3ª VIRGEN DE LOS LLANOS

La manifiesta superioridad de Ventura frente al show de Cartagena en Albacete

En la corrida de rejones de la Feria de Albacete, Diego Ventura cortó dos orejas por una de Cartagena y Lea Vicens.

Diego Ventura y el mayoral de Los Espartales, a hombros en Albacete

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El arte del rejoneo, ejercicios ecuestres al margen, realizados en ocasiones a muchos metros de la cabeza de la res, se basa en la forma de acudir a la cara del toro. Además, se debería clavar por delante –o hasta el estribo, y no a la grupa, saliendo ya de la suerte-. Es vital la colocación de los hierros en el morrillo del animal, como las banderillas o estoque en la lidia a pie. Finalmente, hay que procurar llevar encelado, cuanto más reunido mejor,

al toro en el caballo, si es posible a dos dedos. ¿Se cumplieron esas máximas del buen toreo a caballo en la tarde del domingo de rejones en Albacete?

Cartagena tuvo la capacidad de conectar con un primero flojo y yendo con aire mortecino. Pudo ahorrarse todo los palos, largos y cortos, porque era blandísimo. Hasta tres veces se derrumbó el cuatreño. Lo mejor, el efectivo rejón de muerte. La oreja la ganó por el efecto contagio y por el show de Cartagena, más adornos y darse coba que otra cosa. El cuarto, otro toro bajo de casta y que se movía al trote, Andy acompañó el viaje sin demasiadas apreturas y clavando más despegado que otra cosa. Giros, adornos y vueltas para maquillar el poco ajuste y el clavar a toro pasado. Nueva pasada en falso, falló con el rejón y después dejó otro más trasero. Tuvo que descabellar, se enredó con el acero, y todo quedó en agua de borrajas, llegando a echarse el toro por aburrimiento. Los dos avisos, sintomáticos.

Diego Ventura templó a placer a su primero, con una facilidad casi insultante. El toro, este sí con más fortaleza aunque tampoco rebosante de la misma, acudía a los cites y Diego procuró siempre clavar de frente, exhibiendo su dominio en todas las suertes y adecuando distancias según se iba apagando el motor del toro, que terminó por griparse al recibir la última de las banderillas cortas. Dejó un rejón caído a toro pasado que le valieron las dos orejas de un público completamente entregado.

Con el quinto, fue como ese niño pequeño que juega a placer con el abuelo: le hace lo que quiere. Lástima que no hubiese más acometividad en el astado para seguir el ritmo de Diego porque dejó algún quiebro antes de clavar que fue muy celebrado, aunque alguno no quedó en lo alto. Terminó con las cortas al violín, con derrumbe del toro a mitad del epílogo. Los desaciertos con el rejón de muerte -hasta nueve intentos precisó- hasta cobrar uno un punto trasero, dejaron todo sin premio tangible.

Vicens recibió en la puerta de toriles al tercero, un ejemplar que se movió con transmisión y recetó un rejón de castigo. Dispar colocación en banderillas y con las flores, sin demasiada reunión. El banderillero provocó que se echase, tardando en alzarse. Tras varias dudas y pasadas en falso por parte de Lea con el rejón de muerte, con el toro luchando por mantenerse en pie, dejó un rejón muy trasero y perpendicular. Tras mínima petición, fue ovacionada.

Lea siguió con el último de la tarde, de nuevo sin cercanía, y clavando con algo más de tino que en el anterior capítulo. Destacó un quiebro hacia tablas por más arriesgado. Luego las flores, clavó a la segunda un certero rejón y el toro, aunque tardó en caer, cayó rodado. La oreja, pese a pedirle las dos, es justo premio concedido por la presidenta Armero.