La AEMET alerta de un verano más cálido de lo normal: ¿cómo afecta el calor a nuestro cerebro?
Más allá de los problemas que pueden suponer para nuestra salud, las altas temperaturas pueden afectar significativamente a nuestra memoria e incluso a nuestro comportamiento
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Ya lo ha avisado la Agencia Estatal de Meteorología: España se prepara para un verano "más cálido de lo normal". En su perfil de X, la AEMET no solo adelanta que las precipitaciones serán más escasas de lo habitual, sino que también estaremos, por lo tanto, ante uno de los veranos más calurosos de los últimos años. Se prevé que las temperaturas alcancen niveles muy altos en toda la península, aunque serán algo más extremas en la zona interior.
Preparándonos para lo peor, ya todos conocemos de antemano las recomendaciones para evitar algún que otro susto. No obstante, y más allá de los posibles riesgos para nuestra salud, es importante saber cómo puede afectar a nuestro cerebro. Y es que las temperaturas elevadas, además de las afecciones que ya todos conocemos, también afectan a nuestra memoria, a nuestro estado anímico e incluso puede hacernos más agresivos.
¿Por qué las altas temperaturas nos pueden hacer más agresivos?
Aunque no lo parezca, existe una clara relación entre el calor y la agresividad. De hecho, estudios reflejan que los días con más calor se producen más asesinatos, agresiones o incluso episodios de violencia. ¿Por qué ocurre esto?
Javier Quintero es jefe del Servicio de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Universitario Infanta Leonor y señala a COPE que cuando el calor afecta a nuestro cerebro, también puede afectar, por lo tanto, a nuestra conducta.
"Por un lado, produce un aumento del estrés fisiológico", apunta. El calor "altera nuestro equilibrio y produce un agotamiento físico, pero también un agotamiento mental y esto, evidentemente, puede afectar a nuestra capacidad de gestionar las emociones y también aumentar nuestra irritabilidad", explica el psiquiatra.
Por otro lado, al perder líquido a causa del calor, se produce un proceso de deshidratación, que al final "afecta negativamente al funcionamiento cognitivo". Explica que cuando estamos deshidratados, "nos cuesta más procesar la información y aumentarnos nuestra susceptibilidad para estar más irritables o incluso más agresivos".
Durante las noches, cuando se complica conciliar el sueño o la calidad es peor, "afecta a nuestra regulación emocional". Por lo tanto, aquellos días en los que hemos dormido mal o menos horas de las que debemos, "pueden aparecer reacciones más desproporcionadas y más desajustadas".
Recuerda el facultativo que incluso hay estudios que hablan de un cambio "en la neuroquímica cerebral", de manera que se produce una "alteración en los neurotransmisores", especialmente en la serotonina. Esto hace que, al final, en las épocas de mucho calor la gente tienda a estar más "irritable y emocionalmente más inestable". Y es que todo esto se suma a todos estos factores de "estrés fisiológico que produce un mayor cansancio mental; la deshidratación, que nos entorpece en el procesamiento cognitivo; la falta de cantidad y calidad de sueño, que también nos afecta en la regulación emocional y, cómo no, también en esta afectación de la neuroquímica del cerebro", concluye.
El calor, también culpable de los problemas de memoria
Diversos estudios han demostrado que nuestra capacidad cognitiva desciende cuando suben las temperaturas. El doctor Javier Camiña es vocal de la Sociedad Española de Neurología y asegura que el calor repercute "en varias funciones relevantes", fundamentalmente de la "capacidad de atención y concentración", además de la capacidad del descanso.
"El insomnio es una de las primeras consecuencias del calor y eso repercute, indirectamente, en el resto de funciones", señala. Y es que durante el sueño, se suceden una serie de actividades "que permiten al cerebro tener sus situaciones de control de los sentidos, cognición y las condiciones más básicas en el rendimiento más adecuado".
Además de los problemas para conciliar el sueño, el calor afecta directamente a nuestra capacidad cognitiva, a nuestra memoria. "Para que nuestra memoria actúe de manera óptima, necesitamos intentar tener la temperatura de nuestro entorno de manera adecuada", apunta el facultativo.
Las temperaturas muy altas afectan a las "conexiones nerviosas" que existen entre las neuronas, así como a "todos los circuitos implicados en la memoria, tanto de corto como de largo plazo". En pocas palabras, existen dificultades de la "propagación del impulso nervioso entre las distintas zonas" y eso, por lo tanto, afecta a nuestra atención, ya sea porque el calor puede producir cierta somnolencia o porque la calidad del sueño se ve deteriorada. "Estas persistencias de varios días de olas de calor, acababa afectando de manera muy significativa a nuestro rendimiento cerebral", explica.
Más allá de la fatiga desde el punto de vista físico, las altas temperaturas pueden impedir que tengamos nuestros sentidos alerta.
Y además de la memoria, el calor también reducir nuestra capacidad de concentración. Por ello, Camiña pide entender, en este tipo de situaciones, "que nuestro rendimiento puede verse dificultado". Así las cosas, recuerda la necesidad de "encontrarse a la sombra, beber agua con frecuencia, estar fuera de casa en horas centrales del día y, a menudo, evitar fármacos que pueden verse implicados en consecuencias derivadas del calor".