El reverso de la nueva debacle de España en Eurovisión: un proyecto bien trabajado pero sin recompensa
España no acertó con una escenografía demasiado conceptual y alejada de la esencia natural de "La venda": la fiesta y la alegría
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Tal vez por inesperado, el deshonroso puesto 22 que Miki obtuvo este sábado en la gran final del festival de Eurovisión 2019 aboca a España a una reflexión profunda sobre los motivos que puedan explicar el nuevo descalabro sufrido en el programa musical más visto del mundo. Por primera vez en muchos años, TVE llegó a Tel Aviv (Israel) con el trabajo hecho. La cadena público 'fichó' a un experto director artístico para dirigir la escenografía de "La venda". Todo se estudió al milímetro: la realización, las luces, la coreografía... Miki, todo un regalo para el público eurofan español por su entrega y respeto al festival en estos cuatro meses de aventura eurovisiva, era el rostro visible que abanderaba un proyecto compacto, en el que todos sus integrantes confiaban. Y ese ha sido, tal vez, el mayor logro de España en Eurovisión 2019: asumir como algo natural que un objetivo tan grande como Eurovisión requiere de un trabajo previo sosegado, pormenorizado y en manos de profesionales del sector.
Entonces, ¿qué falló para que "La venda", muy bien valorada entre las propias delegaciones y el público eurofan, no consiguiera ni siquiera superar el puesto 20 de la tabla? Frente a la extrema sencillez en la escenografía de Amaia y Alfred, la delegación española exprimió cada segundo de actuación de Miki para sorprender al público europeo con trucos y elementos escenográficos de dudoso éxito. "La venda" guarda un mensaje implícito muy vitalista: despojarse de los prejuicios impuestos por la sociedad y ser uno mismo. Lo que tal vez el griego Fokas Evangelinos y el propio Miki no supieron ver es que el tema necesitaba de muchos menos recursos escénicos de los finalmente vistos. Porque la canción lleva en su ADN el caracter festivo y alegre fácil de transmitir a un continente tan diverso como Europa. No tuvo lógica el 'teatrillo' montado sobre el escenario cuando, tal vez, lo único fundamental era concentrarse en explotar al máximo la diversión de la canción. De todos los elementos el más fallido fue sin duda el de 'Paco', la marioneta gigante de tres metros cuya primera aparición en los ensayos de Tel Aviv provocó las risas de la prensa extranjera. ¿Realmente alguien pensó que dicho truco iba a granjearse el favor de los jurados profesionales? España cayó en un error estratégico fatal y las consecuencias fueron irremediables. Los fallos vocales de Miki en el ensayo general donde votaban los expertos tampoco ayudaron.
Pese a todo, es justo reconocer que este año España mereció más. En una final con propuestas tan indignas como las de San Marino, Alemania o Bielorrusia, Miki ofreció una actuación notable, llevó la diversión y el color al festival y supo entender a la perfección los conceptos en los que se sustenta el festival. El artista catalán ha sido todo un ejemplo de entrega y profesionalidad y el público español acabó muy satisfecho con su actuación. En una situación de tan extrema sobreexposición, lo conseguido por Miki es todo ya un triunfo.
TVE puede quedar también contenta por el trabajo realizado pese al pobre resultado cosechado. La cadena pública ha ideado un proyecto eurovisivo en torno a Miki y ha explotado todas sus posibilidades. Aunque la estrategia haya fallado, es justo reconocer la labor de los profesionales del ente y debe ser la primera piedra sobre la que se asiente el trabajo de cara al próximo año. Sería conveniente que TVE comenzara a preparar lo antes posible la nueva aventura eurovisiva, marcara objetivos y definiera de forma prematura sin titubeos ni imprecisiones cómo va a elegir a nuestro siguiente representante. Eurovisión 2020 ha comenzado ya y España no puede permitirse quedarse anclada más tiempo en los últimos puestos de la tabla.