El padrino de Pablo Ráez desvela su último mensaje

Cuando entras en el despacho de Pepe López te das cuenta del vínculo que crearon ahijado y padrino. El sacerdote de la Iglesia de la Encarnación de Marbella revela que Pablo tuvo miedo: "Sabía que el segundo trasplante era jugar una carta de sí o no"

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Virginia Areños

Publicado el - Actualizado

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"Mirad mi despacho está lleno de cosas Pablo". Con estas palabras de orgullo nos recibe Pepe, el sacerdote de la parroquia de la Encarnación de Marbella. Y vaya si tenía cosas. Y con qué ganas nos las enseñaba.

Cuando entras en el despacho del padrino de Pablo te das cuenta de lo mucho que se querían. Asombran las fotografías y los libros que tiene en las estanterías pero lo que verdaderamente impresiona es un frasco de colonia. Un perfume al que solo le quedan dos dedos para que se termine. Es el perfume de Pablo, el que tenía en la habitación del Hospital Carlos Haya. Con una sonrisa, que le ocupaba toda la cara, nos decía: "Yo huelo como él. Olíamos los dos igual porque usábamos el mismo perfume. Este es su último bote y yo huelo a él. Me echo el perfume y huelo a Pablo y Pablo es vida". No me hizo falta preguntar si podía... "huele, huele. Cogeló" me decía. 

Pepe y Pablo se conocieron cuando el joven Raéz tenía 14 años. Paco y Rosa, los Ráez Martínez, se acercaron a la iglesia para decirle al sacerdote que tenían un hijo sin bautizar "les dije que tenía que venir el chico". Pepe estaba sorprendido "cuando lo vi me extrañó que un chaval de esa edad estuviera dispuesto a entrar en un proceso de casi dos años". Era un chico inocente "me preguntaba ¿los curas pueden cometer pecados? y ¿pueden fumar? Lo vi y, aunque entró en grupo de jóvenes de la parroquia, yo quería que se relacionara conmigo y que me hiciera todas las preguntas que quisiera". Quien le iba a decir a Pepe que él iba a ser también quien oficiara su funeral.

Tengo la sensación de que va a entrar en cualquier momento.

Pablo se preparó y se bautizó, Pepe recuerda cómo fue ese día: "Se bautizó en mis bodas de plata, fue la primera vez como sacerdote que bauticé, di la comunión y confirmé a un adulto. Un 30 de marzo, en la vigilia pascual, fue un regalo. Fue un día muy feliz para toda la familia. Le hice un libro con las fotos de ese día, mira, aquí lo tengo" y nos lo enseñaba sonriendo.

Momento de la entrevista con Pepe López en la Iglesia de la Encarnación

Pepe se emociona hablando del día en el que Pablo recibió el primer trasplante: "Fue el día de la Virgen del Carmen, yo di misa y después me fui a Málaga. Ese día, estaba en la cámara de aislado donde le estaban poniendo la bolsa de sangre del padre. Llegué al cristal y se puso a llorar al verme. Dijo que al verme sintió mucha paz. Le conté que mucha gente había rezado para que todo fuera bien y él decia. Sé que me voy a curar".

Yo no se enterrar a este niño. Yo no se enterrar a Pablo

Retomamos la charla del Pablo más joven y Pepe nos cuenta que ¡fue monaguillo!: "Tenía a mis beatas locas, era muy zalamero. Tenía a las niñas del instituto locas, en la sacristía la liaba... a las viejecillas las tenía locas también. Tenía un don especial, era un mirlo blanco".

"A Pablo la leucemia le curó de muchas cosas" 

¿Eso es posible? Pepe cree que sí: "Era un crío que se estaba haciendo. Su enfermedad le fue curtiendo, le fue haciendo más espiritual, más bueno, más hombre, más cercano, más entrañable, más cariñoso. Era un encanto de hombre, de enfermo y de joven. La enfermedad lo fue macerando y la muerte fue solo su descanso. Pablo tenía que descansar ya estaba demasiado cansaíllo".

"Pablo empezó a valorar las cosas del día a día y nunca dijo ¿Por qué a mi? El pensó .. ya que me tocó: ¡AYUDADME Y VAMOS A AYUDAR! Ahí comienza la campaña".

Estos amigos hablaron largo y tendido sobre la muerte: "Hemos hablado muchas veces sobre lo que hay después, también hemos dicho que nos veremos, hemos hablado del cielo". Pepe es un amigo que siente a su "Pablillo" cerca: "Cuando uno reza, y yo rezo, la presencia de Pablo está".

No está siendo fácil tampoco para él: "Yo también he llorado mucho. Pablo me ha hecho reir mucho y llorar mucho de impotencia, de dolor, de ver como se iba. Tengo la sensación de que va a entrar en cualquier momento. Pablo sigue estando aquí en la iglesia. Mi Pablillo está aquí y yo soy su Pepillo". También se reconforta pensando en "la experiencia de haber estado con Pablo sano paseando por la playa, riendo, peleando, discutiendo, cenando.... La experiencia de Pablo enfermo... Esa experiencia es tan vital que se mantiene en el tiempo. Eso no muere nunca"

No sé si yo fui muy vital para él pero él para mi sí. Pablo me enseñó a ser mejor cura

Conscientes del final. "Que llegara la médula era vida o muerte"

"El sabía que el segundo trasplante era jugar una carta de sí o no", sin dudar, así de seguro se manifiesta Pepe "mientras la médula no llegaba él luchaba contra la enfermedad pero cuando la médula llegara, y se la tuvieran que poner, ya solo quedaba rechazo o aceptación. Cuando le dicen hay médula, hay esperanza pero hay miedo. Pasó mucho miedo".

El 24 de febrero de 2017 fue el último día que se vieron: "Yo tenía que irme, tenía un viaje un viaje a Sicilia. Me fui de su casa sabiendo lo que iba a pasar y él también lo sabía. Ese día, cuando salí de su casa me escribió un WhatsApp pidiéndome perdón

-Perdóname Pepe, estoy sin fuerzas.

-No te preocupes Pablo, Te quiero.

-Yo también te quiero mucho Pepillo"

Pepe llegó a Sicilia y al día siguiente, sábado 25 de febrero de 2017 a las 17 horas "Esther, la hermana de Pablo me llamó para decirme 'Pablo se nos ha ido', cogí un avión y volví".

Este hombre, Pepe, no piensa borrar el teléfono de Pablo de su movil. "Es que él está aquí y eso me gusta".

Con ojos vidriosos y una sonrisa en la boca Pepe concluye la entrevista: "La Iglesia, esta Iglesia se llenó y yo dije: no se enterrar a este niño, yo no se enterrar a Pablo. Pablo no esta muerto"

PEPE CUENTA MUCHAS COSAS MÁS EN ESTE VÍDEO

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