedarse postrado en una cama de por vida

La dura realidad de las víctimas de los accidentes de tráfico

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Morir, perder a un ser querido o quedarse postrado en una cama de por vida

Álvaro Rubio Martín

Madrid - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

La Organización Mundial de la Salud (OMS), denuncia que cada año fallecen más de un millón trescientas mil personas en la carretera. Entre ellos, 500 son niños. 50 millones de adultos quedan heridos de por vida. Víctimas inocentes de un mal, llamado accidente de tráfico.

Los accidentes en carretera representan una de las mayores catástrofes humanas que como aseguran desde la plataforma Stop Accidentes, está “silenciada por la indiferencia de los gobernantes”.

Pero desde COPE.es consideramos que para contar la realidad de los accidentes de tráfico, es necesario ponerle voz a las víctimas. Mar Cogollos, presidenta de AESLEME, cuenta a COPE cómo fue su accidente: “Veníamos de pasar un fin de semana en la playa y una distracción del conductor manejando la radio del coche hizo que nos saliéramos de la carretera dando vueltas de campana. El coche quedó boca abajo. En ese momento yo ya no notaba las piernas. Me sacaron del coche por la ventanilla, y eso es algo que nunca se debe hacer. Cuando recuperé la conciencia ya estaba en el hospital en la cama, boca arriba y sin poder moverme”.

Cuando hay un accidente es mejor no mover a las personas que estén en el interior del vehículo hasta que no lleguen los servicios de emergencia, porque “a veces una pequeña lesión que tiene cura, puede convertirse en una irreversible como la mía. En el momento en el que uno entra en el hospital siempre cree que le van a curar, pero cuando el médico te dice que intentes mover la pierna... y la pierna no se mueve y te va pinchando con una aguja por todo el cuerpo y ves que no sientes nada hasta la altura del pecho... Te hundes. Pero piensas en levantarte de la cama, en ir al gimnasio... Pero no puedes. Tengo afectadas las manos, el tronco y las piernas. No tengo sensibilidad por debajo del pecho”.

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Mar tuvo una lesión medular por la que se quedó en silla de ruedas, y a día de hoy sigue sin sentir nada por debajo del pecho. “Sales, y lo primero de lo que te das cuenta es que a partir de ese momento vas a depender siempre de una persona, para ir al baño, para vestirte... para casi todo. Esa independencia que tenía con 25 años, dejé de tenerla. Es en ese momento cuando tienes que reinventarte”.

Ella es psicóloga, y eso le ayudó mucho a mentalizarse y a saber tirar hacia delante ayudando a otras personas que habían tenido una situación parecida a la suya. Estuvo un año y medio ingresada en un hospital hasta que le dieron el alta, pero asegura que fue muy feliz.

“De lo que te das cuenta es que a partir de ese momento vas a depender siempre de una persona”

A pesar de tener afectados la vejiga y su órgano reproductor, Mar ha sido madre de mellizas. Reconoce que lo pasaba muy mal cuando oía una sevillana y no podía bailarla o no podía hacer un deporte que le encantaba, o ponerse el vestido de novia que siempre había deseado. “Cuesta rehacerse. Echo de menos mi intimidad, mi independencia, hacer deporte... Me encantaría, pero hago muchas otras cosas que quizá no hubiera hecho si no hubiera tenido el accidente. Siempre que se cierra una puerta, se abren dos”.

Fernando Muñoz, vicepresidente de Stop Accidentes, es el padre de un joven que hoy tendría 36 años, pero el domingo 5 de agosto de 2007 por la mañana, mientras iba de vacaciones con su novia por la carretera de Extremadura, se salió de la vía, intentó enderezar el vehículo pero chocó contra el guardarraíl y acabó estrellándose contra un pilar de hormigón de los que sujetan los puentes. De los que está en la mediana. Allí perdió su vida a los 25 años. Su novia, consiguió salvarse.

Fernando lleva desde entonces recogiendo firmas  para intentar que este tipo de pilares se protejan para que a nadie más le ocurra lo que le ocurrió a su hijo. “¿A qué esperan para que esto se arregle? ¿A que muera más gente en estas circunstancias? Esto destroza una familia”.

