MADRID
El sello de Adrián de Torres ante una notable corrida de José Enrique Fraile de Valdefresno
El linarense corta una oreja mientras Gómez del Pilar, con el mejor toro, y Jesús Duque dan una vuelta al ruedo.
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Da gusto vivir un 15 de agosto en Madrid. Que si, que seguro que muchos publicaréis en Instagram vuestras fotos en la playa o en las fiestas de vuestro pueblo. Esto último os lo compro. Pero la capital de España tiene su encanto en una fecha tan especial. Devoción y afición. Virgen de la Paloma y Las Ventas. ¿Quién da más?
El caso es que el encierro reseñado de José Enrique Fraile de Valdefresno fue una corrida de triunfo. Con su trapío compensado más allá de algunas desigualdades. Con un puntito manso propio de su procedencia. Pero con cuatro toros con grandes posibilidades para provocar que esta fecha señalada siga teniendo en Las Ventas su buen bajío.
Abrió plaza un animal que dijo poco en los primeros tercios y que estaba preparado para la confirmación de Jesús Duque diez años después de su alternativa en Valencia. El de Requena estuvo más que solvente con el toro del hierro salmantino, que sacó buena condición en el último tercio. A la nobleza del animal, el torero respondió con temple y sitio. Mejor a derechas todo. Tanto la ejecución de los muletazos como la embestida del toro. Tras una estocada algo trasera pero efectiva, el tercero levantó al toro en el puntillazo y demoró la muerte. Al final todo quedó en una merecida vuelta al ruedo.
Al segundo de la tarde le aplaudieron de salida
los que demandan trapío pero no saben distinguirlo ni conceptualizarlo. Un toro muy serio por delante pero al que le faltaban kilos para rematar su amplia anatomía. A este de Fraile de Valdefresno le faltó empuje y motor para perseguir las telas de un firme Adrián de Torres que se justificó sin más. Con la espada y el descabello estuvo errático.
Gómez del Pilar se las vio en primer lugar con un toro de comportamiento cambiante que comenzó embistiendo con celo y buen son por el pitón derecho y al que el diestro toreó con mando y pulso. Pero al cambiar de pitón, todo se desbarató y lo que vino después no acabó alcanzando el nivel inicial.
El mansito pero noble cuarto fue un buen toro para el último tercio. Así lo vio y lo aprovechó Adrián de Torres. El linarense supo aguantar la embestida del
astado para, una vez en jurisdicción de su muleta, tirar con temple y aroma en sus formas. Tras una estocada eficaz, la petición pareció alcanzar la mayoría de pañuelos para la concesión de la oreja.
El quinto, sin lugar a dudas, fue el toro de la corrida. Un burel que tuvo humillación, clase y profundidad en sus embestidas. Cualidades que se atisbaron ya en los primeros tercios y que se confirmaron en el de muleta. Gómez del Pilar lo aprovechó en la primera parte de la faena, en la que toreó con encaje, mando y compás por ambos pitones. Pero con la faena hecha, el madrileño se empeñó en alargar el trasteo y la intensidad fue decayendo. Pinchó antes de la estocada y lo que iba camino de premio, quedó en una vuelta al ruedo.
El sexto pareció lastimarse en el caballo y llegó mermado de facultades al último tercio. Pese a la voluntad de Jesús Duque, el toro se acabó hechando mediado el trasteo.