Rafael Santandreu:"Nuestros abuelos vivían con menos y eran más felices. La autoexigencia de hoy es demencial"

El psicólogo dará una charla hoy en Córdoba, a las 7 de la tarde, en el salón de actos del Rectorado de la Universidad de Córdoba

Laura García

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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El psicólogo Rafael Santandreu divide su trabajo entre la psicoterapia con pacientes y la formación de médicos y psicólogos, además de escribir libros sobre los principales problemas de salud mental a los que se enfrenta la población. A sus consultas de Barcelona y Madrid acuden pacientes de todo el mundo de forma presencial o a través de videollamada. Sus libros anteriores, El arte de no amargarse la vida, Las gafas de la felicidad, Ser feliz en Alaska y Nada es tan terrible, se han convertido en referentes internacionales de la psicología. Santandreu estará hoy en Córdoba pronunciando una charla organizada por el Teléfono de la Esperanza sobre su libro Perder el miedo, en el salón de actos del Rectorado de la Universidad de Córdoba.

-Perder el miedo trata las distintas formas en las que el transtorno de ansiedad puede presentarse, ¿vale el mismo método para afrontar todas esas variantes o se debe abordar de forma distinta?

-Este libro trata el miedo agudo, que es un tipo de miedo especial, una trampa mental en la que el ser humano puede caer y en la que el miedo se desborda. Esto ocurre en el caso de los ataques de pánico, el transtorno obsesivo compulsivo, la hipocondría... En este miedo se producen también síntomas físicos que les hacen creer que pueden incluso morir. Para ese tipo especial de miedo agudo, que te invade, el método es el mismo: el de exposición. Hay que exponerse a lo que más temes para poder curarte y que los miedos vuelvan a su cauce.

-Uno de los puntos claves del libro es la terapia de exposición. Se alude a cuatro conceptos básicos: afrontar, aceptar, flotar y dejar que pase el tiempo.

-Las personas que tienen, por ejemplo, ataques de pánico, tienen que afrontar y aceptar. Es decir, que todos los días, de manera sistemática y planificada, tienen que buscar ese temor. A estas personas les suele costar hacer determinadas cosas, y las evitan, porque piensan que les puede dar ese ataque de pánico. Lo que tienen que hacer es ir a hacer justo eso que les da miedo. También tienen que aceptar eso que les ocurre, vivirlo sin tratar de huir. Flotar significa tratar de estar cómodo en esa sensación, que no de miedo. Y el último, dejar pasar el tiempo, es decir, se tienen que dar cuenta de que dejar de tener miedo al miedo es algo que conlleva tiempo hasta que se produce la neuroplasticidad en la que desaparece el miedo. Son cuatro pasos que exigen mucho coraje, pero es un método comprobado. Es un método contraintuitivo, has de dejar la mano en el fuego para curarte, pero funciona.

-La pandemia ha multiplicado los problemas de salud mental, pero al mismo tiempo ha llevado a que se visibilicen más. ¿Puede ayudar esto a afrontarlo, saber que no es un tabú como lo era antes?

-Por supuesto. Un ejemplo claro se da en el transtorno obsesivo compulsivo. Una persona el coge miedo a un pensamiento concreto y está todo el día rumiándolo. Pues, en este caso, la gente tarda de media siete años en acudir a un especialista, porque tiene miedo. Pero esto lo tiene una de cada cincuenta personas, ¡es muchísima gente! Esto no significa que estés loco, sino que tu mente ha caído en una trampa mental. Pero esto tiene una cura. Es muy importante hablar de la salud mental para que la gente entienda que no está loco. Una de las cosas buenas que ha traído la pandemia es que se rompa este tabú.

-Esto también nos ha llevado a darnos cuenta de que hay mucha más gente de la que pensábamos que sufre problemas de salud mental. ¿Vivimos en un sistema que nos hace propensos a desarrollar transtornos de ansiedad o es algo natural?

-No. El transtorno de ansiedad no ha parado de aumentar en las últimas décadas. Una de las principales causas, seguramente sea que vivimos en sociedades cada vez más exigentes, y no nos damos cuenta. Si te fijas en la autoexigencia de las personas de hoy y la de nuestros abuelos, alucinas. Mi abuelo vivía en los alto del Pirineo en una granja familiar, y la vida era muchísimo más sencilla. Se dedicó a lo que se dedicaba su padre y nunca salió de su provincia. Él vivía feliz y tranquilo. Ahora nos exigimos tener un buen trabajo, un piso bonito, ser elegante, estar delgado, tener amigos, tener estudios, haber viajado, tener idiomas y muchos más. Y cuidado si fallas en alguna de estas cosas, porque eres un fracasado. Para nuestros abuelos esto sería demencial. Esta claro que este tipo de vida, al final, nos pasa factura.

-¿Puede sustituirse un libro de autoayuda por una terapia con un profesional?

-No puede sustituirse, a pesar de que hay gente que se ha curado teniendo simplemente teniendo a mano un método y sin ir a un profesional. La gente necesita una guía, pero siempre es mejor acudir a un profesional.