MADRID

La Luna de Sangre eclipsó la última nocturna clasificatoria de Las Ventas

El arrojo de El Galo y las buenas maneras de Alejandro Gardel estuvieron por encima de una dispar novillada de La Ventana del Puerto.

El Galo tirándose a matar sin muleta al sexto novillo de La Ventana del Puerto en Las Ventas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

A las 21:30 de la noche, el día no quería pasar el testigo a la oscuridad. El cemento reflejaba una luna rojiza al son de Ragón Falez. El aficionado migrante al norte y el peregrino en busca de la raza de Comeuñas en Valencia abrieron la puerta al jolgorio que han instaurado las novedosas y copiosas cenas de Simón.

Tanto es así que la salida del primer novillo se jaleó tanto o más que un taconazo de Guti. Acentuó en exceso las características propias de su sangre. Jabonoso II hizo honor a su nombre. Resbaladizo en cada lance, Mario Herrero tuvo que cabalgar a terrenos del 4 para cazar al animal. En un principio se mostró dócil pero de nula fijeza.

Aprovechando su movilidad, Alejandro Gardel supo dejarle la muleta en la cara. Pulcro e inteligente, con las bambas quietas y virando la cintura. Dicho así parece un baile veraniego, pero lo que hizo Gardel, por momentos, fue torear. Con un concepto basado en la ligazón y en la colocación. Se vino abajo el brío del novillo y no terminó de apostar el madrileño. Eso y la magnificencia del eclipse eclipsaron, valga la redundancia, la labor del novel.

El segundo fue todo codicia de salida y la aprovechó David Salvador para torear, sin mucha lucidez, con el capote. El quite de El Galo por chicuelinas fue simplemente soberbio. Lástima que los paladares estivales demanden algarabía con el percal. Brindó al público y se lió dejando la montera en la raya. Ay el postureo…

El novillo puso de manifiesto que ansiaba la distancia. El salmantino no terminó de fajarse con él. El tedio se apoderó de su labor, acompañado, otra vez, de los inoportunos 103 minutos que le quitábamos luz a nuestro querido satélite. El hijo de la vaca Mitinesca se fue degollado al desolladero, una pena. La ovación en el arrastre así se lo hizo saber.

El tercero, hijo de madre del primero, salió suelto en el capote, pero lo supo fijar El Galo. Fue remiso al caballo a pesar del tesón de André. Quitó Gardel por chicuelinas y compuso una media de cartel añejo. Al mismo tiempo, El Galo agarraba los garapullos. En Madrid genera cierto brote desconocido de urticaria ver a un matador coger los palos, pero el torero mejicano dejó entrever unas facultades bárbaras.

Brindó al público en los medios y allí se quedó para torear en redondo. Fue bronco el novillo y dificultó el lucimiento, pero El Galo no se arredró. Enfibrado, enfrontilado y con trazas de torero. Y con 19 años, que las novilladas empiezan a desprender cierto tufillo benidormí. Frescura y juventud es lo que hace falta. Se fue detrás de la espada y cobró una estocada efectiva al segundo intento.

El cuarto era un novillo adelantado. Embistió templado en el capote de Gardel, fruto más de su escaso vigor que de su condición. Se aprovechó del viaje el madrileño, que lo lidió a favor de obra. La magistral lidia de Pedro Lara y los toreros pares de Raúl Cervantes levantaron al público. La escasa fortaleza de Cardilisto impidió desarrollar siquiera un designio de faena. Se fue pronto a por la espada, que viajó a Mordor previo paso por Isengard. El único pero de un buen Gardel.

El quinto fue deslucido, desrazado y, en definitiva, malo. David Salvador porfió en una insulsa labor. En el segundo intento cobró una gran estocada. Recibió cariñosas palmas por el esfuerzo.

El sexto fue otro toro. El Galo salió en novillero con el capote. Lengüilarga se arrancó de largo al caballo y dejo ver el único tercio de varas medio decente de la noche. André Lagravere levantó más polvo que palmas con unas aceleradas lopecinas. Banderilleó con soltura y valor y metió a los valientes que no se habían ido a cenar en la faena. Con la muleta poco pudo hacer más que justificarse. Pinchó en el primer intento y se tiró a matar sin muleta en el segundo. El único momento tenso de un espectáculo con animales bravos. Raro, ¿verdad?

Solo la prodigiosa lente de Canito hubiese captado algo bello en esta noche que no fuese la grana luna. Dos años ha que nos dejó el maestro. Desde luego que estas cenas nocturnas a la luz del toreo no servirán de homenaje al fotógrafo con alma de matador. La semana que viene, la final. Ojalá y cambien las tornas, porque no hay mejor resumen para estas cuatro novilladas que el “vaya mierda” que salió del 7 cuando se echaba el último.

Madrid, viernes 27 de julio de 2018. 4ª novillada del certamen de nocturnas. Menos de un tercio de plaza (7723 asistentes).

Cuatro novillos de 

 y dos del 

 (4º y 5º). Excelentemente presentados y de dispar comportamiento. 1º, 2º y 4º, los más manejables; el 5º, imposible.

Alejandro Gardel, silencio y silencio.

David Salvador, silencio y leves palmas con saludos por su cuenta.

El Galo, silencio y ovación con saludos.

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