5ª FERIA DEL PILAR
Desastre ganadero, a la mañana y a la tarde, en la segunda corrida de Zaragoza
Toros de hasta tres hierros diferentes se lidiaron este martes en La Misericordia. Fandi, Castella y Ureña, de vacío.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La acusada mansedumbre de los astados lidiados finalmente en la segunda corrida del abono del Pilar propició hoy un desastroso espectáculo sobre la arena del coso zaragozano, una vez que los veterinarios tuvieron que reconocer hasta 23 ejemplares para poder aprobar, rondando las dos de la tarde, esos seis definitivos.
Los problemas de la mañana, una vez desechados todos los toros anunciados de García Jiménez para que el cartel se acabara recomponiendo con animales de otros tres hierros diferentes, provocaron tras el paseíllo una sonora protesta contra la empresa de buena parte del público que cubrió los tres cuartos del aforo, y que fue aún más sonora una vez arrastrado el sexto manso de la tarde.
Y es que, con suficiente y hasta sobrado cuajo, pero más aparentes por delante que en sus descompensados cuartos traseros, la mayoría de los que se lidiaron en última instancia, cuatro de ellos con la divisa de José Vázquez, dieron un pésimo juego, algunos incluso huyendo despavoridamente de los caballos de picar y todos rajándose o parándose en el último tercio.
De la quema general sólo se salvó en parte el tercero, uno de los más mansos en varas pero que aguantó un rato embistiendo a la muleta con una fácil nobleza, repitiendo con claridad y sin apretar demasiado a su matador, el murciano Paco Ureña, quien, sin agobiarle tampoco de inicio, ayudó mucho a que el animal tardara en cumplir su deseo de rajarse.
Poco a poco se fue asentando Ureña para guiar al astado en líneas paralelas, que fue como le pudo ligar algunas tandas estimables, pero alargando tanto su empeño que el de Vázquez acabó por afligirse y, pasado de faena, le complicó mucho las cosas a la hora de entrar a matar, lo que le hizo perder un probable trofeo.
También se dio a la fuga en varas el hondo tercero, yendo y viniendo sin fijeza alguna de un lado a otro de la plaza, hasta que El Fandi, por puras facultades físicas, consiguió lo que no habían podido hacer ni capotes ni varas: fijar al manso.
El tercio de banderillas que protagonizó el granadino fue espectacular y portentoso, pues, corriéndole de espaldas para clavar en la suerte de la moviola, acabó por encelar al toraco, que fue a más en su empeño de embestir a aquel que le provocaba a cuerpo limpio.
Esos dos primeros pares, que tuvieron tanto de acierto lidiador como de lucimiento, ya pusieron en pie los tendidos, que acabaron por entregarse del todo a Fandila cuando redondeó el tercio ligando, sin solución de continuidad y sin irse de apenas de la cara del manso, otro tercero al violín y aún otro más al cuarteo.
Ese gran momento, el más destacado de la tarde, pesó sin duda para que se le acabara pidiendo una oreja que, en realidad, perdió todo su sentido con una trapacera faena de muleta, sin un solo muletazo medianamente templado a un animal a la defensiva por la escasez de fuerzas derivada de su falta de remate en los cuatros traseros.
Antes, El Fandi movió un rato tras la tela a un primero de Pereda descastado y muy a menos, aunque con cierto temperamento, mientras que Paco Ureña, ya en el cierre, también se extendió sin mucho sentido con un bastote remiendo de Valdefresno que hizo sexto y que no tardó en volverle grupas.
Por su parte, Sebastián Castella les hizo dos trasteos largos y anodinos a los dos toros menos mansos de José Vázquez, pero sin celo ni empuje alguno ante la inconcreta muleta del francés.