3ª NTRA. SRA. SAN LORENZO
El Juli, de Pucela y plata, triunfa ante un gran Emilio de Justo sin espada y vibrantes 'victorinos'
Gran tarde de toros y toreros con una encastastada corrida de Victorino Martín y notables faenas de los dos toreros.
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No se resintió la taquilla pese a la baja de Roca Rey. El que iba a ser el cartel de la temporada quedó en un mano a mano que, a pesar de la ausencia del peruano, deparó una gran tarde de toros en el coso del Paseo de Zorrilla. La plaza se llenó practicamente en su totalidad. Los tendidos vibraron con una encastada y variada corrida de Victorino Martín ante la que salió a flote el magisterio de El Juli y la recuperacíón total de un Emilio de Justo al que solo el mal uso de la espadas le privó de un triunfo rotundo.
No dejó respirar El Juli al público tras los fastos y homenajes iniciales. A la verónica, en un saludo sublime de manos bajas y compás aprovechando la humillación y clase que sacó el abreplaza de Victorino. Las dos medidas hicieron crujir al coso vallisoletano. Embutido en un terno Pucela y plata, Julián administró al toro en el tercio de varas para después, muleta en mano, torear con tersura, temple y despaciosidad por ambos pitones. Faena de una precisión técnica totalmente perfecta. La estocada viajó trasera aunque fue letal. Quizá a esa colocación se agarró el palco para no conceder el segundo trofeo que fue pedido con fuerza.
No tuvo suerte Emilio de Justo con su primer toro, un animal terciadito y bizco del pitón izquierdo que nunca tuvo continuidad en sus embestidas. Perdía las manos y tendía a quedarse corto. Solo cuando el cacereño, mediado el trasteo, le apretó por abajo en una tanda a derechas aquello se conjuntó más y mejor. Pero solo fue esa tanda. Con la espada pasó un mal rato Emilio.
El tercer capítulo del festejo tuvo tan poca historia como casta el de Victorino Martín. Nunca rompió hacia adelante y siempre estuvo más pendiente de lo que ocurría más allá de las tablas que de la pelea que le quiso plantear Julián.
La tarde volvió a recobrar la emoción de la casta y el buen toreo con el cuarto. Un toro con el que Emilio de Justo se dejó de probaturas y se puso a torear por derecho desde el inicio de faenas. Con rotundidad de principio a fin, sin bajar nunca el diapasón. En redondo, echando la muleta al hocico para tirar de la embestida con mucha limpieza en el trazo. Y al natural, toreando con profundidad y ajuste máximo. Y como marca de la casa, los remates. Pases de pecho a la hombrera contraria y trincherillas de una gran hondura. Se le arrancó el toro a la hora de entrar a matar y lo cazó al encuentro dejando una estocada contraria que ralentizó la muerte del encastado ‘victorino’. Esa tardanza en caer enfrió a los tendidos, que pidieron una oreja de mucho peso que paseó Emilio.
El Juli brindó su última faena en Valladolid a Roberto Domínguez, torero de la tierra y apoderado del madrileño en la parte mollar de su carrera. A izquierdas toda la faena, sin que le tropezase ni una vez el engaño. Y cada vez más largos los naturales. Y cada vez más rotundo el trasteo. La sapiencia ‘julista’ para alborozo y disfrute del público de una de sus plazas con más salidas a hombros conquistadas. Una estocada casi entera trasera le puso en bandeja la oreja que le abría de par en par su vigésimo sexta puerta grande en Valladolid.
El encastado y exigente sexto fue brindado por Emilio de Justo a El Juli. El cacereño tardó un par de tandas en cogerle el pulso a la embestida del cárdeno. Pero cuando lo cogió. sobre todo al natural, dejó series de muleta muerta y temple líquido. Muletazos profundos y muy embraguetados. Y cuando lo había cuajado por ese pitón, una tanda postrera a derechas que tuvo mando y largura a partes iguales. Con el triunfo en la mano, la espada se volvió a encasquilla y le privó del triunfo. A pesar de todo, la mejor noticia es que el mejor Emilio de Justo ha vuelto. Ahora sí.