MADRID

Saltillo y el verano, idilio en Las Ventas

Dos novillos de nota salvaron una tarde en la que faltó mando y poder en los imberbes novilleros.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Volvía Saltillo a Madrid después del esperpento isidril. Según a quién le preguntes, claro. Como en todo, hay opiniones. La objetividad diría que la tarde del 4 de junio fue un atentado al toreo tal y como lo conocemos. Tantos y tantos toreros lucharon por conseguir un sistema como el de hoy. Con sus injusticias. ¿Cuántos ganaderos trabajaron por lidiar el producto que sale hoy de chiqueros? Pues bien, queda gente que prefiere el morucho y la tragedia. La tarde de hoy invitaba a eso.

Más aún viendo el cartel. Pero el toro pone a cada uno en su sitio. Hay que dar la enhorabuena, en parte, a don Joaquín Moreno Silva. Sus animales no se comieron a nadie, propiciaron el toreo. Añejo, pero toreo al fin y al cabo. Alberto Pozo sacrificó la torería y el gusto para dar paso al poder y a las ganas de avanzar. Con capote y muleta. Se presentaba en Madrid y el tendido desconocía sus habilidades rehileteras. No puso banderillas ni toreó a lo bonzo. Se plantó delante de su lote con ambición, fe y con mucha responsabilidad. Solventó la papeleta con un lote que no pasará a la historia. Merece otra oportunidad el torero de Albacete.

Jesús Díez dejó los mejores muletazos de la tarde. Con más corazón que cabeza, pero en un novillero no cabe sino eso. Se llevó, por cierto, una voltereta que dejó al tendido mudo. Eso fue a su primero, al que solo acertó a degollar con la espada. Con el cierraplaza, de nombre Guapetón y de embestida bellísima, Díez tardó en cogerle el aire. Cuando lo hizo, fue capaz de hilvanar muletazos de bella factura. Ay Saltillo… de vez en cuando también cría clase. No sé si por error, pero el novillo hizo el avión, con escaso recorrido, pero con superior vivacidad. Otro torero que, a pesar de su impericia y poco currículum, merece ser visto en Madrid.

Manuel Ponce vino a Madrid con la lidia canónica en mente. Descuido ese toreo “asaltillado” que tanto gusta en Las Ventas. Lo hizo, además, con una muleta similar al mantón de Manila de la ruleta de la fortuna. En su primero, al que despachó de media en Narnia y cinco descabellos, recibió pitos. Con el 5º, segundo de su lote, se gustó en el inicio muleteril. Hubo dos remates de cartel. Soberbio Ponce –Manuel-. El novillo, extraordinario. Pudo torearlo a su placer, que no el de Madrid. Aquello no terminó de cuajar. En el arrastre, el novillo recibió la ovación de un verano en pleno epílogo. El torero, saludó una inexistente ovación más allá de las autobuseras palmas y se llevó una severa bronca en el esportón.

El festejo fue tedioso y, lo peor, calurosísimo. 2 de septiembre a las 18:30 de la tarde. En el sol, unos pocos valientes que sacaron la entrada y unos cariacontecidos abonados que acuden más por devoción que por ganas. Ese aficionado sonámbulo que, él solo, es capaz de sostener el verano venteño. Más allá de sorteos y escaramuzas varias que evitan al empresario hacer su trabajo, hace falta reflexionar sobre los canículos festejos. Las cenas, bien. La asistencia, “mu” mal. Que pase otoño y el día de la Hispanidad, que restauren la plaza y después hablemos de qué es lo mejor para este coso de temporada.

Madrid, domingo 2 de septiembre de 2018. Flojísima entrada (4723 asistentes).

Novillos de

, bien presentados, excepto el 5º. Exigentes y con complicaciones. El 5º y el 6º, de buen juego.

Alberto Pozo, silencio tras aviso y ovación con saludos tras aviso.

Manuel Ponce, silencio tras aviso y leves palmas con saludos entre fuerte bronca.

Jesús Díez, palmas con saludos y bronca y ovación con saludos.

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