LOGROÑO
Padilla logra la única oreja y Ginés cuaja la faena de la tarde
La corrida de Zalduendo, a excepción del encastado sexto, resultó mansa y floja.
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El adiós de Padilla de Logroño pareció no animar a la gente para ir a la plaza, que, como en la víspera, registró poco más de un cuarto de entrada. Pero los que estuvieron en La Ribera sí se despidieron de él con tremendo cariño, como los propios empresarios, que después del paseíllo le tributaron con una escultura en reconocimiento a su dilatada carrera.
Padilla correspondió a tanta consideración con dos arrebatadas largas cambiadas a su primero, al que banderilleó con mucha verdad. De hinojos abrió una faena que, como no, tuvo también brindis al respetable.
El jerezano puso muchas ganas a todo lo que hizo, aunque, a decir verdad, a la faena le faltó pulcritud, como también el toro careció de algo más de raza y fuerzas para aguantar todo lo que le hizo "el pirata". Pudo haber cortado una oreja, pero la falta de contundencia con los aceros dejó todo en una vuelta al ruedo.
Sí la cortó del cuarto, por otra faena plena de "efectos especiales". Esta vez no puso los palos, pero la gente disfrutó luego con una labor ayuna de toreo fundamental, pero en la que no faltaron un sinfín de alardes y guiños de cara a la galería, que, tras una estocada contraria, le valió para pasear el trofeo.
Pero lo verdaderamente bueno de la tarde llevó la firma de Ginés Marín ante el único toro bueno de verdad, el encastado e inagotable sexto. Marín lo toreó de maravilla ya con el capote, aunque lo gordo llegaría en la muleta, en una labor exquisita, clásica, honda y de mucho sentimiento.
Toreo de muchísimos quilates del este joven espada, que cerró faena por ceñidas y emocionantes bernadinas. La gente disfrutó de lo lindo e incluso empujó con Marín la espada, que, sin embargo, no fue su aliada. Dos pinchazos y una caída dejó todo en una gran ovación tras aviso, cerrándose de un portazo la Puerta Grande que tenía prácticamente asegurada.
En su primero, Marín también dejó momentos interesantes, pero el toro de escaso recorrido y poca entrega no admitió muchas florituras. Así y todo, el extremeño exhibió temple y pulso para ligar por bajo en series de buena caligrafía sobre la diestra. Los de pecho fueron cumbres. Y al natural también deja detalles de un toreo pulcro y ortodoxo. Mal con el descabello, fue silenciado.
Ferrera rayó a buen nivel con su primero, toro que se quedaba corto en los capotes y que recibió un largo y trasero puyazo. Técnico y muy templado, el extremeño fue metiendo en el canasto a un toro que soltaba la cara y al que cuaja en series cortas pero muy sabrosas y de mucha torería dentro de una labor para aficionados.
El quinto fue un toro de excelsa calidad, sin embargo, no tuvo nada de fuerzas para romper hacia adelante. Ferrera volvió a estar en profesional pero sin llegar a calentar en un trasteo en el que tuvo que desistir pronto.
Logroño, miércoles 19 de septiembre de 2018. 2ª de Feria. Más de un cuarto de plaza.
Toros de
, correctamente presentados, nobles, mansurrones y justitos de fuerzas en general, especialmente el quinto, que tuvo calidad pero ninguna fortaleza para desarrollarla. La excepción fue el gran sexto, un toro encastado y bueno, ovacionado en el arrastre.
Juan José Padilla, vuelta y oreja.
Antonio Ferrera, ovación y silencio tras aviso.
Ginés Marín, silencio y ovación tras aviso.