“Cuando nos llamó la Guardia Civil, yo cogí el teléfono. Esa llamada me dejó fuera de juego. Mi mujer y yo nos alteramos demasiado. Nunca piensas que esto te va a pasar. Te quedas ido. Sientes un dolor tremendo. Tienes ganas de reventar, es algo terrible”, recuerda Fernando.

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“Mi hijo no iba rápido, ni había consumido alcohol ni drogas. No le gustaba correr. Puede que su novia se quedara dormida y mi hijo diera alguna cabezada y se distrajera. Hay que tomar medidas entre todos para intentar evitar tantas muertes”, concreta Fernando.

“Que un padre entierre a un hijo es la peor desgracia que te puede caer”

Fernando considera que lo más duro que una persona puede perder en la vida es a un hijo: “que un padre entierre a un hijo es la peor desgracia que te puede caer”. Tanto él como su mujer lo tienen claro, el tiempo no lo cura todo: “es mentira, el dolor sigue estando ahí. Es como un cáncer que lo tienes hasta que te mueras”. Ellos tienen a otra hija, y entre los tres han sabido salir adelante y “vivir con esta situación de la mejor manera posible. Con la familia unida. Nosotros necesitamos estar felices y reírnos de vez en cuando. Mi hijo se ha muerto, pero la vida sigue para nosotros y tenemos que tirar para adelante. No le vamos a olvidar nunca pero no podemos estar siempre triste”.

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Charo González, responsable jurídica de AESLEME tuvo un accidente con 24 años. Conducía ella, y llevaba a su familia dentro del vehículo. A sus familiares no les pasó nada, pero ella no llevaba puesto el cinturón y salió disparada por la luna delantera: “Fue en el verano del 82. Iba con mis padres, mis hermanas y mi sobrino pequeño. Veníamos de camino a Madrid. No me puse el cinturón. En una curva, una mala maniobra por mi parte hizo que el coche volcara. Salí disparada y tuve una lesión medular grave. Cuando el médico me dijo lo que me iba a pasar... yo no me quería despertar. Para mí el amanecer por la mañana y abrir los ojos era una condena absoluta cada día”.

“Cuando el médico me dijo lo que me iba a pasar... yo no me quería despertar”

Charo asegura que no recuerda nada de aquel momento, solo el frenazo en la curva. Estaba estudiando derecho, era joven, y su vida cambió por completo. Se quedó en silla de ruedas y tuvo que adaptar toda su casa para poder hacer una vida “normal”.  “La vida sigue. Te quedan dos opciones, o quedarte a llorar en casa o tirar hacia delante. Menos mal que a mi familia no le pasó nada, porque hubiera sido peor que mi lesión. Eso lo sigo pensando cada día”.

“A mí nunca me han visto llorar ni me han visto deprimida. Hay que intentar ser fuerte”. Charo, a día de hoy tiene la posibilidad de andar con muletas y puede conducir un vehículo adaptado. Su vida ha cambiado pero ella ha hecho lo que ha podido porque sea lo más normal posible.

Charo recomienda a los que cada día se meten dentro de un vehículo que “un coche es algo que tienes que controlar tú, no nos puede controlar nunca. A veces nos domina porque vamos a más velocidad, y cuando te das cuenta ya puede ser tarde”. La responsable jurídica de AESLEME pide sobre todo civismo al volante.

Mar Cogollos manda un mensaje claro a los conductores: “Yo no arriesgaría mi vida por contestar una llamada o un whatsapp ni creo que tengamos tanta prisa como para ir a 160, ni ponerme el cinturón para ir a la vuelta de la esquina. Son cosas muy tontas y que pensamos que a nosotros nunca nos va a pasar. Ese es el problema. Porque esto nos lleva a tener un accidente y puede llevar a una lesión que ya no tiene cura para el resto de tu vida”.

Fernando Muñoz considera que las cosas no se están haciendo bien y que queda mucho por poner de nuestra parte para evitar más muertes en los accidentes de tráfico: “Detrás de cada muerte, hay una familia. Todos debemos ser conscientes de que tenemos que cambiar esto. Hay que prevenir, porque tú nunca piensas que te puede pasar lo que le pasa a otras personas, hasta que te pasa. Y es ahí cuando mueres, matas a otra persona, pierdes a un ser querido, o te quedas postrado en una cama para toda la vida”.

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