Todo lo que necesitas saber sobre la final de Eurovisión y nadie te cuenta
Mujeres que flotan, jovenzuelos que berrean y maduritos que susurran intentarán ganar el gran festival de música
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Este sábado por la noche se celebra la gran final de Eurovisión 2019 y millones de personas en Europa y en todo el mundo van a seguir con mucha atención lo que pase en el escenario de la Expo de Tel Aviv, en Israel, para, a continuación, olvidarse del festival hasta el año que viene. En esta contracrónica, escrita por un periodista que cubre el certamen sin ser eurofan, vamos a repasar aquellas actuaciones que nadie puede perderse si no quiere estar desubicado en las corrillos del lunes junto a la máquina de café.
No volveremos a explicar por qué Australia participa en un concurso musical europeo pero sí es digna de mención su propuesta de este año, que versa sobre la ausencia de gravedad. La canción quizás no es la mejor pero la puesta en escena es literalmente de otro planeta. En la preselección nacional consistía en una mujer -la intérprete- atada a un largo palillo flexible tambaleándose mientras canta. La idea original se ha mantenido al llegar a Tel Aviv y los australianos han pulido de forma muy notable todos los detalles. Ahora consiste en una princesa Disney que flota en el espacio alrededor de la Tierra junto a sus dos criadas. Probablemente han logrado el cross-over definitivo entre ‘Frozen’ y ‘Star Wars’.
Islandia, que triunfó en la primera semifinal, trae una canción de ésas que despiertan adjetivos de difícil comprensión para los no expertos: que si punk, que si techno, que si industrial, que si psicodélico, que si rock duro… Resumiendo, para los profanos, son un grupo de jóvenes vestidos como en una película de Almodóvar -de las más histriónicas- que han transportado a la soleada Tel Aviv una ingente dosis de oscuridad nórdica y que se esfuerzan para quedarse afónicos. A un servidor le han seducido.
La de San Marino es una de esas actuaciones que a uno le puede gustar o no, pero que no deja indiferente. Todavía resuenan los lamentos de los periodistas en el centro de prensa cuando Serhat, el representante del diminuto país enclavado en Italia, logró este martes el pase a la gran final del concurso. Se trata de un señor maduro, con aspecto de dandy que todavía no ha superado la crisis de los cuarenta, que susurra la letra de su canción con voz ronca. Parece ese típico caballero que se acerca demasiado el micrófono a la boca en un karaoke para seguir desafinando y soplando, mientras agarra una copa cargada de misterio con la otra mano. Un espectáculo para no perderse.
Salvo que dé una sorpresa Australia, los expertos -y sobre todo las casas de apuestas- apuntan a Países Bajos como vencedor del certamen. Para los amantes de lo desconocido -como Iker Jiménez y el que está escribiendo este texto- sería una desilusión. Un hombre corriente tocando el piano mientras canta una historia triste. Fin. En estos instantes puedo confirmar que, de escucharla sin ver la actuación, todavía no la diferencio de otras baladas.
Sin embargo, obviamente, si una actuación va a provocar todo tipo de comentarios en nuestro país, ésa es la de España. Por primera vez en varios años nuestro representante está ilusionado con la canción y con la puesta en escena. Miki parece dispuesto a defender ‘La venda’ a capa y espada. La puesta en escena puede ser definida como inesperada, siendo políticamente correctos: una casa cubicular con reminiscencias noventeras es sacudida por una marioneta gigante. La cosa no queda aquí sino que ese enorme muñeco tiene nombre y se llama Paco.
Podría ser la nueva película de animación de Pixar pero no es así. Se trata de una gran metáfora sobre cómo el sistema -ese ente al que todo el mundo critica pero al que nadie pone cara- nos empuja a comportarnos de una determinada manera sin ser libres. Para lograr la ansiada independencia llega Miki, que con su charanga catalana hace que se les caiga la venda al resto. No sabemos si ganará el festival pero en este momento ya se puede anticipar que lo va a petar en redes sociales.