13ª SAN ISIDRO
Del drama al gozo y un final con fundido a negro
Andrés Roca Rey cuaja una notable faena que no es premiada con la oreja y escucha los tres avisos después.
Publicado el - Actualizado
4 min lectura
Como si de un guión cinematográfico se tratase. La corrida número 13 de la Feria de San Isidro vivió momentos contrapuestos y con distintos giros de guión. Drama, casi tragedia, fantasía y un final con fundido a negro en forma de tres avisos.
Roca Rey era la piedra angular de un festejo que volvió a llenar la plaza de Las Ventas. Primera de las dos tardes en el abono. Y sobre él giró la trama de la corrida. Paró a su primero con unos mandones delantales y apostó desde el inicio de la faena por el buen toro del Conde de Mayalde, a la postre, el más completo del sexteto. Un prólogo explosivo que resolvió con dos pases por la espalda que ligó al de pecho para captar la atención de toda la plaza. El toro se dio más y mejor por el pitón derecho, por donde el peruano bajó mucho la mano. Profundidad y temple para conducir con autoridad las embestidas del toro. Al natural bajó el diapasón de la faena, que volvió a subir revoluciones con una coda en redondo más en corto y, sobre todo, por unas bernadinas finales de gran ajuste. La estocada arriba, pero el toro se resistió a doblar y sonaron hasta dos avisos antes de que Andrés se decidiese utilizar el descabello. Falló en primera instancia, acertó a la segunda. La petición no aflojó en intensidad pero el palco no quiso considerarla mayoritaria. Que lo era... Roca Rey no salió a saludar ni la ovación.
El quinto traía 580 kilos en la báscula y manseó mucho y claramente en los primeros tercios. Pero se atisbaba cierto fondo de nobleza y clase. Le apretó mucho Roca en el primer tramo de faena. Quizá demasiado con tan poco depósito de casta. Comenzó el toro a venirse a menos y a reponer entre pase y pase. Ahí comenzó la cuesta abajo. Se espesó el torero, que pinchó de fea manera hasta en tres ocasiones. Cuando introdujo la espada, se fue descaradamente a los blandos. El toro acusó el navajazo pero comenzó a amorcillarse y Roca Rey a ver el tiempo pasar. Sonaron los avisos. Uno, dos... el toro barbeando tablas pero sin echarse. Y así hasta que llegó el tercer aviso justo cuando el toro doblaba las manos. No se entendió la actitud del peruano y ese fundido a negro que tuvo el final de su actuación. Volverá a Madrid, que no espere carantoñas.
Que Cayetano pudiese dar muerte a su primer toro fue casi un milagro. El toro que abrió plaza le había arrollado a la salida de un puyazo. Le hizo hilo, le encunó y le prendió por la chaquetilla arrastrándole por el ruedo de Las Ventas. Salió KO el torero del trance y tuvo que irse a visitar al doctor García Padrós. El segundo momento de apuro, ya en el toro de su lote, llegó cuando quiso iniciar la faena de rodillas cerrado en tablas en los terrrenos del sol. Se le paró el toro en mitad de la suerte y tuvo que poner pies en polvorosa para tomar el olivo y salvarse de nuevo. Éste del Conde de Mayalde tuvo un pitón izquierdo por el que embistió sin maldad, pero también sin entrega ni chispa. Voluntad y determinación puso Cayetano en un trasteo sincero que no terminó nunca de rematar.
Tras volver a pasar por la enfermería por segunda vez, Cayetano salió a lidiar el sexto, un astado que había pesado 610 kilos. Demasiado tonelaje para tan poco fondo de casta. Tuvo bondad el astado del hierro toledano, pero sin la necesaria emoción como para llegar a los tendidos de Madrid. A ambos toros los tumbó de sendos espadazos en muy buen sitio.
Quien llegó a Madrid a confirmar su alternativa y dejó una grata tarjeta de visita fue Jorge Martínez. El murciano se las vio en primer lugar con un toro, el de la ceremonia, que había tenido movilidad y cierta violencia en los primeros tercios, pero que cuando se quedó a solas con Jorge ya no fue el mismo. Tenía además la tendencia a soltar la cara a la hora de llegar al embroque. Faena firme del toricantano, demostrando su buen corte de torero.
Una buena imagen que se acrecentó con el que lidió en cuarto lugar al correrse turno por Cayetano. Aquí, Martínez firmó una faena de largo metraje en la que lo mejor llegó ya en la parte final cuando corrió la mano con temple, largura y empaque por el pitón derecho. Muy atalonado, sin vender nada más de la cuenta. En ambos fue silenciado.