Guillermo Hermoso se impone a la vacía corrida de El Canario y triunfa en Santander

Guillermo Hermoso de Mendoza compareció en Santander con sentido de la responsabilidad. Dispuesto a marcar su territorio. Su caballo "Martincho" estuvo a punto de ser atrapado por el toro de El Canario. Que manseó y se paró muy pronto, obligando a Hermoso a dar lo mejor de sí. A defender el apellido. Tuvieron jerarquía las banderillas sobre "Ilusión".

Por la necesidad del cite muy en corto, ante el muro de carne pétrea, inmóvil, en los terrenos de tablas. El par de farpas sobre 'Esencial', a dos manos, fue el más difícil todavía: explosionó Cuatro Caminos, que luego acompañó con un ¡ohhhh! el marronazo con el rejón de muerte, cuando el navarro se quedó sin toro y clavó en el aire. De inmediato mató con celeridad. A sus manos la primera oreja de la tarde.

En el último toro de la feria, el personal y templado evolucionar de 'Malbec' pusieron la nota de calidad de la tarde. Majestuosas sus batidas y armónicas las piruetas. Lentitud acaramelada. Otro toro vacío de El Canario puso las cosas difíciles: amarrado al piso en tablas del tendido 7, vendía caro cada paso.

Sobre el valiente 'Ilusión' trataba Hermoso de mantener la senda iniciada de la calidad y el clasicismo. Otro par de cortas a dos manos fue coreado al unísono por la plaza. Que ya entendía que la puerta grande era un imperativo categórico. Funcionó el rejón final. Hermoso puso broche al ciclo con su salida a hombros.

Pasaba los 600 kilos el abreplaza. No por regordío, sino por alto, largo y rematado por todos sus ángulos. El perfil convexo de la testa y los rizos en el testuz, tan propios del encaste Murube, daban expresión al toro de El Canario.

Desmochado con arreglo al reglamento, pero en exceso, como todo el encierro. Colaboró hasta un apagón total, justo cuando Leonardo Hernández más necesitaba de él. Había ido ajustando progresivamente los embroques en cada banderilla al quiebro; se dejó tocar las cabalgaduras en un afán intenso de encelar. Las cortas al violín ya fueron a toro parado. Se encasquilló el descabello, pie a tierra.

El cuarto fue manso de carreta. La lidia no iba con él. Caballo y caballero por un lado, y él por el otro. Leonardo Hernández se inventó una faena -valga el término importado de la lidia a pie- donde no había nada. Vistió el muñeco con maestría admirable. Y sin recurrir apenas a la galería. El acero topó reiteradamente con el granito de la inmovilidad bovina.

Lea Vicens conectó con el público a las primeras de cambio. Ayudó el galope enclasado de su primer antagonista; su fijeza como de hipnotizado; su codicia; que no tuvieron la duración deseada. Se llamaba 'Sardinero', oportunísimo nombre para Santander. Se amorcilló en el tramo final de la lidia. Un hundimiento total. Lea evolucionó con solvencia. Cabalgando a la velocidad, ligerita, del toro. Al segundo envite enterró medio rejón. El palco se agarró a esto para no conceder una oreja, con la petición en el límite de la mitad más uno.

El quinto tuvo todo lo malo: aculado en tablas, manso de wikipedia, se echó en los medios dos veces. Lea hizo uso del don del encantamiento, en el buen sentido de la palabra. Su derroche de voluntad y buen hacer generaba una gritería creciente, en los tendidos. La vaciedad del toro no pesaba en el ánimo del respetable, ansioso por aumentar el marcador de las orejas. Que quedó en una tras una fuerte petición de la segunda.

Santander, viernes 28 de julio de 2023. 7ª de Feria. Casi lleno.

Toros de

, mansos, parados y vacíos en líneas generales. Sólo los dos primeros atisbaron nobleza, sin duración.

Leonardo Hernández, silencio tras aviso y silencio tras aviso.

Lea Vicens, silencio y oreja con fuerte petición de la segunda.

Guillermo Hermoso de Mendoza, oreja y oreja.