Cádiz CF

La otra crónica del Cádiz 1-1 Almería, por Pepe Ortega

El caso de Lucas Pérez rompe una lanza a favor del fútbol que solo creíamos que existían los aficionados, uno en el que los sentimientos priman por encima de la razón

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

El romanticismo en el fútbol parecía extinguido. El dinero ha opacado cualquier atisbo de sentimiento por unos colores, por una camiseta, y más en los malos momentos, donde solo aparecen los de verdad. El caso de Lucas Pérez rompe una lanza a favor del fútbol que solo creíamos que existían los aficionados, uno en el que los sentimientos priman por encima de la razón. Que tu mejor delantero de tu equipo se vaya siempre es una mala noticia, que sea para irse a otro club de dos categorías por debajo parece incomprensible; pero cuantos cadistas lo hubieran deseado cuando el equipo deambulaba por los campos de Segunda B. No cabe duda de que Lucas Pérez fue uno de los grandes partícipes de la salvación la temporada pasada y frente al Almería volvió a demostrar su importancia con otro tanto que le daba un empate al Cádiz cuando todo parecía perdido. Su calidad es indiscutible; su profesionalidad, aún más. Como cumplieron las profecías, su marcha al RC Deportivo de La Coruña era inminente y aún así el partido del delantero gallego, que empezó desde el banquillo, fue de lo más destacado de los amarillos.

El Cádiz sacó un empate frente a la Unión Deportiva Almería que para nada puede opacar el nivel mostrado sobre el césped. Sergio González apostó por continuar con el 4-4-2 y con un once titular sin sorpresas, con Álex y Alcaraz en el doble pivote y Negredo y Sobrino arriba. Con una muy buena entrada y una afición enchufada desde el primer segundo de encuentro, con muchas ganas del reinicio de La Liga tras el parón por el mundial, el Cádiz empezó con intensidad los primeros minutos. El partido estuvo roto desde el comienzo; nadie se hacía con el control de la pelota y el ida y vuelta era constante. Ocampo para el Cádiz y Ramazani para el Almería lideraban el peligro para cada equipo. El extremo belga fue un quebradero para Iza Carcelén, que se vio superado en varias ocasiones. A punto estuvo de meter el primero en el 14’, pero un gigante Conan Ledesma, que volvió a salvar los muebles, la sacó a córner. El Almería lo intentaba con balones largos a El Bilal, que ganó 5 de 7 duelos aéreos, para una futura descarga que generase espacios en la zaga cadista.

El miedo sobre los almerienses tenía nombre y apellido: Brian Ocampo. Desequilibrio, desparpajo, confianza y un toque exquisito. Cuando la lleva el uruguayo pasan cosas y ya comienza a no sorprender a la agradecida afición cadista. Sus botas son un tocadiscos que reproduce centros sonorizados con Jazz. Avisó en el 17’ con un centro medido a la cabeza de Negredo que sacó Fernando. Pero cinco minutos después, el Nuevo Mirandilla fue público de su orquesta. El uruguayo recibió en banda izquierda, recortó hacia dentró, amagó a su marca y desde el pico del área maltrató tanto el balón con sus botas que no era Jazz, sino rock and roll. Un gol de puro crack. De los que hacía tiempo que el cadista no veía en el Nuevo Mirandilla. Increíble. Tan increíble que tuvo que anularlo el VAR. Munuera Montero, que estaba a un metro en la jugada por la que lo anuló, decretó en un inicio ley de la ventaja en una falta sobre Fali. Luego le llaman desde el Video Arbitraje, va a verlo y señala un pisotón de Fali sobre un jugador del Almería. Fue el punto de inflexión del partido. Con un Nuevo Mirandilla enfadado por la decisión arbitral, el Almería aprovechó el arreón y el Cádiz volvió a hundirse en la pena. Volvió a encontrarse con los fantasmas del pasado con los que ya casi pueden ser amigos.

Al filo del descanso, Melero cazó un balón en el área y no perdonó ante Ledesma. 1-0 y las sensaciones no eran buenas. El centro del campo se veía desbordado e impreciso y en líneas generales el equipo parecía bastante cansado: sobre todo Negredo. La imagen del equipo choca con las declaraciones del entrenador acerca del buen estado de forma de la plantilla. La segunda parte necesitaba cambios. Y tenerlos los tuvo, aunque no exentos de crítica. Brian Ocampo fue retirado en el 69’ y Álex pasó a banda izquierda. A pesar de los cambios en la medular, el equipo no conseguía circular con rapidez para encontrar huecos donde hacerle daño a un Almería que se sintió muy cómodo sin balón. Incluso con muy poco, tras un centro por banda derecha, El Bilal impactó la pelota contra el palo.

Fue en el 82’ cuando un saque de banda de Luis Hernández cayó muerto en el área y apareció Lucas Pérez para enganchar una volea sin miramiento alguno. Por si había alguna duda. 1-1. A falta de 8 minutos más el descuento se auguraba un final de infarto. Y lo tuvo. Una preciosa carrera del gallego con un pase, que más que un pase parecía un regalo de reyes, a Choco Lozano fue la oportunidad de oro que todo el estadio, menos la afición visitante desplazada, esperaba. Pero no pudo darle fuerza al disparo y acabó en las manos de Fernando. Eso sí, todo pudo acabar peor. Del 2-1 casi al 1-2. Un mal despeje en la última jugada brindó a los rojiblancos la posibilidad de llevarse los tres puntos de La Tacita de Plata, pero Conan Ledesma, otra vez, paró a bocajarro. Acto seguido, el alivio de los presentes.

El aspecto positivo es que el Cádiz suma otro punto más que le acerca al objetivo, el negativo es más que evidente: puede no ser suficiente y las sensaciones no son buenas. El Cádiz necesita refuerzos que garanticen una subida de calidad notable en el juego. La salida de Lucas Pérez, del mejor delantero del equipo, ha de propiciar la llegada de otro de al menos un nivel similar, sino superior. Por no hablar de otras parcelas del campo. Aunque el historial de fichajes no parece indicar que eso vaya pasar, la afición sueña con que Luis Alberto llegue a Cádiz como Lucas vuela hasta A Coruña; como héroe por salvar al equipo de su provincia del apuro.

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