El recuerdo del día del sorteo de quien fue un niño de San Ildefonso: “Nos trataban como estrellas”
A sus 81 años, Marcelino Besumán recuerda su infancia entre números y bombos
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Marcelino Besumán fue alumno del Colegio San Ildefonso entre 1947 y 1953. A sus 81 años, ha pasado casi dos tercios de subida vinculado laboralmente al Ayuntamiento de Madrid, en su imprenta municipal para más señas. Fue allí donde gozó de una cierta estabilidad en su vida, tras una infancia convulsa, en la que su padre falleció cuando Marcelino apenas era un crio: “Era huérfano de padre, que sin embargo murió de viejo, al ser de mucha más edad que mi madre”.
La madre de Marcelino por el contrario sí que vivía, pero dada su ceguera, no se podía hacer cargo de él, por lo que ingresó en San Ildefonso, ya que cumplía con todos los requisitos: “Te exigían como mínimo haber nacido en Madrid y ser huérfano de padre. En mi familia la pasaron canutas. Ten en cuenta que eran los años de la posguerra”, lamenta Besumán.
Mantiene muy buenos recuerdos de su paso por uno de los colegios con más historia de nuestro país. Desde su ingreso tuvo el privilegio de cantar los números de la lotería de Navidad y de otros premios: “Para mí siempre fue un honor y un día de fiesta, para empezar porque no íbamos a clase y además el día del sorteo nos ofrecían un desayuno de más calidad. Para afinar la voz nos daban de comer huevos fritos”, recuerda con una sonrisa picarona.
La televisión aún no había llegado a España, lo que hacía que todos los focos no recayeran sobre aquellos niños como sucede en la actualidad, aunque sí que era una jornada de relevancia: “Estábamos nerviosos, pero ahora debe ser peor. Recuerdo en cualquier caso que aquello era todo un acontecimiento, porque el recorrido que hacíamos desde el colegio y hasta la calle Montalbán donde se hacía el sorteo (hoy es en el Teatro Real) nos restregaban los décimos por la espalda, nos hacían regalos como caramelos… éramos las estrellas”.
Números premiados con pedreas, terceros y segundos premios… y hasta el Gordo han pasado por las manos de Marcelino: “Era muy emocionante. Hoy en día tiene mucha más envergadura. Pero lo mejor para los que cantábamos los números era el dinero que nos pagaban por el trabajo realizado. En la cartilla llegué a acumular unas 2.000 pesetas. Con ese dinero empecé a comprarme ropa y darme mis primeros caprichos”.
Un buen timbre de voz y cierto manejo con los números eran las dos condiciones imprescindibles para ser seleccionado como un ‘niño de San Ildefonso’: “Es el criterio que seguían, aunque a mí las matemáticas solo se me daban regular. Pero si te equivocabas no pasaba nada, porque si cometíamos algún error se hacía una rectificación al instante. Los que no servían para cantar los números, se dedicaban a sacar las bolas del bombo”.
Seis décadas después de aquello, todo ha cambiado en San Ildefonso: “Ya la mayoría de los estudiantes no son españoles, y pertenecen a familias con problemas, desestructuradas. En la asociación de exalumnos tratamos de aportar una cantidad para ayudar a estos chicos para que obtengan becas de estudio”, comenta Marcelino.
Y ahora que estamos a algo más de un mes para el Sorteo Extraordinario de la Navidad, Marcelino da este sabio consejo a los niños sobre los que penden la ilusión de millones de españoles: “Que estén tranquilos”.