VALLADOLID

Orejas a una intrascendencia ya conocida

El Juli y José María Manzanares pasean un trofeo por unas faenas planas y ya conocidas de antemano. Descastada corrida de Garcigrande-Domingo Hernández

Molitene de El Juli durante su actuación este jueves en Valladolid

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Alguien cercano preguntó cuando asomaban al ruedo cuántos años de alternativa sumaban Enrique Ponce, El Juli y José María Manzanares y cuántas veces habrían coincidido en un mismo cartel los tres diestros en las dos últimas décadas. La ironía no tapaba la pura realidad. Si a ello le sumamos la ganadería de Garcigrande-Domingo Hernández, lo previsible estaba por llegar.

Y así sucedió. La tarde en Valladolid este jueves resultó anodina y con guión ya conocido. Una ecuación que no casa con la emoción que se supone a este espectáculo. Ni un ‘ole’ se escuchó en toda la tarde. Las ovaciones sonaban siempre tras el de pecho. Labores estajanovistas para sumar de cara a la estadísticas de las que nadie recordará ya este viernes.

Así, de Domingo Hernández salió el primer animal del festejo. Un toro de armónicas hechuras que manseó en los primeros tercios y que rompió a embestir con cierta nobleza en el de muleta. Enrique Ponce muleteó con facilidad por ambos pitones aunque con escaso ajuste. Una tanda a derechas más ligada a mitad de faena resultó la más jaleada del conjunto. Dejó el valenciano un pinchazo que necesitó de dos golpes de descabello. La ovación final recompensó lo realizado.

Con el manejable cuarto, el de Chiva volvió a mostrarse ligero con la muleta. El toro iba y venía y Ponce lo pasaba con facilidad pero poco compromiso. Lo más torero llegó en dos doblones finales. Dos, no más. Pero ocho pinchazos hicieron que los tendidos se dividiesen cuando el valenciano salió al tercio a saludar sin mucho sentido después del petardito con el acero. Cosas del ensimismamiento.

La primera oreja de la tarde cayó en el segundo, un animal de breve anatomía y descastada condición que se dejó mucho en el último tercio. El Juli planteó su faena estándar con este tipo de toro de Garcigrande. Paciencia y, a base de sobar, sacar partido del toro en el tramo final de su labor. Faena plana, por momentos brusca y de escasos argumentos artísticos que coronó de más de media estocada en buen sitio. Como el toro cayó rápido, se le premió con el dadivoso trofeo.

El quinto, veletito, tapaba con ello su vareada anatomía. La suerte de varas fue un simulacro al partirse la vara cuando el toro entró por primera vez al caballo. De nuevo la faena del madrileño se vivió sin pasión ni eco desde los tendidos. Muchos pases, de todo tipo y condición. Pero como quien ve poner ladrillos. Un pinchazo previo a la estocada rebajó todo al premio de una ovación saludó desde el tercio.

José María Manzanares enlotó como primero de su lote a un toro de Domingo Hernández bajo de raza que se dejó a su altura, sin entrega. El alicantino templó y lo llevó a su aire, sin apretarle nunca por abajo. Siempre al límite y haciendo amagos de rajarse, el toro dejó a Manzanares ligar dos tandas compuestitas a derechas. Con la espada no lo vio hasta el tercer envite.

El sexto fue un ejemplar terciado y de escasa fuerza. Esa debilidad de remos le hacía soltar la cara y echar la cara arriba al llegar a los engaños de Manzanares. Aún asÍ, hubo dos series buenas, llevando al de Garcigrande muy cosido a la muleta. Tan confiado estaba Manzanares que recibió un topetazo sin consecuencias ya en las postrimerías de la faena. La efectividad, ahora sí, con la espada le hizo pasear una oreja excesiva para la propuesta del alicantino.

Valladolid, Jueves 12 de septiembre de 2019. 3ª de Feria. Tres cuartos.

Cuatro toros de 

 y dos de 

 (1º y 3º), de terciadas hechuras y de juego descastado aunque manejable en distintos grados. Todos se dejaron en el último tercio.

Enrique Ponce, saludos y división al saludar tras aviso.

El Juli, oreja y saludos.

José María Manzanares, saludos tras aviso y oreja.