11ª SAN ISIDRO
David Galván se destapa con una faena plena de inspiración y personalidad propia
El gaditano corta una oreja de peso y se reinvindica en su única tarde en la Feria. Buen quinto toro de El Torero.
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Tarde de oportunidades en este San Isidro para toreros jóvenes aunque ya conocidos por estos lares. Dos de ellos ya habían saboreado las mieles del triunfo en esta plaza, y por unos u otros motivos, han quedado relegados a ese furgón de cola que busca ese triunfo que de nuevo les haga reengancharse a las grandes ferias. El único que aprovechó su cartucho en la isidrada fue David Galván, que sacó cabeza, demostró capacidad y resolutiva actitud y pidió la vez para ser repetido en esta plaza en un futuro que ojalá sea cercano.
El toro que abrió plaza lució una tremenda arboladura que venía acompañada después por unas hechuras armónicas y entipadas. Fue un toro más de movimiento que de entrega. Galván fue generoso con él dándole distancia y provocando que la gente viese más cualidades de las que realmente tuvo el de El Torero. Punteaba el engaño el toro, pero el mérito del gaditano fue limpiar los muletazos por abajo y dejar algunos de buen trazo dentro de un conjunto que no se terminó de redondear. Eso sí, le tumbó de un notable espadazo del que salió el toro rodado.
El feo cuarto hizo cosas raras en los primeros tercios, como si estuviese reparado de la vista. Quizá su mansedumbre era lo que realmente le lastraba. Se la jugó Juan Carlos Rey en un meritorio tercio de banderillas del subalterno colmenareño. El inicio de faena de su jefe de filas fue realmente primoroso. Por bajo primero, abriéndole los caminos con la pierna de salida genuflexa y un pase de pecho a la hombrera contraria. Tan claro lo vio así, que la siguiente tanda fue por el mismo palo sumando una capeina que resultó muy cantada. El toro, a su altura, se dejaba sin celo ni tampoco maldad. Galván le cogió la distancia para componer tandas ligadas y muy estéticas. Al natural el toro era otro y pasaba sin decir nada, así que la sal la tuvo que poner el torero. Muy rítmico todo, con sabor 'poncista' y con dos soberbias trincherillas que pusieron en pie a los tendidos. Y de nuevo otra estocada arriba de perfecta ejecución para sumar una oreja de ley que concitó el quorum de toda la plaza.
El primero del lote de Álvaro Lorenzo traía una amplia testa que tapó en parte su vareada anatomía. Aún así, las dos perchas que coronaban su cabeza eran de quitar el hipo. El del hierro gaditano se dio con nobleza en el último tercio. Firme el toledano, que fue ordenando la embestida primero por el pitón derecho y después al natural, por donde surgieron varios naturales de profundo trazo. Faltó ligazón para que aquello hubiese prendido más en los tendidos. Lo cazó a la tercera y fue silenciado.
El quinto fue el único toro del sexteto que descolgó con nobleza y clase en los engaños. Lorenzo volvío a fimar una faena con intermintencias. Mejor resuelta a izquierdas, por donde el toro hizo el avión y el torero le condujo con largura y templanza. Pero al conjunto le faltó unidad y, sobre todo, continuidad y rotundidad. Dejó media estocada arriba previo pinchazo y la ovación final se la llevó el toro rumbo al desolladero.
El tercero de la tarde, al contrario que otros hermanos de camada, disimuló su escasa cara con una amplia y cuajada anatomía. El de El Torero no fue ni bueno ni malo. Dejó estar a un Ángel Téllez algo envarado de inicio y que después se perdió un mar de muletazos que calaron poco. Todo se espesó aún más cuando tras media estocada tendida pasaron los minutos sin saber ni Télllez ni su cuadrilla qué hacer para terminar de finiquitar al toro.
Blandeó el sexto tras su paso por el caballo, con el agravante de que la puya quedó prendida en el lomo del toro tras el segundo puyazo. Se puso pronto al natural, pero el animal se metía por dentro y no humillaba cuando se desplazaba. Lo intentó también en redondo, pero aquello no fluyó. Nunca se le vio convencido al toledano, lejos de aquel torero que ilusionó como triunfador de la isidrada de 2022. Le levantó los pies del suelo el toro sin consecuencias en la parte final del trasteo. Quiso levantar su imagen a base de un valor atropellado que le hizo volver a ser volteado cuando intentaba unas manoletinas. Pero ya era demasiado tarde para voltear la situación. Pera más inri, no lo vio claro con la espada y a punto estuvo de escuchar los tres avisos.