4ª FERIA DE OTOÑO

Tres toros potables del Puerto de San Lorenzo en otra tarde tediosa en Las Ventas

Manzanares, Román y Rufo, que dio una vuelta al ruedo en el sexto, no terminaron de aprovecharlos.

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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Otra tarde con batiburrillo de hierros. Y van unas cuentas en estos últimos meses. El final de temporada se está haciendo bola en Las Ventas. Ni el septiembre torista ni el Otoño en feria están teniendo el tono esperado. Este viernes, toros de hasta tres hierros diferentes. Los titulares de Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto a los que se sumó un sobrero de Juan Pedro Domecq, que dejó el pasado fin de semana un puñado de toros en los corrales venteños para tapar huecos y devoluciones. Del conjunto sobresalieron los tres astados del Puerto. Tres ejemplares potables, uno en cada lote, que no terminaron de ser aprovechados. Al lío...

Para abrir boca, un 'Cubatisto'. Reata con reminiscencias 'atanasias' que embistió muy templado al capote de José María Manzanares, que se estiró con gusto y armonía a la verónica. Cumplió en varas el del Puerto, que eso sí, marcó su querencia a salir suelto y busca de tablas. Para evitar huidas, el alicantino se lo sacó más allá de las rayas del tercio para iniciar su faena, donde el toro volvió a mostrar su calidad. Fácil Manzanares, quizá demasiado, dejando la muleta muerta y en la cara para ligar. El toro se abría un punto de más y de ahí que el diestro se quedase fuera de la rectitud. Al no querer rectificar en pos de la ligazón, algunos le afearon la posición. Conformista, no abundó mucho más José María Manzanares, que no anduvo certero con unos de sus fuertes, la espada.

El segundo de Manzanares lució el hierro de La Ventana del Puerto, la marca 'domecq' de la casa ganadera charra. Manseó en varas el toro y llegó al tercio de muleta con una embestida cansina y en exceso sosa. Dijeron muy poco toro y torero. Pinchó feamente en el costillar y después lo avió de una estocada casi entera desprendida

Un tren de mercancías, así fue 'Cubilón', el primero del lote de Román. Un toro salió pensándoselo en los capotes pero que pareció despertar cuando sintió por primera vez la puya. Con su punto de mansedumbre a la salida del peto, cuando estuvo en él, empujó con clase. Una clase que también sacó a relucir el del hierro salmantino cuando el valenciano se plantó en el centro del ruedo y le citó en la distancia larga. Respondió el astado y Román le cuajó un vibrante inicio de faena que remató con un pase de pecho larguísimo. Aprovechó las inercias para ligar tandas de muletazos templados y largos. Se echó en falta algo más de ajuste en los embroques, pero la sinceridad del torero prendió arriba. No era toro de faena larga, por lo que las últimas series bajaron en intensidad e interés. Unas manoletinas finales volvieron a elevar el diapasón del trasteo antes de dejar un pinchazo hondo que necesitó de dos golpes de descabello. Una ovación saludad desde el tercio recompensó al conjunto.

El quinto de La Ventana fue un ejemplar feo, no entraban por los ojos unas hechuras altas y acaballadas que no remataban sus 583 kilos que marcaba la tablilla. Blando de remos, no ayudó la lidia que recibió en los primeros tercios. Román puso voluntad, pero el animal tomaba la muleta sin raza ni fortaleza. Alargó sin sentido un quehacer plano e insulso.

El palco no esperó mucho para devolver al tercero del Puerto, que había salido renqueante de chiqueros. En su lugar saltó un serio cinqueño de Juan Pedro Domecq con cara de señor mayor. Tuvo más nervio que entrega el toro, faltándole romper hacia adelante de verdad. Tomás Rufo quiso hacer bien las cosas, pero la faena nunca terminó de romper. Tampoco le perdonaron nada desde unos tendidos fríos y exigentes con el toledano. La espada se le fue a los blandos y todo quedó en silencio.

Con la noche echándose sobre Madrid saltó un sexto del Puerto al que Rufo sopló varias verónicas de templado y ralentizado trazo. Rompió el toro a embestir con nobleza y profundidad por ambos pitones y Rufo a torear con compromiso y redondez. La exigencia de cierto sector de los tendidos por las nubes con el de Pepino. Ese ambiente le hizo crisparse al torero, que acabó dando sensación de un querer y no poder remontarlo. Media estocada y un golpe de descabello dieron paso a una petición de oreja que no cuajó en mayoritaria. La vuelta al ruedo sonó a premio menor.