1ª SEMANA GRANDE
Hermoso de Mendoza se despide con oreja y con honores de su feudo donostiarra
El rejoneador destaca en un festejo mixto en el que también puntúa el novillero Marco Pérez. Morante, de vacío.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El jinete navarro Pablo Hermoso de Mendoza, que al igual que el novillero Marco Pérez cortó una oreja, se despidió hoy con honores del coso de Illumbe, donde no ha fallado ninguna feria desde su inauguración en 1998, en la corrida mixta con que se abrió la Semana Grande de San Sebastián.
Y esos honores consistieron, fundamentalmente, en el reconocimiento que le tributó el propio Orfeón Donostiarra, que le dedicó brillantemente desde el tendido el tema 'Festora', al finalizar el paseíllo, y ya en señal de despedida el famoso 'Agur Jaunak' (o 'Adiós, señores') típico de los momentos de adiós en el País Vasco.
No en vano, el rejoneador navarro ha sido base de los carteles de todas las ferias desde que los toros volvieron a San Sebastián, lo que hizo que el público que acudió a esta primera de la Semana Grande le tratara con gran receptividad y cariño durante las distintas fases de su actuación, más allá de su mayor o menor acierto.
En ese sentido, fue más deslucida su faena al primero de la tarde, un encastado "murube" de Capea ante el que acertó más a la hora de torear con la grupa de sus caballos que a la de clavar, y con el que recurrió más de la cuenta a la ayuda de sus auxiliadores.
Pero Hermoso pudo enderezar tan emotiva tarde con el cuarto, un astado más hondo y de incansable clase en su galope que le sirvió para lucirse en banderillas con su estrella 'Berlín', que también usó sus cuatro traseros para llevar muy templado al de Carmen Lorenzo en el toreo de costado y en los adornos, suficiente para, tras un rejonazo trasero, poder disfrutar de esa última vuelta al ruedo de Illumbe.
Otra oreja le dieron los donostiarras, en esta inusual corrida mixta, al novillero Marco Pérez, para el que se embarcaron dos terciados utreros de Núñez del Cuvillo que no terminaron de romper. Muy al contrario, el tercero, que tuvo poca fuerza, llegó incluso a rajarse mediada la faena de muleta, pero al joven salmantino le dio tiempo hasta entonces a lucirse sobre todo en el toreo de adorno.
La vistosidad del mexicano "quite de oro", con el capote a la espalda, fue el prólogo de un trasteo habilidoso en lo fundamental y más jaleado en los remates, pero a falta del acierto a espadas que sí tuvo Pérez con el sexto, al que saludó con dos largas cambiadas y al que ayudó a sacar más impulso, desde su desfondamiento, a base de pausas y temple, y con un broche final más populista que le sirvió para amarrar el trofeo.
Morante de la Puebla fue el único en irse de vacío al encontrarse con dos toros de Juan Pedro Domecq de tan buenas hechuras como faltos de raza y de fuerzas. El artista sevillano estuvo muy paciente con ellos, consintiéndoles e intentando que siguieran su muleta con ese punto más de entrega del que ambos carecían.
Pero su primero no dejó de calamochear, incluso yendo a peor, y el quinto, perfectamente picado por Pedro Iturralde, además de pegajoso y de cortas arrancadas, siempre quiso puntear las telas de un Morante que desistió cuando ya era evidente la imposibilidad de la faena y que abrevió con mucho acierto con los aceros en las dos ocasiones.