NATURALEZA RÍOS

La crianza en cautividad como remedio a la falta de vida en los ríos

Miguel Ramos

Agencia EFE

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Miguel Ramos

Desde hace 15 años, voluntarios de la asociación Fario asumen el papel de centinelas de la naturaleza en Cantabria y crean en cautividad miles de embriones de truchas que luego soltarán a los ríos Asón y Gándara para repoblar las cuencas, con la idea de equilibrar un ecosistema cada vez más "en declive".

Esa concepción de vida, semejante a la desarrollada en un laboratorio científico, lo muestran todos los años en el molino del Gándara, ubicado en el propio nacimiento del río, en Soba, para enganchar, especialmente, a jóvenes y niños, en el conocimiento y respeto por el medio ambiente.

Es una actividad "muy llamativa" porque, además de recibir explicaciones sobre la situación de los sistemas acuáticos, se descubre y visibiliza en directo el "delicado proceso" de reproducción de la trucha común en cautividad, asegura a EFE el secretario de Fario, Sergio González.

Allí se gestan entre 15.000 y 20.000 ejemplares cada año, pero sólo "entre un 4 y 8 por ciento" llegan a edad adulta cuando pasan de la plácida incubadora al incierto medio natural.

"Los alevines son presas fáciles para los depredadores del río e, incluso, para otras truchas que se alimentan de ellos", ha matizado González.

Meses de proceso

Entre los meses de noviembre a febrero, cuando frezan las hembras, se efectúa un progresivo desove de las truchas que, previamente, han sido aletargadas para que no se estresen durante la extracción y las mediciones de talla y peso.

Una vez obtenidas las anaranjadas huevas, que se acopian en un recipiente alimentario, es el turno de los machos a los que también se les ayuda para extraer el líquido seminal.

Las muestras permanecen unos minutos a la sombra antes de que los voluntarios las introduzcan en las incubadoras del propio molino, donde aguardarán unos 50 días con un minucioso control de la temperatura del agua para favorecer la gestación.

Desde que eclosiona la hueva y se suelta al río, los alevines buscan refugio debajo de las piedras hasta que, después de un mes, pierden el saco vitelino, que les proporciona el sustento básico para sobrevivir, y empiezan a depredar zooplancton.

El milagro se produce en el momento en el que ya salen por sí mismas a descubrir el estado salvaje y se intentan adaptar poco a poco a su nuevo medio, sin ningún tipo de control o rastreo por parte de los voluntarios.

Ríos despoblados

Los muestreos realizados en los ríos de Cantabria durante los últimos diez años advierten de una pérdida "entre el 30 y 40 %" de la población de trucha autóctona y, sobre todo, del salmón que, en este caso, roza ya "el peligro de extinción", alerta el vicepresidente de Fario, Borja Setién.

Por ello, defiende la necesidad de replicar esta metodología de colonización en cautividad en otras cuencas de la región para que el hábitat de los acuíferos recobre su esplendor, ya que opina que las normativas vigentes "no ayudan a que los ríos se recuperen por sí mismos".

"La trucha puede aguantar pero el salmón no, por eso pedimos desde hace años que se vede su pesca", lamenta Setién.

A su juicio, la contaminación, los vertidos, los purines o las salidas ilegales de desagües afectan también de manera directa a la reducción de ejemplares.

En este sentido, desde Fario han detectado regatos en los que depositan los alevines que se encuentran "totalmente muertos", cuando el número ideal de truchas para que un río se catalogue como vivo giraría en torno a "unas 50 a 60 unidades por cada cien metros cuadrados".

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