FERIA DEL MILAGRO

Roca Rey se impone en el fracaso ganadero de Illescas

El torero peruano cortó dos orejas con el mejor toro de José Vázquez. Morante y Castella se llevaron sendas cariñosas orejas. 

Andrés Roca Rey en su salida a hombros este sábado en Illescas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Hace 20 años ya venía lo de José Vázquez por Illescas, por si alguno piensa que lo traen bajo el brazo las figuras. Escofina sí, que no corrida. De hecho en el siglo XX la mataban aquí Miguel Rodríguez, Óscar Higares y Vicente Barrera. Y no había carpas ni sobrinos de sangre azul. Por ello Maximino aparece cuando frotas la lámpara. El milagro es organizar la "feria chica" a principio de temporada y tenerla ya consolidada. 

Sigamos en el pasado. En 2008, por ejemplo, a 9 de marzo ya se habían celebrado en Illescas hasta nueves festejos. Aquel certamen Puerta Grande que hoy sí que sería un milagro. En esos años, toreros como Iván Fandiño se fogueaban gracias a la cubierta. Sacrificar la cantidad es tendencia y el sota, caballo y rey de las figuras es ahora lo mainstream. Y para rey, Andrés. 

A falta de una para las 150 corridas en Europa, Roca Rey comenzó temporada en Illescas con un animal que genéticamente mostró credenciales bovinas. Tras un puyacito, quitó por chicuelinas el peruano y se calentó Illescas. El inicio por estatutarios con uno cambiado por la espalda puso la plaza patas arriba. Ni Justin Bieber en Ontario. Es su momento. Hasta en los descuidos tiene la complacencia del que paga. Que hablen, aunque sea bien. Roca Rey. Faena de alto voltaje, que no calidad, y estocada hasta la bola en lo alto. Las dos orejas cayeron más rápido que los vasos de plástico duro, lo cual es difícil viendo el ajetreo ulescano en el bar. 

El último, con rizos y presencia de toro, salió suelto y con escaso vigor. Pese a las protestas de un público que se resistía a terminar el único festejo de campanillas en Illescas, el presidente Emiliano, salmantino hijo adoptivo de Cuenca, decidió dejarlo en el ruedo. Si había alguien capaz de hacer girar las cabezas del palco era Roca Rey. Las protestas fueron de órdago y la presteza no fue la virtud del prólogo peruano. Con la muleta, nada. La espada se le fue a un barrio bajo de Narnia en dos ocasiones. Feo final para un festejo que aspiraba a mucho más. 

Todo empezó antes. Cuando Morante sale con la montera y los otros dos debutan en la plaza da una idea del fenómeno en el que se ha convertido una plaza que quiere figurar en esto del menudeo taurino de principio de temporada. El saludo capotero de Morante fue como completar un rosco en Pasapalabra. A nadie le importa la calidad, lo que vale es hacerlo. Ni uno al nivel de Morante, pero como es él hay que jalear. Dos puyazos sin sentido ni fundamento que ahormaron en exceso al imberbe toro de José Vázquez. Brindó al rey emérito, que en las plazas de toros sigue y seguirá siendo el único rey. El prólogo morantista fue apoteósico. Desmayado, encajado y a gusto. Como el que pide una caña en la carpa aledaña al lado de Ana Obregón. En el nudo, poco. Detalles de torería y poco más. Aldeano no fue el mejor colaborador y Morante tampoco se puso el mono de trabajo. Se quedó todo en un amago de faena. Una estocada entera valió una oreja que no pidieron ni en la Puebla. Más sonrojante si cabe fue la ovación al toro. 

Mejor presentado el segundo y con un gazapeo sospechoso de salida. Castella lo paró y no terminó de cambiar su típico gesto serio. Dos puyazos en lo alto que gustaron al público y un quite por chicuelinas que despertó a los tendidos tras el aperitivo descafeinado de Morante. En banderillas, como siempre, un lujo ver a la cuadrilla de Castella. No está Curro Molina de luces, pero el capote de José Chacón vuela casi igual que lo hacía el suyo. Sin brindis real, trató el francés de aprovechar la inercia en la distancia, pero el embroque no tuvo ni pizca de emoción. En la tercera tanda, el toro ya había girado tres veces sobre su cuello. La insistencia de Castella fue directamente proporcional a la estulticia del animal. Illescas se impacientó. Lo mandó a mejor vida con pinchazo y estocada desprendida. 

La ofensiva raspa que hizo cuarto no gustó a Morante de salida y acrecentó el rumor de que aquello no iba a dar para mucho. No fue para menos. Morante hizo un Morante. Cuatro "mal daos" y a matar. A veces se agradece. Sainete con la espada y cómicas palmas. 

Fusilero salió distraído en quinto lugar y volvió a girar sobre su cuello, para desgracia de Castella, que ya no sabía cómo reaccionar ante su juguetona suerte. Brindó al público para comenzar en el tercio a pies juntos hilvanando pases que conectaron fácil con la gente. La mansedumbre de Fusilero dio para lo que dio y Castella supo administrar tamaña calidad. Naturales de trazo exquisito y siempre en el sitio el torero. Por el lado derecho bajó el tono de la faena y subió la velocidad del muletazo. Curioso fue que la banda de música cortó la función mientras el torero actuaba. Con buen criterio, porque aquello fue de más a casi nada. Gran estocada al segundo intento. 

Ni Infantas, Reyes, ni el gran José Bono fueron capaces de salir de Illescas toreando. El pincel del gran Remy habrá sido de los pocos en localizar ese instante decisivo de Cartier-Bresson. El evento continuó después y es de agradecer la intención de Maximino, pero José Vázquez está para otra cosas. Fusileros e indultos milagrosos aparte, la categoría que se ha ganado Illescas merece más presencia y entidad. Salió rana el festejo, pero sigue creciendo el milagro de Maximino. El año que viene, debe crecer. 

Illescas (Toledo), sábado 9 de marzo de 2019. Primera de feria. Lleno de "no hay billetes".

Toros de 

, desiguales y escasos de presencia. 1º, flojo y descastado; 2º, descastado; 3º, con raza y motor; 4º, desgastado; 5º, bravo y endeble; 6º, inválido y manso. 

Morante de la Puebla, oreja y pitos. 

Sebastián Castella, silencio y oreja. 

Roca Rey, dos orejas y silencio.