3ª CORRIDAS GENERALES

Triunfo menor de Emilio de Justo ante un dulce toro de Núñez del Cuvillo

Castella sufre una cornada en el glúteo al descabellar a su primero y Perera reaparece sin suerte con un mal lote.

Doblón de Emilio de Justo al tercer toro de Cuvillo, al que cortó una oreja

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Paco Aguado

El diestro cacereño Emilio de Justo paseó la única oreja concedida en la corrida de hoy de la feria de Bilbao, como premio menor a una faena vistosa a un toro de Núñez del Cuvillo que ofreció para mucho más con sus claras y enclasadas embestidas desde su salida al ruedo.

De hecho, "Postinero", que ese era su nombre, ya por sus buenas hechuras prometía el juego que comenzó a desarrollar desde que repitió con entrega tras el capote del extremeño, galopando tanto y con tanta franqueza como lo hizo luego en busca de los banderilleros de turno, que tuvieron que desmonterarse tras clavar.

Extrañó, ante tal evidencia, que De Justo le abriera la faena de muleta con pases cortos y secos, muy por abajo, para salirse a los medios, el terreno que sí pedía un toro que se vino siempre pronto a los cites de largo para regalar con tranco unas cuantas arrancadas en cada tanda, tanto por el lado derecho como por el izquierdo.

Claro que con la tela muy retrasada en los cites, el matador se limitó a desplazar las inercias de esas embestidas, sin apurar ni exigir a un animal que con los vuelos de la tela a ras de arena sacaba lo mejor de su bravura, empleándose con una profundidad que De Justo no llegó a aprovechar en toda su dimensión con esos cortos pases y esa falta de ambición de su toreo.

Aun así la faena fue muy jaleada por la bonancible, y escasa, afición bilbaína, que se conformó con la vistosidad pero no llegó a paladear la auténtica raza de un toro que fue aún más visible al final del trasteo, cuando De Justo por fin lo llevo sometido y enganchado por abajo antes de la estocada caída que precedió a esa oreja con la que se conformó. Para contrarrestar, la suerte le compensó luego con un sexto mansote y sin celo que movió sin apuros pero sin eco ni emoción.

Sebastián Castella se encontró, para abrir plaza, un "cuvillo" más que manejable, aunque se empleara lo justo tras los engaños del francés, que lo pasó con un despegado y monótono automatismo. Todo previsible, menos el percance que llegó cuando se acercaba a descabellar al toro, que, de repente, reaccionó colgándole del pitón derecho e infiriéndole una cornada de no gran profundidad.

Pero, tras pasar por la enfermería a ser examinado, Castella tuvo el gesto de volver al ruedo para estoquear al cuarto, un toro de espectacular pelo melocotón que, mal lidiado en varas, acabó por ofrecerle un buen puñado de arrancadas amplias, de vibrante y nada exigente movilidad, que Castella manejó con poco reposo, antes de que el astado terminara por defenderse por el pitón izquierdo.

El lote más complejo fue el de Miguel Ángel Perera, que volvía a torear después de sufrir en San Sebastián, solo cinco días antes, la fractura de dos costillas. Pero la lesión no pareció afectar al extremeño, que insistió con firmeza y paciencia ante el escaso fondo de su primero, del que no logró sacar demasiado.

Otra cosa fue lo del quinto, un fino pero muy serio ejemplar al que abrió el trasteo de muleta con varios pases cambiados de rodillas en los medios y que, sin acabar de rematar sus siempre ceñidas embestidas, obligó a Perera a mantenerse siempre alerta, sin relajo alguno, en un muleteo valiente pero que nunca llegó a ser fluido pese al empeño del torero, dada la menos clara condición del enemigo.

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