Adolfo Lozano, el prieguense que supo retratar las contradicciones de la “belle epoque” española

Su faceta de ilustrador para el ABC le hizo famoso a finales del siglo XIX, pero una vida llena de altibajos le hizo mirar con ojo crítico la alta burguesía de sus tiempos

Adolfo Lozano, el prieguense que supo retratar las contradicciones de la “belle epoque” española

Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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Adolfo Lozano (Priego, 1872) pintó como vivió. A pesar de haber nacido en el seno de una familia acomodada -su padre, José María Lozano Alcalá-Zamora era juez y su abuelo fue alcalde de Priego- las estrecheces que tuvo que padecer y su contacto con las diversas clases sociales condicionaron su obra.

Recibió su primera formación artística siendo niño de su tío abuelo Federico Alcalá-Zamora, que era profesor de pintura en Madrid pero pasaba largas temporadas en Priego. Esa primera influencia encauzó su talento hacia los cuadros, a pesar de los esfuerzos de su familia. Vivió en Málaga porque allí destinaron a su padre y simultaneó sus estudios de bachillerato con las clases en la escuela de Bellas Artes de San Telmo y en el taller de José Moreno Carbonero, que fue el maestro que más le influyó.

A los 18 años ganó una mención honorífica en el certamen convocado por la Sociedad Económica Cordobesa de Amigos del País y ese mismo año tuvo que volver a trasladarse -esta vez a Granada- porque su padre fue destinado a su Audiencia Provincial. A pesar de que le conminaron a matricularse en Derecho, Adolfo Lozano lo hizo en Filosofía y Letras. En Granada forma parte de tertulias regeneracionistas que abren su mente.

El primer cuadro que colgó en una exposición fue en 1892 en una muestra organizada por la Diputación. El ente provincial cordobés le concedió una pensión que Lozano nunca cobró. Un año más tarde el artista prieguense opta por marcharse a Madrid abandonando sus estudios universitarios y centrándose definitivamente en su paleta y pincel.

Pero en la capital de España es informado de los problemas económicos de su familia y asume que debe trabajar para subsistir y poder seguir pagándose sus estudios como pintor. En consecuencia, se dedica a pintar postales y abanicos y a trabajar conjuntamente con un fotógrafo, también de Priego, llamado Francisco Ruiz Santaella. En Madrid aprende del maestro Joaquín Sorolla y aplica su forma de tratar la luz a los retratos y paisajes andaluces.

Tras la muerte de su cuñado en 1913 Adolfo Lozano acoge en su domicilio de Madrid a su hermana Amelia y a sus diez hijos. Amelia era una de las mujeres más ricas de Priego y envía a una mujer para que los cuidara, pero Lozano también supervisa los estudios de sus sobrinos.

Ya con 45, y animado por uno de sus sobrinos, decide retomar sus estudios universitarios y se matricula hasta 1922, pero nunca se presentó a los exámenes y -en consecuencia- nunca obtuvo un título.

Al margen de su faceta como pintor, Adolfo Lozano obtuvo su fama merced a su labor como ilustrador gráfico para el ABC. Al ganar el primer premio en el concurso de la Revista Blanco y Negro en 1903, comenzó a colaborar con este medio. Firmó durante muchos años algunas de las portadas más célebres de este suplemento que toman el pulso a su época. También ilustró una edición de la novela Pepita Jiménez de Juan Varela y algunos carteles, como el de la Feria de Granada de 1904.

En toda su obra hay una inquietud constante por los más humildes y en muchas de sus composiciones late una denuncia social. Pintó con ojo crítico las noches ociosas de la alta burguesía y de la aristocracia, así como la tiranía de los terratenientes andaluces. Tampoco obvió las clases populares y retrató desde fiestas de gitanos hasta mercados populares. Dibujó su tiempo como lo fue sintiendo, siempre con humor y elegancia. También practicó el orientalismo en algunos dibujos japoneses y en el retrato titulado Diversión del Sultán Selim.

Entre sus obras más destacadas está el retrato de su paisano Niceto Alcalá-Zamora que se conserva en el Ayuntamiento de Priego, La odalisca (1908), La puerta del Sol (1929) o Saliendo de Misa (1917). Alguno de sus retratos fue adquirido por la Reina María Cristina y colgados en el Palacio Real.

A pesar de residir en Madrid, viajó con mucha frecuencia a su ciudad natal y en uno de esos periodos contrato una enfermedad que le llevó a la tumba en 1935. Su cuerpo está enterrado en el cementerio del Santo Cristo de Priego.

En Priego se encuentra un museo monográfico en su casa natal en el que hasta el próximo 25 de febrero se exhibe la muestra “Adolfo Lozano Sidro. Cosas de hombres”. Son 16 piezas de la colección del Museo ABC en el que se muestra un repertorio muy variado de figuras de distintas características físicas y psíquicas, con distintos estados de ánimo y de muy diversa extracción social. Dos de sus obras -Los nuevos ricos y Escenas de Carnaval- formaron parte de la exposición “Humor absurdo: Una constelación del disparate en España” que tuvo lugar en el Centro de Arte 2 de mayo de Móstoles.

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