2ª CORRIDAS GENERALES
Tres orejas para la garra de Borja Jiménez ante un gran lote de "fuenteymbros"
El diestro sevillano cuaja una tarde completa mientras Daniel Luque, pese a su solidez, pecha con un lote deslucido.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El diestro sevillano Borja Jiménez salió a hombros al final del mano a mano que le enfrentó hoy en Bilbao a Daniel Luque, después de cortar una oreja, a base de más garra que rotundidad, a cada uno de los tres notables toros de Fuente Ymbro que le cupieron en suerte y que compusieron, con diferencia, el mejor lote de la corrida gaditana.
Contando con esa fortuna en el sorteo matinal, Jiménez salió muy dispuesto al ruedo bilbaíno, hasta el punto que recibió a portagayola a sus tres enemigos -con muchos apuros en el primer turno- para después torearles de capa con fibra y una general ligereza, que aplacaría ya en los quites, como el más lucido por chicuelinas con que replicó las apretadas gaoneras de Luque ante el cuarto.
Ya con la muleta su labor tuvo un tono general de entrega, aunque con altibajos en cuanto a la intensidad de su toreo y a los aciertos a la hora de plantear los trasteos. Fue, así, más asentada su labor con su primero, un toro altote y suelto de carnes a pesar de sus más de 600 kilos de peso, que aunque noble perdía celo en los embroques, defecto que Jiménez compensó con reposo para cortar la primera oreja.
La segunda, que pudo ser también la tercera de no obviar la presidencia la petición popular de un segundo trofeo, se la llevó del cuarto, tan fino y bien armado como encastado y exigente, sobre todo después de que le perdonaran el castigo en el segundo puyazo. Por eso el de Fuente Ymbro llegó a la muleta con una embestida desbordante y de gran transmisión que el sevillano no siempre acertó a someter.
Esperándole con el engaño muy atrasado en los embroques, y con movimientos bruscos de la tela, Jiménez prefirió el aguante al mando en un trabajo esforzado, y no siempre fluido, que el público ovacionó con mucha fuerza, impresionado sobre todo por las vibrantes arrancadas del animal, que murió como un auténtico bravo tras una estocada de lento efecto.
Para contrarrestar el esfuerzo, en sexto lugar le salió a Jiménez un castaño muy hondo que desarrolló una profunda clase en el último tercio, en especial cuando los vuelos de la muleta le incitaban a seguir embistiendo con esa honda entrega. El rubio torero sevillano optó primero por aprovechar con relajo las prontas y nobles inercias del animal en tres vistosas tandas con la derecha.
Pero era por el pitón izquierdo por donde el toro ofrecía mucho más, como se comprobó cuando, en dos series notables pero sin macizar, Jiménez le llevó enganchado en los flecos media docena de veces. Y aún más en el final de un trasteo muy medido, cuando cerró al toro al tercio con unos largos ayudados por bajo de rodilla flexionada, que fueron la cumbre definitiva de una obra premiada pese a su poco lucido remate a espadas.
En este mano a mano tan desigual en tantos aspectos, todo lo que el público le jaleó a Jiménez se lo regateó, o incluso se lo negó, a Daniel Luque, pese a que el de Gerena desplegó toda la tarde un sólido magisterio ante un lote que le puso las cosas muy cuesta arriba.
Porque magistral fue la forma en la que, con un paciente temple y un ajustado asiento, ayudó a venirse arriba a un primero muy protestado por su falta de fuerzas en los primeros tercios, pero al que acabó ligando largos muletazos antes de que, al perder las manos el animal en el embroque, se le fue la mano con la espada y perdió un bien ganado trofeo.
No menos ejemplar fue la forma en que resolvió los serios problemas que le planteó un tercero reparado de la vista y que siempre se le venía cruzado por el lado derecho, lo que Luque, sin aspavientos y sin darse importancia, evitó con precisos y distintos toques de muleta por cada pitón, con una absoluta seguridad.
Y con la misma sobrada y sobria solvencia aún acabó sacando pases limpios y de mayor trazo del pensado a un quinto también muy hondo que se paró reservón e intentó sorprenderle en sus cortas y ceñidas arrancadas, sin que a Luque tampoco le alterara el semblante.