3ª FERIA DE SANTIAGO

La mejor versión de Ginés Marín se destapa en Santander para abrir la puerta grande

Corrida anovillada y descastada de Antonio Bañuelos con la que Sebastián Castella y Emilio de Justo se van de vacío.

Ginés Marín en su salida a hombros este lunes en Santander

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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Le estaba costando romper a la temporada de Ginés Marín. Sin regularidad ni suerte en las grandes ferias que han contado con él y ausente de otras, tuvo que ser una de sus plazas talismán, Santander, la que viese la mejor versión del extremeño este año.

Ginés se explayó en el toreo a la verónica al tercero de la tarde. Tanto en el saludo capotero como en el posterior quite. Temple, cintura y expresión para levantar dos fuertes ovaciones. Como también fue ovacionado Antonio Chacón tras un notable tercio de banderillas. El brindis de Ginés fue para Morante en la víspera de su reaparición. Tuvo movilidad el de Bañuelos y siempre fue a más. Hubo mando y encaje en las tandas en redondo y más ajuste y profundidad las que firmó al natural, que fueron la cumbre de su labor. Lo exprimió en un final muy torero antes de enterrar un perfecto volapié marca de la casa. Las dos orejas tuvieron la contundencia del merecimiento a carta cabal.

El sexto se inutilizó nada más salir al ruedo al rematar en el burladero de matadores y hubo de ser apuntillado. El sobrero fue otro ejemplar de liviano trapío que no dijo nada por estar vacío de casta y acometividad. Le puso tesón Ginés en la distancia corta, lo que agradeció algún sector del público mientras otros espectadores pedían que pusiese fin a su quehacer. Esta vez la estocada se le fue a los blandos.

Cinco años llevaba sin pisar el ferruginoso ruedo santanderino Sebastián Castella. Y volvió para vérselas en primer lugar con un toro de Bañuelos con más kilos que cara y al que se le simuló la suerte de varas. Se ovacionó al picador camino del patio de caballos como si hubiese firmado dos puyazos en todo lo alto. Ver para creer. Pese a tan exiguo castigo, el animal llegó sin mucha fortaleza al tercio de muleta y con tendencia descarada a buscar tablas en cuanto veía ocasión. Castella lo sujetó entre las dos rayas, intentando dejarle el engaño en la cara para limar esa tendencia. Pero el equilibrio entre mansedumbre y fortaleza era complicado. El final de faena, con el toro en retirada y el torero persiguiéndole fue todo un ejemplo del mundo al revés. Pinchó Castella antes de perseguir al toro por media plaza para poder dejar una estocada caída que tumbó al de Bañuelos.

No pareció muy adecuado el inicio de faena de Castella al también blando cuarto. Mucho trallazo que hicieron descarrilar al toro en varias ocasiones. Le costaba salirse de las telas un mundo al del hierro burgalés. Labor funcionarial del galo que solo captó la atención de los tendidos cuando acortó distancias en el final de faena. La estocada viajó trasera y atravesada y por ello tuvo que refrendar su obra con el descabello. Erró a la primera y acertó al segundo intento después de escuchar el segundo aviso.

El primero del lote de Emilio de Justo fue solo fachada. Carne de matadero para hacer feliz al carnicero que recogió sus carnes. 649 kilos indicaba la tablilla. Pero desde que salió por chiqueros dio muestras de sus escasa fuerzas para seguir los engaños. Nunca se entregó a la muleta de un firme Emilio de Justo, que salvó con temple las desiguales, por desclasadas, embestidas de su oponente. Al natural fue imposible casi ponerse de primeras por lo vencido que se venía el toro. Insistió Emilio hasta lograr robarle una meritoria tanda por el lado izquierdo. Alargó después el trasteo sin réditos ni brillantez. La nota media de la faena subió por el buen espadazo con el que concluyó su faena el extremeño. Se desató una petición de oreja que no llegó a ser mayoritaria.

Como contrapunto al cuajado segundo, el quinto fue el ejemplar más anovillado del sexteto, muy por debajo del nivel que debería exigirse en Santander. Le apretó en exceso Emilio en un inicio de faena muy exigente del que salió vaciado el toro, que se defendió siempre echando la cara arriba en finales de cada muletazo. Lo más resolutivo llegó de nuevo al utilizar la zurda en un par de series bien compuestas pero sin eco en los tendidos. Mató de una estocada desprendida previo pinchazo.

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