“Si España abre sus fronteras de par en par, crecería el racismo entre los ciudadanos”

El exembajador de España en la ONU ha abordado la política migratoria de nuestro país

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El exembajador de España en la ONU durante siete años (1997-2004), Inocencio Arias, es una de las pocas figuras que puede presumir de haber trabajado para tres gobiernos de diferente signo político: UCD, PSOE y PP, con quienes ostentó la portavocía del Ministerio de Exteriores. Un hecho que a día de hoy, donde las posiciones políticas están más pronunciadas, sería prácticamente inviable. Y eso que Arias fue destituido cuando el PSOE ganó las elecciones de 1982 por mayoría absoluta, después de que nuestro protagonista apoyara la entrada del país en la OTAN, a lo que los socialistas, desde la oposición, rechazaban: “Había un sector del PSOE, minoritario, que no apoyaba que el Gobierno de Felipe González me repescara. Antes, por fortuna, se reconocía más la formación y los conocimientos. Hoy con el sectarismo que impera en la política española sería imposible.”

Visto con perspectiva, el exportavoz ha reconocido que la política internacional de España ha variado poco, especialmente en las primeras décadas del periodo democrático, pese a que los dirigentes se esforzaran en marcar diferencias: “Realmente entre lo que hacía Adolfo Suárez y Felipe González, dictaba muy poco. Ya se sabe que el último que llega a La Moncloa cree que descubre el mundo y que hace cosas distintas. Cuando el PSOE llegó al poder con González de la mano, presumían de haber puesto a España en su sitio. Pero hasta ese momento España también lo estaba con Suárez. Estábamos tratando de entrar en la UE, manteníamos nuestra alianza con EEUU y Latinoamérica...”

Una de las asignaturas pendientes que, a juicio del embajador, mantiene la UE y España, es la política migratoria: “Tenemos un problema con la inmigración ilegal. La posición de España es ambigua, al igual que la del resto de países. Lo primero que tenemos que hacer es distinguir entre aquellos inmigrantes a los que estamos obligados a acoger por convenios internacionales, como son los que huyen de la guerra, y los que vienen para progresar. De cada cien personas que llegan a nuestras fronteras o de Italia, 90 no huyen de conflictos bélicos. Son gente que, de manera comprensible, buscan una vida digna que su país no les ofrece. A estos últimos no estamos obligados a acogerles. No podemos abrir las puertas de par en par, porque de lo contrario entrarían como mínimo 2.500-3.000 personas diariamente. No es asumible. Esto generaría una subida de impuestos brutales y aumentaría el racismo y la xenofobia.”

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