PAMPLONA

La feria mantiene la norma de una oreja por tarde, esta vez para El Juli

Como en las dos tardes anteriores, este jueves volvió a cortarse una única y solitaria oreja, tampoco de mucho peso, que fue a caer a manos de El Juli.

El Juli con la oreja cortada este jueves en el séptimo festejo de los Sanfermines de Pamplona

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Y como también viene siendo la norma, el festivo público sanferminero siguió un día más sin contemplar una actuación verdaderamente redonda, una faena rematada y de toreo grande, pues ni el trabajo premiado ni el trasteo de Antonio Ferrera ante el único toro bravo de la corrida llegaron a grandes cotas.

Después de su intrascendente labor con el flojo y afligido segundo de la tarde, El Juli se encontró con un quinto altote, flaco y cornalón que fue tan mansote como noblón, pues se movió con claridad y tomó los engaños sin mucho celo pero sin mayor peligro.

En definitiva, un enemigo fácil al que un torero tan experimentado como él movió con oficio y sin apreturas, y sin demasiado temple, en una faena que no pasó de las apariencias hasta que, ya en su tramo final, El Juli se dio a los efectismos de los circulares y los alardes que calentaron a unos tendidos deseosos de aplaudir algo, y suficientes para ameritar la concesión del trofeo.

Un trofeo que, de no mediar un feo metisaca en los bajos, pamploneses y visitantes también le hubieran dado a Antonio Ferrera del cuarto, que fue, hasta al momento y con el de "jandilla" que no cuajó ayer Roca Rey, uno de los toros de la feria.

Mejor hechurado y más armónico que casi todos sus hermanos, tuvo este ejemplar de Victoriano del Río una entrega auténtica, buscando siempre por abajo, como los verdaderos bravos, los vuelos de los engaños... que fue con lo pocas veces le citó el también veterano diestro extremeño.

Se manejó con holgura y suficiencia Ferrera, aunque de cierta ligereza, con las telas moviéndose muy volanderas y sin mando real sobre las claras embestidas. Y, del mismo modo, si resultó vistoso en los adornos y en la puesta en escena, le faltó mayor hondura y compromiso con un animal al que nunca llegó a apurar. Más o menos como con el que abrió plaza, también manejable pero con una acusada querencia a tablas.

Pablo Aguado cerraba la terna para debutar en una plaza en la que su toreo de naturalidad, gusto y temple parece, en principio, muy fuera de contexto. Quizá por eso tardó algo el sevillano en ponerse en situación con el toro de su debut, aunque finalmente acabó por hacerle la faena más meritoria de la tarde.

Rajadito y violento en los primeros tercios, el toro fue atemperándose y fijándose ante la precisa y medida lidia que le dio el sevillano, que a base de suavidad y un buen manejo de espacios y tiempos logró incluso sacarle algún muletazo con trazo y bien compuesto.

Con el sexto, en cambio, a la falta de clase de un toro con movilidad pero sin entrega se sumó una cierta aceleración del torero, en una faena sin pausas ni respiros en la que pareció contagiarse del barullo de unas peñas que ya ansiaban salir a la calle para continuar con la fiesta.

Pamlona, jueves 11 de julio de 2019. 7ª de Feria. Lleno.

Seis toros de 

, muy desiguales de hechuras, cuajo y volumen, con alguno vareado y terciado, y con distintos matices dentro de su juego desrazado, con más movilidad que entrega o clase. Destacó sobre todos el cuarto, el único realmente bravo del sexteto.

Antonio Ferrera, ovación tras aviso y vuelta. 

El Juli, silencio y oreja.

Pablo Aguado, ovación y silencio.

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