Amaia y Alfred naufragan en Eurovisión e Israel gana el duelo de divas a Chipre
España no pasa del puesto 23 pese a la brillante actuación de la pareja. Austria e Italia, las sorpresas de una gala donde jurado y televoto no coincidieron en sus preferencias
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Amaia y Alfred sumaron este sábado una nueva debacle a la larga historia de tragedias españolas en Eurovisión. Otra más. Igual de sonrojante, igual de predecible. Pero el fracaso de ambos duele aún más si cabe que otras veces. El halo de optimismo y popularidad que se granjeó su candidatura a raiz del arrollador éxito de "Operación Triunfo" ha sumado a una joven generación de españoles a la tradicional ilusión por el concurso. Además, la proximidad geográfica del país anfitrión propició a su vez que centenares de eurofans hayan viajado estos días hasta Lisboa para disfrutar de su primer Eurovisión en vivo. Todos han quedado decepcionados por el nuevo fracaso sin palitativos de TVE, incapaz de estar a la altura en un concurso que siguen cada año más de doscientos millones de espectadores en todo el mundo. No bastó la magia de ambos intérpretes sobre el escenario, sus miradas, sus gestos cómplices. Tampoco el desbordante respaldo de los seguidores españoles en el Altice Arena, que cantaron junto a ellos "Tu canción" y que rompieron en una impresionante ovación al término de la actuación. La España que ha visto ganar mundiales de fútbol y Oscars de la Academia de Hollywood se ve incapaz de poner fin a esta particular travesía por desierto que ya se prolonga durante casi cincuenta años. (Así ha sido la actuación de Amaia y Alfred en Eurovisión 2018)
Pese a las altas expectativas en las semanas previas, Amaia y Alfred quedaron finalmente en vigésimo tercera posición con 61 puntos, 43 del jurado y 24 del televoto. La pareja española fue la tercera menos votada por parte de los espectadores del festival. Un naufragio que, sin embargo, no hizo justicia a la brillante actuación de ambos. Tres minutos de pura emoción. Con una escenografía íntima y muy sencilla, la pareja confío sus opciones en las sonrisas y guiños románticos que ambos se dedicaron mientras interpretaron "Tu canción". Una actuación emotiva, elegante y en la que ambos estuvieron vocalmente perfectos. La pareja también contó con el respaldo de un público totalmente entregado, que creó un mar de luces blancas con sus teléfonos móviles. Una atmósfera mágica, apabullante, donde las gargantas de los centenares de eurofans españoles que poblaban el Altice Arena de Lisboa arroparon a ambos de una manera jamás vista en una actuación de España en Eurovisión. Ese apoyo se notó especialmente en el momento a capella, cuando las voces de los dos representantes se confundieron con las del público. Al final de la canción, y desbordados por la emoción, Amaia y Alfred se fundieron en un largo y cálido abrazo. El aplauso que recibieron del estadio fue atronador bajo gritos incesantes de "España, España".
Sin embargo, nada de esto ayudó a mejorar las opciones de una apuesta que languideció poco a poco desde su llegada a Lisboa con críticas a la "sencilla" y "plana" puesta en escena ideada por la delegación española. Tiros de cámara simples, iluminación sin fuerza y una ausencia de base argumental que dejaron al desnudo una candidatura que siempre depositó toda su fe en la química de ambos representantes. A tenor del resultado, no fue suficiente. Sobre todo porque otras dos baladas robaron a España todo protagonismo con actuaciones solventes y puestas en escena mucho más trabajadas.
Porque Eurovisión es voz, carisma y también espectáculo. La victoria de Salvador Sobral el año pasado pareció insuflar aires nuevos al festival al abrazar una apuesta extremedamente sencilla, intimista, cuidada, de un antidivo como era el portugués, que no necesitaba trucos ni artificios para sorprender. Y ese fue, quizá, su secreto para hacerse con el triunfo: la extrema expresividad del cantante que convierte cada actuación en una interpretación única, jugando con la voz y dejándose llevar por la emoción del momento. "La música no son fuegos artificiales. La música son sentimientos", dijo Salvador al recoger el micrófono de cristal en Kiev. Sólo un año después, Eurovisión se ha dado la vuelta premiando de nuevo la parafernalia y el show.
La israelí Netta es la antítesis de Salvador Sobral. Con unos gestos exagerados, mucho histrionismo y sobrado desparpajo, la joven cantante puso el festival a sus pies con una espectacular actuación de inspiración asiática, que incluía decorado con gatos chinos de la suerte, vestuario manga y los ya célebres cacareos de su tema "Toy". Israel llegó como absoluta favorita a Lisboa, pero su mecha parecía haberse apagado precisamente con el fuego de Eleni Foureira, representante chipriota. Pero el duelo de divas lo ganó finalmente la israelí gracias al apoyo masivo del televoto, sumando el cuarto triunfo de la historia para su país . "Estaba compitiendo conmigo misma, nunca estuve nerviosa con mi actuación. Creo que todo el mundo actuó de forma increíble esta noche, incluido Eleni, y bueno... alguien tenía que ganar", comentó entre risas en sus primeros minutos como ganadora. (Seis cosas que debes saber sobre Netta, la ganadora de Eurovisión 2018)
Los jurados dudaron con la propuesta israelí, que solo fue tercera. Los expertos votaron más para sorpresa de todos a Austria y Suecia, que el televoto después hundió. La apuesta israelí tampoco era del agrado de Salvador Sobral, y así dejó constancia el portugués en los días previos al festival. "No me gusta nada. Es horrible", llegó a decir el portugués. A la hora de dar el trofeo, Salvador fue cortés y le dio dos besos a su sucesora para abandonar apresuradamente el escenario. La fiesta no iba con él. Pero a Netta poco le importó: estaba pletórica, mostrando el micrófono de cristal con desbordante alegría después de creer que lo había perdido en el último tramo de carrera. Preguntada después, Netta dijo que se sintió respetada. "Sentí que me respetó cuando me dio el micrófono (el trofeo). Y... solo le envié amor", dijo en una respuesta muy aplaudida por la prensa internacional.
El trago amargo de la noche lo tuvo que digerir Eleni Foureira. La representante de Chipre, erigida en los últimos días como la salvadora de este festival, poco pudo hacer ante los cacareos israelíes. La artista helénica incendió el festival con una coreografía sensual, derroche de pirotecnia y efectos digitales que simbolizan el fuego que daba título a su canción. Le queda el honor de haber obtenido el mejor puesto para Chipre en su historia, pero también con la desazón de perderse un triunfo que todos ya le daban.
La otra sorpresa de la noche la protagonizó el austriaco César Sampson, la opción preferida por los jurados y castigada por un televoto que no premió la mejor voz masculina de la edición. Las llamaradas, los efectos y los golpes de luz fueron una constante durante gran parte de la final del festival, que contó con las excentricidades habituales de cada año: pianos convertidos en ataúdes (Ucrania), cantantes girando en una ruleta (Finlandia) y hasta juegos de puertas (Moldavia). Alemania e Italia, dos países del Big5, lograron acabar en las cinco primeras posiciones mientras que Portugal quedó relegada a la última plaza. Una mala noticia para el país anfitrión, que también quedó en evidencia cuando un espontáneo burló la férrea seguridad y se subió al escenario mientras actuaba la cantante británica SuRie. Pese a todo, la organización portuguesa ha superado con nota su primer festival en casa. Un certamen que ha demostrado que la música puede ser emociones... pero también fuego y cacareos.